CAMINO A LA NORMALIDAD

Los últimos de Ciudadanos

María Rey y Goyo Revenga. DP
photo_camera María Rey y Goyo Revenga. DP

HACE UNOS días, poco más de una semana, dimitió en bloque toda la estructura provincial de Ciudadanos en Pontevedra. La cosa no se ha visto en los medios porque se fueron sin hacer ruido. Presentaron su dimisión y a otra cosa. Ciudadanos se quedó de la noche la mañana sin Comité Provincial, sin directiva en la Agrupación Local y sin Secretaría. El único que se mantiene es Goyo Revenga, pendiente de un expediente disciplinario que se resolverá con su casi segura expulsión.

Además, y dado que las estructuras del partido se dividían en dos zonas, llamémosles Galicia-Norte y Galicia-Sur, la primera dirigida desde A Coruña y la segunda desde Pontevedra, la caída de Pontevedra significa que la provincia de Ourense también se queda en blanco al carecer de órganos propios. Todo ello no se ha notificado desde el partido, sin duda porque creen que eso a los medios no les interesa en plena precampaña electoral.

El goteo de bajas ha sido un no parar, sobre todo en los últimos meses. En Pontevedra pasaron de superar los 100 a no llegar a la treintena. Es la crónica de un suicidio anunciado que desde el partido no supieron anticipar. Nunca entendieron a Galiza. Cuando se fundó la agrupación, acudieron numerosas personas que cumplían el perfil que pedía el partido. Profesionales liberales que saben lo que es cotizar y autónomos que levantan la persiana cada día.

Entraron creyendo en un proyecto alternativo que cubriría un espacio que iba de la socialdemocracia al centro liberal. La gran mayoría no entró en Ciudadanos para ocupar cargos ni para ganar sueldos, pues ambas cosas las tenían en sus vidas profesionales. Lo hicieron pensando que podían aportar algo, en base a sus experiencias y a su formación, a un proyecto político que consideraban prometedor.

Lo que no se entiende es que hayan aguantado tanto. La incapacidad del partido a la hora de seleccionar candidatos a elecciones generales y autonómicas, de elaborar proyectos; la imposibilidad que desde Barcelona o Madrid se imponía de participar en las propuestas de un programa para Galiza. Y sobre todo, el no entender las singularidades gallegas, que no son pocas impidieron despegar al partido, desilusionando a su gente.

Yo hubiera dinamitado la sede y me hubiera largado hace años, como fueron haciendo muchos, pero los que se acaban de ir decidieron aguantar siempre con la esperanza de que se produjera algún cambio que permitiera reconducir al partido en Galiza. Finalmente, tras mucho buscar alguna razón para quedarse, no encontraron ninguna.

Mucha gente piensa en Ciudadanos que ni siquiera hay motivos para concurrir a las autonómicas, ya que no tienen ni la menor posibilidad de conseguir un triste escaño en Compostela y como mal menor, prefieren que sus votos acaben en el Partido Popular. Y en el aire, por encima, está el expediente abierto a Goyo Revenga, que desde las estructuras del partido tampoco entendieron, pues no hizo otra cosa que arrancar al Gobierno de Lores 500.000 euros para políticas sociales sin ningún componente ideológico y a cambio de un voto que Lores no necesitaba para nada.

Los que se acaban de ir lo hacen, creo yo, con la cabeza bien alta, como los soldados que se retiran tras haber defendido hasta el último palmo de terreno. No es que me dé pena Ciudadanos, pero es lamentable que desde el partido no se haya sabido valorar el trabajo de gente que entró sin más ambición que la de hacer política gratis durante años y defender un proyecto mientras buenamente pudieron. Se van hartos de soportar el fuego amigo de gente que no tiene ni la menor idea de lo que es este país.

Tras la marcha de María Rey y de la mitad de su equipo, las actuales estructuras se dejaron los restos para apoyar a Revenga y salvar los muebles, la única acta que tienen en Pontevedra. Lo lograron por los pelos, poniendo en ello todo su empeño y nuevamente sin ambicionar otra cosa que la reconducción de la estrategia del partido en Galiza. Justo un año después, se van y hacen bien.

Con esta última desbandada, Ciudadanos pierde en nuestro país a lo mejor de su capital humano para convertirse en una marca sin valor, sin estructuras, sin militantes y sin ninguna otra cosa.

Algunos de los que se van llevaban ahí desde el primer día. El partido no los merecía, ni supo ganárselos ni fue jamás consciente de sus capacidades, de su formación ni de su experiencia. Era lo más valioso por no decir lo único de valor que quedaba en este partido nacido para perder.

El canto de cisne de Ciudadanos en Galiza vive sus últimos momentos. Y como es de esperar que en Euskadi saquen otro cero y en Catalunya, con mucha suerte, pasen a ser la última fuerza política, o muy bien hacen las cosas de aquí a las próximas Generales, sean cuando sean, o estarán muertos en todo el territorio español, que es lo que pasa cuando uno decide organizar un suicidio colectivo.

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