Aumentan las denuncias de padres que sufren la violencia de sus propios hijos

Galicia cerró 2018 con 238 expedientes, aunque los expertos creen que muchos más episodios permanecen ocultos ▶ El estrés de la actual sociedad, los episodios violentos en la infancia o las adicciones están detrás de esta problemática
Aroa Rodríguez y Raquel Gallego, de la Fundación Amigó de Vigo, en terapia con un joven. FUNDACIÓN AMIGÓ
photo_camera Aroa Rodríguez y Raquel Gallego, de la Fundación Amigó de Vigo, en terapia con un joven. FUNDACIÓN AMIGÓ

Los casos de hijos que agreden a sus padres son cada vez más frecuentes tanto en Galicia como en España. Pese a ello, la violencia filioparental sigue siendo un fenómeno poco visible en la sociedad, según denuncian los expertos, que apuntan a la "comunicación" como una de las claves para solucionarlo.

Según los datos del ministerio fiscal, este tipo de violencia afectó en 2018 a 238 familias en Galicia, que tomaron la decisión de denunciar a sus propios hijos después de ser agredidos física, verbal, psicológica o económicamente en alguna ocasión. Esta cifra superó a la registrada en 2017, cuando fueron 215 las personas que denunciaron este tipo de maltrato familiar.

También en el conjunto del Estado aumenta el número de expedientes abiertos, que en 2018 ascendía a 4.833, el último ejercicio del que se tienen datos oficiales de la Fiscalía de Menores.

Esta cifra, igual que ocurre en el caso de Galicia, refleja los "casos máis graves", según explica la psicóloga de la Fundación Amigó de Vigo Raquel Gallego, que trabaja en la mediación en conflictos entre hijos y padres. Y es que los progenitores afectados suelen soportar muchos antecedentes violentos antes de denunciar. "Tomar a decisión de acusar xudicialmente ao teu fillo sempre é unha tarefa delicada".

Así que en la sombra permanecen todos esos casos que no son denunciados. Y aunque los expertos no se atreven a dar cifras ni porcentajes sobre esos sucesos ocultos, sí constatan, como en el caso de Rosa Gallego, que es "unha tendencia que medra cada ano". El hecho de que aumenten las denuncias invita a pensar que también lo hacen los casos.

SIN CAUSA CONCRETA. La violencia filioparental no surge por una única causa, sino más bien por la suma de factores como "o estilo educativo dos proxenitores, as dificultades para educar, a falta de tempo, a ausencia de espazos comunicativos para trasladar normas de convivencia ou a imposición de regras sen razoamentos", detalla Rosa Gallego.

Pero también influye el propio temperamento de la persona, por ejemplo con los hijos "autoritarios" o con "baixa tolerancia á frustración", que se retroalimenta por una "autoridade mal xestionada" por parte de los padres.

Otras razones hay que buscarlas, por ejemplo, en la transmisión intergeneracional de la violencia. Si un menor presencia episodios de agresiones o insultos en su infancia, puede reproducirlos con más facilidad de adulto.

Además, como apunta Gallego, la violencia está hoy muy presente a nivel social, "na televisión, nos videoxogos ou nos medios de comunicación", lo que también repercute en los menores.

Algunos datos de la Fundación Amigó ponen sobre la mesa otras problemáticas asociadas que repercuten en la violencia de hijos contra padres, como que el 74,01% de los agresores disminuyeron su rendimiento escolar, el 64,35% presenta algún tipo de adicción y el 40,87% fueron testigos de situaciones violencias. En todo caso, "os fillos non veñen cun manual de instrucións", añade la psicóloga de la fundación.

PERFIL. Si en esta problemática no se puede apuntar a una única causa, tampoco es sencillo trazar un perfil de menores agresores. Sí se sabe que un 52,6% de los casos se producen en familias nucleares, mientras que las madres de familia monoparental sufren un 26,5% de los casos. El 15,4% surge en familias reconstituidas y en un 5,6% es el padre de la familia monoparental la víctima.

Ante estos datos, Raquel Gallego aclara que aunque más de la mitad de los sucesos se producen en familias nucleares, se puede atribuir a que son las más numerosas, igual que ocurre con las monoparentales donde la figura es la madre y no el padre.

Además, en la violencia filioparental se ven impliados tanto niños como niñas. Ellos suelen presentar "unha conduta agresiva máis visible, explosiva e impulsiva", mientras que ellas "utilizan unha tendencia máis psicolóxica" enfocada por ejemplo al chantaje, revela Gallego, que matiza no obstante que no es siempre así.

Además, las primeras señales de la violencia suelen ser "desafíos á norma" o insultos y "ofensas" a los padres. Son síntomas que, cuando van en aumento, pueden acabar en violencia en el hogar.

PROFESIONALES. "TODOS SOFREN; OS PROXENITORES PÁSANO MAL, PERO OS MOZOS E MOZAS TAMÉN"

Los técnicos apuestan por la "comunicación" como la herramienta "esencial" para resolver los conflictos surgidos en el seno de la familia

Violencia de hijos sobre padresProfesionales como Raquel Gallego aseguran que en este tipo de violencia todos sufren. "Evidentemente os proxenitores pásano moi mal, pero os mozos e as mozas tamén". "Cando unha persoa emite unha conduta agresiva" paga una "factura emocional e psíquica", porque en la mayor parte de los casos "utilizan a violencia" para expresar su incapacidad de "lidar coas dificultades que xorden no día a día".

Una vez entendida esta base y después de trabajar con padres e hijos por separado, "a comunicación é unha ferramenta esencial na intervención" porque posibilita el intercambio de opiniones y visiones para poder llegar a acuerdos que contribuyan a mejorar la convivencia.

Aunque que la psicóloga viguesa pudo ver y estudiar cientos de casos de agresiones filioparentales, lo que más le sorprendió hasta ahora es la "capacidade de cambio das persoas" una vez iniciada la intervención. En este sentido, explicó que normalmente "son mecánicas viciadas" que hay que dejar de alimentar a través de la terapia.

A pesar de todo, la realidad de las relaciones entre padres e hijos debería estar lejos del conflicto y la violencia y muy cerca del "afecto, a comunicación e a disciplina", elementos que en equilibrio ayudan a preservar la convivencia y le dan valor a lo que significa ser una familia.

En general, resume Gallego, poner fin a la violencia filioparental requiere trabajo por parte de progenitores e hijos. El primer paso es identificar las conductas violentas para, después, ponerse en manos de la mediación profesional. Estos escuchan a ambas partes y abordan el problema desde la terapia conductual; es decir, proporcionando herramientas para modificar el comportamiento.

Así, una vez que todos los integrantes de la familia son capaces de poner sobre la mesa el problema, la capacidad de escuchar al otro para saber "que cousas podo cambiar eu" y comunicar las dificultades de la convivencia son las que facilitan la resolución del conflito, concluye Gallego.

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