PONTEVEDRA. Sobrevivir es como cocinar en Masterchef: la habilidad innata requiere el perfeccionamiento del hábito, y a ser posible mejor hoy que mañana. La evolución en el aprendizaje de ambas tareas está acotado por unos plazos. Si el individuo los excede acaba en la tumba en época de guerra o en su casa, deportado por Jordi, Pepe y Samantha, en el programa de los fogones.
El Teucro es buen alumno en materia de supervivencia. De hecho, ha desarrollado en esta temporada un instinto perverso que lo lleva a tener esa necesidad para ofrecer su mejor cara. Si no siente la amenaza del sufrimiento, no parece contentarse. Se ha acostumbrado a caminar hacia el abismo y realizar equilibrios con un pie en el vacío, antes de recuperar tierra y despedirse de la ingravidez hasta una próxima ocasión.
La victoria contra el Ikasa Madrid de ayer es una nueva muestra de la fortaleza azul en el padecimiento, una lección de personalidad ante un rival incómodo y perseverante. Fue un partido cargado de variables tácticas, con infinidad de tiras y aflojas en el resultado y momentos indicados para mostrar carácter y tomar decisiones comprometidas.
Los guerreros de Irene Vilaboa no solo exhibieron la energía defensiva necesaria, sino que mostraron la personalidad requerida para afrontar momentos difíciles con templanza y acierto para mantener la ventaja en el marcador.
El Teucro estuvo por delante todo el partido, excepto los segundos que separaron el 0-0 del primer gol anotado por Miguel Sío desde los siete metros.
El bloque azul evitó errores en las entregas, se mostró muy seguro en las circulaciones y con una gran variedad de recursos para finalizar, lo que le sirvió para poner tierra de por medio desde el primer minuto. Vilaboa incorporaba a Deco al doble pivote con Caue Herrera. El brasileño se fajó y como premio no dejó de recibir servicios de su primera línea, que cuando no asistía penetraba para finalizar. Ello, sumado a alguna contra, permitió que la ventaja fuese creciendo hasta mediado el primer tiempo (8-4).
Siendo eficaz el ataque, la clave del éxito pontevedrés radicaba en la eficacia de su defensa, en la que el tridente Herrera, Deco, Pereiro se mostraba inconmensurable.
Poco a poco el Ikasa fue sacudiéndose de los nervios del inicio, encontrando a sus lanzadores en nueve metros o en penetraciones y metiéndose en el choque. Pero no podía correr. Lo hacía más el bloque de Irene Vilaboa, que en una contra concluida por Caue Herrera se iba al 13-8.
Mención para especial para Álex Pereiro. Parece llevar toda la vida en el equipo. Juega sin grilletes, Su frescura fue un aporte muy significativo.
Sin embargo, el conjunto madrileño, sin su principal sustento energético y confinado por las ofensivas rivales, no arrojó la toalla ni con el 16-10 inicial del segundo tiempo.
Su técnico propuso alternativas al 6-0: 5-1 o mixta sobre la pesadilla Dzokic, que cuando más lo necesitó su equipo, con más fuerza sujetó las riendas del caballo.
Los visitantes pudieron correr, disfrutaron de una doble superioridad y se colocaron a dos goles (17-15) haciendo tambalear los cimientos del pabellón.
Entonces se agrandaron los azules. Roi Sierra asumió responsabilidades con valientes penetraciones. Caue Herrera pidió balones en seis metros y, para acabar, Miguel Sío se redimió de errores anteriores finalizando con seguridad ante las provocaciones de los madrileños.
Con el partido ya decidido, el Teucro pareció querer sufrir de nuevo y vio su diferencia reducida a la mínima expresión. Si no, no sería el Teucro.