Así es la cruzada contra un enemigo invisible

Cerca de 150 desinfecciones y más de 220 patrullas, además del control de la frontera con Tui, es el exitoso balance de la aportación de la Brilat a la operación Balmis
Un soldado de la Brilat, con su máscara protectora. JAVIER CERVERA-MERCADILLO
photo_camera Un soldado de la Brilat, con su máscara protectora. JAVIER CERVERA-MERCADILLO

Uno de los lemas del Ejército reza que "No hay enemigo pequeño", en alusión a que nunca se debe menospreciar el potencial de un rival, por frágil que parezca. Si a esta máxima se le añade que el adversario es tan pequeño que resulta invisible, la batalla se convierte en la madre de todas las misiones. Así han bautizado algunos a la Operación Balmis, no solo porque no se recuerda semejante despliegue humano y de medios, sino porque aquí no hay balas que esquivar, ni cuchillos que repeler, sino una lucha diaria para preservar la salud de toda una nación.

Y es en esta parcela en la que la Brilat juega un papel determinante, crucial. Sobre todo su compañía NBQ, integrada por unos 80 efectivos que se encargan, a lo largo del año, de formarse y adiestrarse en todo lo que conlleva la guerra bacteriológica. A ellos corresponden las tareas más arduas, las que implican mayor riesgo y, por tanto, las que exigen un mayor grado de preparación. Son los equipos específicos.

La Brilat desinfecta la residencia de mayores de Campolongo. JAVIER CERVERA-MERCADILLO

A lo largo de estas semanas, estos militares se han encargado, además de prepararse para luchar contra el coronavirus, de instruir a sus compañeros de Figueirido –la mayoría de los cuales carecía de conocimientos previos en lucha NBQ– para saber desenvolverse en escenarios menos complejos, pero igualmente comprometidos. Lugares donde bien la amenaza de contagio es reducida o bien no requieren de una intervención tan cualificada. Ellos forman los equipos no específicos, dos de los cuales descontaminaron este miércoles a fondo la Residencia de Mayores de Campolongo.

Cada uno se compone de siete personas, que a su vez se dividen en tres: uno porta la sulfatadora grande, otro la pequeña y el tercero un trapo para limpiar aquellas zonas donde el chorro no llega.

La cada vez mayor concienciación de la población reduce al mínimo los incidentes con las patrullas
La cada vez mayor concienciación de la población reduce al mínimo los incidentes con las patrullas de la Brilat. JAVIER CERVERA-MERCADILLOAdemás de desinfectar, los militares de la Brilat desarrollan otro importante papel en este insólito panorama provocado por el coronavirus: la vigilancia de la orden de confinamiento.

A lo largo de más de 220 patrullas por la geografía gallega, asturiana y vallisoletana, han podido constatar que "la gente empezó minimizando los riesgo, pero cada vez se ha ido concienciando más y acatando el estado de alarma. Eso ha hecho más fácil nuestra labor", explica el teniente Conde.


El despliegue varía en función de la zona donde se vaya a actuar. A veces basta con un equipo, otras son necesarios tres y hasta cuatro. En el caso concreto del miércoles, trabajaron dos equipos, dirigidos por sendos sargentos.

En la Brigada hay unos 30 equipos no específicos, lo que supone más de 200 militares implicados directamente en las tareas de descontaminación.

Un día antes de efectuar la intervención, los jefes de los equipos se entrevistan con los responsables del recinto para coordinar horarios, estrategias, zonas sensibles, actuación del personal y, si procede, realojamiento de internos. "Ahí también aprovechamos para ver las dimensiones y decidir el material que necesitamos", aclara el sargento Carlos González. En la limpieza de este miércoles se emplearon cerca de 900 litros de desinfectante.

Sus escenarios de trabajo habituales suelen ser puntos estratégicos: residencias, centros sanitarios, cárceles, supermercados, aeropuertos, estaciones de autobuses y de tren.

