Profesores fuera de la escuela

Unos 70 docentes comparten en Galicia la experiencia de dar clase a domicilio, en los hospitales o dentro de las cárceles. Un reto diario ante el que sitúan la parte académica en un segundo plano frente a la perspectiva más "emocional" o de convivencia

 

Una clase en la prisión de Monterroso. AEP
photo_camera Una clase en la prisión de Monterroso. AEP

CONJUGAR LA prioridad del cuidado emocional o "enseñar a convivir" con el desarrollo académico de niños o adultos, en formación libre o pautada. Es el reto diario de unos 70 profesores que en Galicia comparten, ya sea a domicilio, en el hospital o 'entre rejas', la experiencia de dar clase fuera de un centro educativo. Aunque cada escenario conlleva metas específicas y no se prepara igual una clase para un niño en quimioterapia en el Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo que se intenta "formar" para que no vuelva a delinquir a un preso de A Lama, los docentes 'sin colegio' sí que coinciden en un extremo: "la parte estrictamente académica es secundaria".

Luego llegan los matices. El colectivo más numeroso de profesores que desempeñan su labor fuera de un centro educativo en Galicia es el de las cárceles. Este curso son 51 los docentes destinados a los centros de educación para adultos de las cinco prisiones gallegas. Los datos facilitados por la Consellería de Educación constatan que, en diciembre de 2017, cursan estudios en estos centros un total de 873 alumnos, aunque la movilidad de los reclusos hace bailar las cifras. En el curso 2016-2017 el número de matriculados ascendió a 1.422. La oferta es amplia. Por ejemplo, se imparten enseñanzas básicas iniciales, de Eso para adultos, y Bachillerato (en los centros de A Lama y Teixeiro). Además, en Bonxe hay el ciclo de grado medio de FP en madera y mueble. El curso pasado alcanzaron una evaluación positiva 333 alumnos.

Juan Carlos Vilar dirige el centro docente de A Lama y tiene muchos años de experiencia a sus espaldas. "La principal diferencia es que en otros centros la prioridad es tener un título y aquí no; los alumnos no están presos por no haber tenido un título", explica, para recalcar que trabaja con gente que ha tenido "una vida muy dura". "Son personas que han aprendido a sobrevivir, que vienen de ambientes sociales marginales, de familias desestructuradas e incluso de países en conflicto; ahora tenemos que enseñarles a convivir, no darles un título", dice.

Satisfecho con su trabajo, desmiente un prejuicio con el que, admite, suele encontrarse a menudo cuando fuera de la cárcel le preguntan por su actividad: el "principal problema" no es la agresividad. De hecho, cree que en las aulas 'entre rejas' hay menos incidentes que "en los centros de la calle, sobre todo si se habla de barrios conflictivos". Las dificultades a las que alude son la movilidad de los reclusos, las consecuencias de las drogas y los problemas mentales. La felicidad para Vilar llega cuando se encuentra con un exalumno que ha logrado rehacer su vida, pero también reconoce que frustra ver que muchas veces no se logra la reinserción.

A DOMICILIO. En torno a otra veintena de profesores se reparten entre la atención educativa domiciliaria para los niños cuya salud no les permite asistir regularmente al colegio y también la atención domiciliaria, dos opciones que los padres deben conocer y que aportan "tranquilidad y normalidad" a veces en condiciones difíciles.

La atención a domicilio se rige por un protocolo de la Xunta que fija en diez días el plazo máximo entre la recepción de una solicitud y la resolución de los casos. Es la familia la que debe presentar en su centro escolar la petición con un informe médico. A partir de ahí, el profesorado tutor elaborará un informe sobre el alumno que, junto con la petición de la familia y el informe médico, deberá remitirse a la jefatura territorial de Educacion correspondiente, que es el órgano encargado de resolver.

Mientras recibe enseñanza en su casa, el profesor deberá estar acompañado por un miembro de la familia. Y "responder a las necesidades de las familias" es, precisamente, una de las principales demandas de Elena Gómez, una profesora recién jubilada, pero que ha trabajado muchos años en atención educativa domiciliaria en la zona de A Coruña. Para atender a menores, a veces en situaciones muy difíciles, en su casa, ve «imprescindible» tener vocación.

HOSPITAL. Al margen de las clases en casa, los alumnos en régimen hospitalario también mantienen su escolarización para efectos de evaluación y promoción en los centros de origen, por lo que la "coordinación", sobre todo en los casos de larga y media hospitalización, entre las aulas y los colegios será continua. Aunque su plaza está en un colegio, Mar Nieto enseña ahora en el aula del Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo y, a diferencia de Juan Carlos Vilar o Elena Gómez, acaba de aterrizar hace poco más de tres meses en un desempeño al que se accede en comisión de servicios.

Trabaja con niños en tratamiento oncológico y tiene clara "la prioridad de la parte emocional", pero sostiene que también hay "demanda de lo académico" porque contribuye a "normalizar" tanto para los menores como para las familias. "Si estudia lengua o matemáticas, la percepción es que está bien", ejemplifica. Pensar en dar una clase como en un colegio convencional "es imposible", ya que la respuesta depende, muchas veces, del estado anímico o de los efectos del tratamiento. Cree, además, que falta "formación específica" para afrontar una labor que para ella resulta "enriquecedora".

 

"Haces de psicólogo, de paño de lágrimas y de lo que surja"
 Toda una vida dedicada a la enseñanza, con los últimos años previos a una jubilación aún reciente centrados en la atención educativa de niños, la mayor parte "con enfermedades complicadas", en su domicilio. Es la historia de Elena Gómez, quien no solo no se arrepiente de haber participado en el desarrollo de esta modalidad educativa en Galicia, sino que lo ve una experiencia clave en su vida profesional y personal.

Una experiencia en la que tiene claro que la parte académica no es la más importante, sino atender a los niños y a las necesidades de las familias. Por eso, a lo largo de su trayectoria, ha hecho "de psicólogo, de asistente social, de paño de lágrimas" y de lo que "surja".

Resultados positivos
Con sus dificultades y sus logros, nada le proporciona más alegría que cuando recibe un mensaje con buenas noticias de un exalumno. Alguno incluso está en la universidad. Para atenderlos, Elena Gómez considera necesario que los docentes tengan «unas características especiales».

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