CAMINO A LA NORMALIDAD

Si un chimpancé puede, usted también

Una mujer con la mascarilla mal puesta, ante un maniquí ataviado con un tapabocas, en Valencia. EFE
photo_camera Una mujer con la mascarilla mal puesta, ante un maniquí ataviado con un tapabocas, en Valencia. EFE

Hay gente que nos engaña. Hoy hice una nueva incursión en la fase dos y bajé al Orly, mi bar, que llevaba cerrado desde el principio. Tenía una de esas reuniones de teletrabajo que ahora son la moda y decidí celebrarla en esa terraza. En la videoconferencia participábamos unas diez o doce personas y yo, mientras escuchaba a todos y todas, me fijaba en la gente que pasaba por la calle. La mayoría, justo es consignarlo, llevaban la mascarilla puesta a pesar del calor, que era considerable. Luego había gente que, más que engañarnos a usted o a mí, parecía que trataban de confundir al virus. Los hay de todod tipo: algunos llevan la mascarilla en la mano, imagino que ante la eventualidad de que algún policía les pusiera una multa. Como el ladrón que es sorprendido con el botín y dice: "No, si yo iba camino de la comisaría para confesar". Esos son los menos astutos. 

Otros la llevan colgada de una oreja, como un gigantesco pendiente. Así se crean las modas. No le extrañe a usted que cuando todo esto se acabe los grandes modistos monten desfiles en los que las modelos lleven una mascarilla colgada de una oreja. Quédese con este dato y apunte la fecha de hoy, que todo llegará y no quiero que nadie me robe la idea.

Los hay que la llevan al cuello, como si el virus atacara por ahí. Dejan la nariz y la boca descubiertas y se protegen el cuello, como si en lugar de una mascarilla llevaran una bufanda. Entre estos, los más inteligentes fingen hablar por teléfono para engañar al virus, que obviamente pensará: "A éste no lo contagio ahora mismo que está ocupado". Otros la llevan en la frente como si fueran tenistas. Esos son los más originales. Más que los que la llevan colgando de un bolsillo, como para demostrar que la tienen pero no quieren ponérselas porque no les da la gana y no necesitan excusas. Son tan pocos que es de suponer que son votantes de Vox dispuestos a morir por Dios y por la patria

Es sorprendente la cantidad de formas inútiles de usar una mascarilla. Es de justicia consignar que en el tiempo que estuve ahí nueve de cada diez la llevaban correctamente, que tampoco es que haga falta un manual de instrucciones para lucir una mascarilla. Pero hay que reconocerle al 10% restante una capacidad prodigiosa para utilizar la mascarilla de manera tan incorrecta como original. Son suicidas en potencia y potenciales contagiadores, sí, pero también son artistas. Cada uno o una, a su manera, han creado una forma tan absurda como exagerada e inútil de llevar una mascarilla. Lo más original de todo es que no tratan de engañarnos a nosotros, sino al coronavirus, lo que les confiere una increíble cualidad, que es la de creerse inmunes, algo así como si fueran semidioses. 

Los franquistas, durante la Guerra Civil, utilizaban un escapulario con el lema: "Detente, bala". Creían que con tan simple objeto, las balas republicanas obedecerían el mandato y se detendrían antes de alcanzar al soldado que luciera ese escapulario. Aunque los fascistas ganaron la guerra, no hay constancia histórica, ni lógica ni estadística de que el escapulario tuviese algo que ver, pues morían en la misma proporción tanto los que lo llevaban como los que no.

Pues con las mascarillas sucederá lo mismo. El coronavirus, por lo que se ve, no atiende a consignas ni se deja engañar. Está diseñado para contagiar a cualquiera que lleve la boca o la nariz al descubierto y no atiende a quien se salta la norma por muy original que sea. Si lleva usted la mascarilla a modo de sombrero, pongo por caso, el bicho no juzgará la originalidad de su propuesta. Ojalá fuese así de fácil, pero no lo es. Eso solamente lo convierte a usted en un yeyé que puede estar muerto en tres semanas y provocar un rebrote que cause centenares de contagios y varias decenas de muertos en el mejor de los casos. 

Hablo de Pontevedra, una ciudad que desde el primer momento ha mostrado una actitud ejemplar. Uno de cada diez irresponsables es un porcentaje más o menos aceptable. Pero veo imágenes por ahí adelante en las que quienes se saltan las normas son diez de cada diez. Una desgracia. Francamente, yo que vivo prácticamente en fase cero, me preocupo cuando veo esos vídeos o esas fotos de miles de personas que actúan como si alguien los hubiese contratado para acabar con la humanidad a cambio de sentarse a la derecha de Satanás. O eso, o son unos inconscientes o simplemente quieren llamar la atención saltándose una norma tan elemental como ponerse bien una mascarilla, algo que podría hacer un chimpancé debidamente adiestrado. 

No sé por qué, imagino que son los que luego salen a montar caceroladas y a exigir la dimisión de Fernando Simón y de todo el Gobierno socialcomunistafeminazi. Y no me parece mal, pero que aprendan a ponerse una mascarilla. Si un chimpancé puede, ustedes también.

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