Convivir con la guerra como 'vacuna' ante la cuarentena

El exteucrista Davor Cutura, positivo por Covid-19, compara sus vivencias de los conflictos yugoslavos con el actual confinamiento ►"Ahora estoy más preocupado por mi familia, pero aquello me recuerda que siempre hay cosas peores", apunta el jugador serbio
Cutura ejerciendo de entrenador-jugador en un tiempo muerto.
photo_camera Cutura ejerciendo de entrenador-jugador en un tiempo muerto. CEDIDA

España afronta su tercera semana de cuarentena en medio de una pandemia con un goteo constante de afectados. El Covid-19 no entiende de sexo, raza o situación económica. Pero si hay alguien en Europa vacunado para subsistir un momento de incertidumbre como este es la población de los Balcanes. Porque todavía no ha podido olvidar las cruentas guerras yugoslavas, que durante la última década del siglo XX asolaron a millones de familias al este del continente.

Uno de esos niños que creció con la belicosidad como pan de cada día y tuvo que pasar dos cuarentenas que le recuerdan en cierta manera a la situación actual es Davor Cutura. El extreucrista, nacido en la antigua Yugoslavia en 1979, se encuentra actualmente en Pontevedra tras regresar de Italia por la pandemia y rememora sus vivencias infantiles y juveniles: "Recuerdo bombardeos y no poder salir de casa. Había toque de queda y muchas veces faltaban alimentos como aceite, harina o azúcar o se cortaba la luz".

Cutura explica que el inicio de la guerra por la independencia de varias repúblicas le pilló siendo un niño. Era 1992. "Yo era un poco mayor que mis hijos ahora, pero no tienes la consciencia de un adulto. Cuando eres niño, piensas solo en ti. En lo que te falta. Tengo recuerdos de jugar a las cartas con la luz de las velas, por ejemplo", narra Davor, que asegura que tuvo suerte porque vivía a 50 kilómetros de la frontera con Croacia –que declaró su independencia–, por lo que no sufrió esta "guerra civil" en su forma más cruda, "pero sí restricciones".

Ese primer conflicto acabó en 1995. Fueron tres años de "dudas, miedos y sorpresas". "No era una cuarentena total, pero sí difícil. Aunque con el tiempo y la necesidad, te acostumbras a todo", añade.

Sin embargo, los conflictos bélicos no desaparecieron por completo de su vida. Unos años después, en 1999, la Otan bombardeó Yugoslavia durante la Guerra de Kosovo. Y con este enfrentamiento entre la mayoría de países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte y la exrrepública yugoslava, volvió el sufrimiento. "Yo estaba en Belgrado jugando un partido. Y al descanso, comunicaron que había empezado el bombardeo. Acabamos el encuentro, pero al volver en el autobús ya vimos escenas como un aeropuerto militar en llamas", expone el jugador de balonmano.

Los bombardeos comenzaron en marzo y acabaron en junio. "Fue mucho tiempo. No nos podíamos mover. De noche había que apagar las luces, porque los objetivos no eran siempre militares. La gente se ponía en los puentes para evitar que los bombardeasen. Hizo mucho daño aquello, porque se destruyeron colegios, iglesias, fábricas, comunicaciones... Fue una injusticia muy grande. Por intereses de Estados Unidos, un gran país como Yugoslavia se convirtió en muchos pequeños y débiles", lamenta.

Esas experiencias le marcaron. Y por eso, ahora, trata de tomarse esta cuarentena con filosofía: "Seguramente por aquello, esto me lo tomo de manera más light. Para los balcánicos, si hay comida en casa y no hay problemas de salud, esto es llevadero. Vivimos muchas cosas malas y estamos acostumbrados a superarnos en situaciones complicadas. Hay que coger el toro por los cuernos, como dicen aquí. Siempre hay cosas peores".

Sin embargo, no le quita hierro a la pandemia, ya que asegura sentirse más "preocupado" ahora que en aquel entonces. "Piensas en tu familia... De hecho, mi mujer y yo dimos positivo por Covid-19. Estamos relativamente bien. Mi suegro también fue positivo y está bien, pero un hermano suyo está ingresado. Esperemos que todo salga bien", finaliza.

Competiciones. "No veo posible volver a jugar, ni física ni psicológicamente"

Davor Cutura realiza un lanzamiento en un partido con el Brixen. CEDIDADavor Cutura partió este verano rumbo a Italia para probar una experiencia como jugador-entrenador del primer equipo del Brixen, el nombre en alemán de Bresanona, una localidad situada en los Alpes, a pocos kilómetros de la frontera con Austria.

"Estaba muy contento por cómo estaban yendo las cosas en esta doble función", reconoce Cutura, que señala lo "complicado" que ve que se vuelva a disputar esta liga. "Creo que lo importante es la seguridad de todos. A nuestros partidos va mucha gente. Hay que evitar cualquier riesgo. No pueden primar los objetivos deportivos. Eso tiene que estar en un segundo plano", expone.

En este sentido, señala que la federación italiana tendrá una reunión por videoconferencia con representantes de clubes este viernes para buscar una solución "definitiva". "Sé que tanto en Italia como en España se pretende terminar de alguna forma, pero es difícil. Ahora mismo estamos en un parón como el del verano, pero sin poder salir de casa y, por lo tanto, entrenar más allá de en unos metros cuadrados. Hay riesgo de lesiones y los contratos acaban en junio, la gente es amateur... Además, conozco a muchos jugadores que han perdido a seres queridos. No veo posible volver a jugar esta liga, ni física ni psicológicamente", destaca el serbio.

Como entrenador, Cutura está pendiente del estado de sus jugadores: "Al principio teníamos un plan detallado. Pero ahora... es imposible mantener el tono físico. Lo que importa es estar fuerte mentalmente para esto".

Regreso. Un retorno para la familia que, al final, acabó siendo completo

Cutura recuerda que el Covid-19 comenzó a propagarse a las afueras de Milan. "Nosotros estábamos a 200 kilómetros y no había casos. Hasta que en torno a los Carnavales, empezó el caos. No tenías tiempo de asumir las noticias. Los niños ya enlazaron las vacaciones con el cierre de los colegios", apunta Davor, que señala que él y su familia no pasaron "miedo" porque tomaron medidas de precaución.

La actividad deportiva prosiguió hasta el pasado 7 de marzo, cuando el Brixen disputó su último encuentro, a puerta cerrada. "Habíamos decidido que mi mujer se volviese el día 10 a España con los niños porque vivir encerrados es difícil para ellos. La casa de mis suegros tiene jardín y no sabes cómo lo agradecemos ahora", expresa Cutura, que finalmente vio cómo, un día antes, Italia decretó el cese de los deportes y acabó subiéndose con ellos al avión.

Así, lo que iba a ser una estancia corta, se ha convertido en varias semanas y sin fecha de regreso.

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