La fórmula. Cualquiera puede preparar en casa el descontaminante
Una de las sulfatadoras empleadas por la Brilat para sus labores de desinfección. JAVIER CERVERA-MERCADILLOEl descontaminante es una disolución de agua con hipoclorito sódico (lejía), según unas mezclas establecidas en unas tablas, con la salvedad de que cuando hay que limpiar equipos sensibles o electrónicos se sustituye la lejía por alcohol. "Se puede preparar perfectamente en casa, porque los componentes están al alcance de cualquiera", sostiene el sargento Salgado. El secreto está en las proporciones: por cada medida de lejía hay que añadir 40 de agua.

El traje
Los equipos no específicos se protegen del virus con cubrebotas, pantalón, chaqueta, guantes de nitrilo y máscara con filtros FPP3 o FPP2. Los trajes llevan un tejido semiimpermeable en la parte externa y una capa interna de carbón activo, que es la que realmente absorbe los agentes patógenos.


PROTOCOLO DE ACTUACIÓN. Una vez pertrechados con sus equipos de protección, el primer objetivo a descontaminar es el suelo, no solo porque es el lugar donde suelen aposentarse los virus, sino porque así se habilita una zona segura de paso. Después se aplican las sulfatadoras a paredes y muebles, creando una nebulosa desinfectante que tarda unos cinco minutos en ser efectiva. A continuación intervienen las bayetas, atacando todas aquellas zonas que están al alcance de la mano y que se suelen tocar: pomos, tiradores, cajones, interruptores, sillas, teclados...

Completada esta fase, se dejan transcurrir entre diez y quince minutos para que se complete la inmunización y, a continuación, se procede a ventilar las estancias para eliminar todos los vapores generados. El círculo se cierra con los equipos de limpieza de cada centro, encargado de secar y rematar.

"Es importante limpiar a conciencia hasta el mínimo rincón. Y donde no cae el chorro de la sulfatadora, llega la mano del que viene por detrás con el trapo", apunta el sargento González.

CERO CONTAGIOS. Hasta ahora todas las misiones de desinfección han resultado satisfactorias, sin tener que lamentar ningún contratiempo ni contagio. Un éxito en el que ha colaborado la especial colaboración de los responsables de los centros, "porque aunque nuestra presencia siempre provoca un trastorno en su rutina y tenemos que revolver todo, saben que estamos para echarles una mano y velar por su salud", subraya el sargento Luis Miguel .

Una parte crucial de todo el proceso, tan importante como la propia limpieza, es la descontaminación del personal y el material que han estado en contacto con el entorno hostil. Un militar asume el rol de hombre limpio, que se encarga de desinfectar a sus compañeros, tanto a la entrada como a la salida, utilizando una sulfatadora y un barreño.

EN PRIMERA PERSONA. "TODO EL CANSANCIO QUEDA COMPENSADO POR EL CARIÑO DE LA GENTE"

Dos ciudadanas dan café a los soldados de la Brilat. JAVIER CERVERA-MERCADILLO

A todo el mundo le gusta que se le reconozca su trabajo y su esfuerzo. Máxime cuando ambos salvan vidas. Los militares de la Brilat lo perciben cada día en cada gesto, cada aplauso y cada felicitación que les traslada la población, tanto en las tareas de descontaminación como en las patrullas a pie para velar que se cumpla el estado de alarma.

Dentro de esas constantes muestras de agradecimiento, hay algunas que tocan la fibra especialmente. El sargento Carlos González recuerda que hace un par de semanas, en Vigo, "bajó un hombre a por el pan y le dio un dibujo a uno de mis soldados que estaba patrullando diciéndole toma, lo ha hecho mi hijo para ti. Y así con los demás".

Reconoce que "acabamos siempre muy cansados, pero todo eso se compensa con la gratitud de la gente cuando sale a la ventana y te da un aplauso. Igual que la gente de las residencias".

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