El hombre que no quería ser alcalde

Más de un centenar de personas acudieron a la asamblea celebrada este domingo en la Casa Forestal As Canteiras
photo_camera Más de un centenar de personas acudieron a la asamblea celebrada este domingo en la Casa Forestal As Canteiras

No entiende demasiado que le llamen para hacer una entrevista a estas alturas. En el fondo parece que accede más por hacer un favor al periodista que por ganas. Edil de Urbanismo de Sanxenxo en los tiempos en que José Luis Rodríguez fue alcalde y portavoz del PSOE en el primer mandato de Telmo Martín, Pepe Aguín mira hoy por el retrovisor

hay quien nace para mandar y quien no, quien aspira desde niño a ser alcalde de su pueblo y quien no. José Antonio Aguín (‘Pepe Xanote’) es de los segundos. Nunca tuvo vocación para ser jefe e incluso cuando le tocó liderar el PSOE durante el primer mandato de Telmo Martín en Sanxenxo (1999-2003) protagonizó una oposición que unos calificaron como constructiva y otros como demasiado blanda. «Seguramente sí fui blando, pero yo lo tenía claro. Podré ser cuestionado y criticado, pero esa etapa de Sanxenxo necesitaba un compromiso de gobierno. Sanxenxo se tenía que poner en marcha. Estaba convencido de que no era bueno para el municipio que yo hiciese una oposición dura, con cuchilladas y esas cosas. A lo mejor me equivoqué, pero con el tiempo creo que fue positivo que yo lo hiciese así».

Para entonces ya había saboreado el poder. Había sido concejal de Urbanismo y Medio Ambiente durante la etapa en la Alcaldía de José Luis Rodríguez, entonces en el PSOE y ahora en el partido independiente VIPS. Pudo ser alcalde, o al menos probar suerte para ver si tenía apoyos, pero ni siquiera lo intentó. «Bajo ningún concepto quise ser alcalde, pero es que a lo mejor no podía serlo». Era 1993. Los socialistas planeaban liderar una moción de censura que les diera el bastón de mando. Jaime Martínez, su número 1, se hizo a un lado. Aguín era el 3 y José Luis Rodríguez, que finalmente sería el regidor, el 5. Necesitaban el apoyo de los independientes de IAS y del BNG. «Tengo serias dudas de que esa moción de censura hubiese salido adelante conmigo o con el número 2, Pepe Castro. De hecho, una vez que Jaime dijo que no, yo era partidario de no continuar con la moción. Y así lo dije internamente. La apoyé después de puertas afuera. Sinceramente, es que no creo estar preparado para ser alcalde», dice con modestia.

De aquellos seis años en el poder se podrían establecer dos etapas claramente diferenciadas. La de 1993 a 1995 con el tripartito («trabajamos como locos durante un año y ocho meses»), y la posterior, ya con mayoría absoluta de los socialistas, pero con el partido roto internamente desde el inicio: «Ahí dimos una imagen desalentadora. No duramos ni tres días unidos. Esa sensación, sabiendo que el concello tenía necesidades como el Plan Xeral, es lo más frustrante que pasé. Fue durísimo y nunca lo entendí».

En el lado positivo, tener todo el futuro por delante, por decirlo de alguna manera. «Hablamos de otro tiempo totalmente diferente. Las necesidades de Sanxenxo eran brutales, y teníamos la sensación de que había muchas cosas por hacer y se podían acometer».

Sin rencor

Llegó 1999 y llegó Telmo Martín, que barrió a José Luis Rodríguez en las elecciones. De la mayoría absoluta rota a los bancos de la oposición. El ya exalcalde no aguantó casi nada en esa situación y puso rumbo a Canarias por motivos laborales. «No me planteé si estaba bien hecho por parte de José Luis. Era una cuestión personal y ya está. Si lo mirara solo políticamente hubiese preferido que siguiese en Sanxenxo, pero fue personal». Tampoco se moja demasiado a la hora de analizar la vuelta de su ex número 1 y la fundación de VIPS, que ahora gobierna con el PP. «Siguen siendo cuestiones personales. Lo que yo vea o no vea no importa».

Se iniciaron entonces los años de la oposición blanda. «Entró Telmo Martín, que es un cañón, en el mejor sentido de la palabra. Un tipo muy potente y con muchas ideas. Pero lo pasé bien. Plan Xeral, obras por todos lados...». En 2003 dio un paso atrás, con un partido que seguía dividido internamente pero que ya tenía otros protagonistas. Ahora, diez años después, no añora nada de aquello. «No acabé quemado. A mí me gustó la política municipal, pero la política, como todo, es una etapa en la vida, y no la echo de menos para nada, y con la que está cayendo menos todavía».

No está demasiado activo en el partido. Reconoce que lee los periódicos, que está al tanto de los temas, pero no va a los plenos ni participa en la agrupación local. Se lleva bien con los concejales y habla, principalmente, con Dulcinea Aguín y con José Buezas.

A nivel general, sí se moja más. Le tiene cariño a Alfredo Pérez Rubalcaba, al que conoció en la campaña de las municipales de 1991, en un mitin en el Hotel Terraza. «Lo admiro. Es un encanto de persona y con una capacidad impresionante, pero creo que se debe dar un mensaje nuevo y hacerlo con un mensajero nuevo. Antes de las europeas, Rubalcaba tiene que decir que va a haber otro líder para que los electores lo sepan. No es negociable. Lo tengo clarísimo. No en junio. Ya».

Desde que abandonó la política en 2003, la mayor parte de estos once años los ha pasado como trabajador de Nauta Sanxenxo, la empresa municipal encargada de gestionar el puerto deportivo. Una tranquilidad que se vio sobresaltada en 2011, cuando su hijo, tercer oficial de un petrolero, fue secuestrado durante once días. Ese suceso, resuelto felizmente, supuso la vuelta a la actualidad de Aguín, que se convirtió en portavoz de la familia, dando una muestra constante de aplomo y sensatez.

Ahora está prejubilado y le queda un año para el retiro total. Pero ya está entrenando para acostumbrarse a su nueva vida. «Me dedico a jugar al golf y por las tardes al dominó». ¿Al golf? ¿Pepe Xanote? ¿El hombre que presume de que todos sus ancestros son de Portonovo? «Pues sí. Cuando hicieron el campo de golf de Meis, a los concejales de los concellos que participamos en el proyecto nos hicieron socios y nos dieron un bono por 25 clases gratis para toda la familia. Nadie de los míos se animó demasiado y yo empecé un poco, pero lo dejé. Eso sí, seguí siendo socio, y hace cuatro años un par de amigos y yo decidimos retomarlo. Me enganchó». ¿Y qué tal le pega al golf? «Pero vamos a ver, hombre, si empecé a jugar con 59 años, cómo quieres que se me dé. Pues muy mal».

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