Campaña sobre campaña

campaña sobre campaña y sobre campaña una. Asómate a la pantalla y verás a los políticos en la urna. Salvando la distancia con la Navidad, pudiera valer esta adaptación libre del villancico para definir este momento tan primaveral de juegos florales. Padecemos una sobredosis de mensajes en busca del voto con la que nos bombardean a diario como si esto fuera la última gran guerra. Realmente esto es algo que se repite cada vez que hay elecciones, pero uno tiene la sensación de que en el fondo los ciudadanos somos marionetas de guiñol electoral que maneja el sistema cuando toca. Dicho esto, hay otra parte menos novelesca de la campaña electoral que es la realidad. Y ahí es donde suele perder razones la política partidista e ideológica que consagra su esfuerzo a la estrategia y la picaresca para evitar así los problemas reales. Cuando España haya hablado con claridad en ayuntamientos y autonomías el 22 de mayo comprobaremos lo innecesaria que es la radicalización intencionada de una campaña electoral. Es evidente que el PP quiere centrar el plebiscito en Zapatero, la crisis y el paro. Y es obvio que el PSOE trata de llevar el debate a Eta y ese término de cuño ideológico que es la «derecha extrema». En principio parece un error no hablar de las máximas preocupaciones de los españoles, que a día de hoy son la economía y el desempleo. Y por extensión, todo lo que sea moderar el debate compensará en términos de votos, como demuestran las encuestas. En este sentido debemos reconocer que los populares pueden estar acertando, de momento, con la posición sobre Bildu. Rajoy ha dado muestras de pericia electoral y Basagoiti colabora al decir que «jamás romperá el pacto con el PSE por el que Patxi López es lehendakari pues eso es lo que quieren Eta y el PNV». En consecuencia, esa es la prueba certera de que el PP no entra al capote del PSOE, que pretende pelear más en la trinchera de Bildu que en el campo de la gestión y la crisis para evitar tener que rendir cuentas sobre su responsabilidad de gobierno. En la campaña electoral estamos comprobando, además, que hay división de papeles. Y si Aznar, Oreja y Aguirre dicen lo que piensa una parte del electorado del PP, Rajoy y su actual dirección suavizan los aspavientos mitineros sobre Eta porque conocen las artes e intencionalidad del rival. Sin embargo, el PSOE entra a saco con todos sus efectivos en lo de Eta, olvidándose del paro que tanto le saca los colores. También se percibe que Zapatero raciona los mítines para evitar que eso penalice a los candidatos socialistas. Sin embargo, el presidente parece empeñado en multiplicar el efecto zetano y en descargar su responsabilidad en Aznar tras 7 años de gobierno socialista. Lo hace con apariciones televisivas desenfadadas y como consecuencia de su rol presidencial, lo que agranda el desgaste y revela la urgencia del adelanto electoral. El problema es que su gestión le coloca en el límite de la permanencia sin que su partido le haya pedido un adiós definitivo a pesar del descrédito y la desconfianza generada en la segunda legislatura de la zeta.

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