Manuel Loureiro Doval: «Pontevedra despierta envidia ahí fuera»

MANEL LOUREIRO doval tiene sus raíces en Cotobade pero se siente pontevedrés al cien por cien «porque he vivido aquí toda mi vida». Además, reúne en su persona una singular característica: pertenecer a la última generación de pontevedreses que crecieron en la zona monumental antes del éxodo de los años 80.

«Yo vivía en la calle del Puente, cerca de la plaza de Valentín García Escudero, y allí pasé los primeros siete años de mi vida. El recuerdo que tengo es el de una zona vieja bastante distinta a la de hoy en día, mucho más hogareña», explica.

Aquel Manel Loureiro mozalbete pronto orientó sus aficiones hacia el mundo de la literatura. «Justo al final de la calle Real había una vieja librería (que ya no existe) donde leí mis primeros libros, por eso es un rincón muy especial para mí. Como era vecino del barrio, la propietaria, Vita, me dejaba colarme en la trastienda y pasar allí tardes enteras. Creo que ahí empezó mi afición a la lectura».

Esa pequeña ciudad dentro de la gran ciudad fue desapareciendo con el paso del tiempo. «Tuve la suerte de poder vivir el último momento en que la zona vieja era más residencial y no tan monumental como es ahora».

Loureiro recuerda a la perfección aquella época de transición, cuando muchas familias incipientes decidieron mudarse a otras zonas de la ciudad en expansión, que ofrecían una mejor calidad de vida. «Eso fue en la última mitad de los 70 y los primeros años de los 80. A partir de ahí, la zona tuvo una etapa muy dura, muy complicada y de mucha degradación. Había calles en que era mejor entrar sin reloj ni cartera si no querías perderlos. Por fortuna, eso ha cambiado muchísimo, ahora da gusto caminar por ella. Curiosamente, se empieza a dar el movimiento a la inversa: la gente quiere irse a vivir allí porque se ha convertido en un lugar bastante elitista».

La familia del escritor se mudó a la zona Este de la ciudad, dejando atrás una zona monumental «con muchos edificios en mal estado, calles con tráfico por las que apenas se podía transitar porque había coches aparcados, aceras tremendamente estrechas, el suelo adoquinado... Era un entorno más hostil pero que respondía a la vida urbana que había en aquel momento. Si ves fotos de determinadas calles de la zona en los años 80 y ves cómo están ahora, parece que estás ante ciudades distintas».

cambio positivo. Manel Loureiro huye de consideraciones políticas antes de defender que el cambio experimentado por la zona monumental «es tremendamente positivo. Hemos tenido la gran fortuna de que hubiese surgido la apuesta por recuperar la ciudad para los ciudadanos».

Destaca que en aquellos años, cuando la peatonalización aún estaba en pañales, «la gente decía que eso iba a ser el acabose, que se iba a morir una parte de la ciudad si se cerraba a los coches. Y el tiempo ha demostrado que no ha sido así».

Y cita ejemplos que ensalzan aún más el mérito de Pontevedra. «Si vas a cascos viejos de ciudades cercanas, como Vigo, te quedas asustado, porque no es que estén degradados sino que han desaparecido. En Lugo, hay partes de la zona vieja en las que parece que estés entrando en territorio comanche. Ya más lejos, en algunas ciudades de Castilla, te puedes sorprender al ver que décadas o siglos de vida han quedado reducidos a un par de calles, como si fuesen un parque temático».

Pero asimilar la novedad costó. Y mucho. Manel lo entiende perfectamente porque «Pontevedra es una ciudad conservadora; como todas las ciudades pequeñas de provincia, está muy apegada a sus tradiciones y los cambios cuestan, aunque hablemos de cambiar costumbres que son de anteayer, como quien dice».

Debido a su trabajo, el autor viaja con muchísima frecuencia, lo que aprovecha para presumir de ciudad. «Cuando salgo fuera y digo que la puedo cruzar andando o que hay una gran parte que está peatonalizada, donde no pueden entrar los coches, me miran con cara de incredulidad. Notas que eso despierta cierta envidia».

futuro. Manel Loureiro comparte una percepción muy extendida: la gran asignatura pendiente de Pontevedra es su rural. «Existe un cierto agravio comparativo, y a veces parece que los ciudadanos de las parroquias sean de segunda, porque tienen menos servicios pagando los mismos impuestos que, por ejemplo, los del centro».

Pero Loureiro no lo limita a una cuestión de atención pública. También de conocimiento. «Hay mucha gente que seguro que no sabe dónde están ni cómo son Xeve, Marcón o A Canicouva, por ejemplo». Esta mayor atención a la periferia debe ir acompañada, a su entender, de una notable mejora de las conexiones con el centro y la ampliación de los aparcamientos disuasorios.

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