La cuesta de enero con más pendiente

La imposibilidad de recibir compradores de los concellos vecinos, el cerrojaza a la hostelería y el nuevo horario de cierre deja la ciudad desierta ►El tercer período de restricciones máximas de la pandemia hace mella en los ánimos
Praza da Verdura, en la mañana de este miércoles. JAVIER CERVERA-MERCADILLO
photo_camera Praza da Verdura, en la mañana de este miércoles. JAVIER CERVERA-MERCADILLO

No se recuerda una cuesta de enero más empinada. El primer día de otro nuevo período de blindaje frente al virus arrancó este miércoles con los ánimos mucho más bajos que en los anteriores cierres. Como en un bucle de cierres y reaperturas, Galicia iniciaba, de nuevo, un tiempo de semiconfinamiento ante la tercera ola de la pandemia. Ya van tres y se nota. Entre los vecinos, los comerciantes y los hosteleros de la ciudad el desánimo era patente.

Un grupo de hombres aprovechaba la mañana, en la que pese a las nubes no llovió, para sentarse en la Praza da Verdura con la hostelería ya cerrada. "Es lo que hacemos siempre, venir aquí y charlar un rato, pero ahora sin bares", explicaba un hombre que acababa de coger un café en unos de los establecimientos de la plaza. "En 74 años que tengo no había visto esto en mi vida, ni con la gripe aviar, ni con las vacas locas... lo de este virus jamás", comentaba junto a otros vecinos. "Los que vivimos por aquí no tenemos nada que hacer, a las seis de la tarde se queda todo muerto", explicaba.

Las medidas que se venían aplicando desde hace varias semanas, como adelantar el cierre de la hostelería a las 18.00 horas o romper el cierre conjunto de Pontevedra, Marín y Poio pasando a perimetrar en solitario a cada uno de los concellos, ya había hecho mella en la afluencia de gente en las calles. "Con el cierre de la hostelería a las 18.00 horas no hay callejeo y eso te quita mucha clientela", explicaba un comerciante. Floristerías, librerías, tiendas de ropa o zapaterías expresaban su miedo a una cuesta de enero que a muchos les costará subir más que nunca. "Este siempre fue un mal mes, pero este año aún peor", explican en una floristería del entorno del Mercado.

En la propia Praza de Abastos coinciden en el diagnóstico. "El mes de enero siempre fue malo, pero si además le sumas que hoy es miércoles y que empiezan las restricciones el resultado es esto", decía una placera señalando los puestos vacíos. La imposibilidad de vender a vecinos de Marín y Poio, al no poder desplazarse estos al Mercado de Pontevedra, se hace notar desde hace semanas. "Hai que tratar de adaptarse porque non sabemos canto durará isto", contaba una de las pescaderas, que decía que el bajón se notará más cuando llegue el fin de semana, ya que el viernes y el sábado son los días fuertes de ventas en el lugar.

Bar dispensando cafés para llevar. JAVIER CERVERA-MERCADILLO

Ante la nueva situación, muchos de los comercios del entorno de la Plaza de Abastos optarán estos días por abrir solo en horario de mañana. Es el caso del que regenta Luisa Estévez, Luisa Tallas Especiales. "Aquí a partir do mediodía non hai ninguén, ao pechar a Praza queda todo baleiro, e máis agora ao pechar os bares", contaba mientras anunciaba que ya llevaba semanas cerrando a las 14.00 horas porque no le compensa.

"Sigo aquí para aguantar ata que me poida xubilar, porque me queda pouco", explicaba. Con la clientela reducida al mínimo, asegura que trata de sacar lo que puede para tratar de cubrir gastos. "Eu tiña clientes de Arcade, de Poio ou de Marín que agora non poden vir, o que fago é aguantar, ir pagando autónomos ata que poida pechar", explicaba.

En cuanto a la hostelería, es el sector que acumula más cierres y restricciones en lo que va de pandemia. Tras el confinamiento de marzo, el cierre del ocio nocturno de agosto y el nuevo cerrojazo de noviembre, recibe ahora como un mazazo las medidas decretadas por la Xunta. Muchos optan por reinventarse y las que salen mejor paradas son las cafeterías. Silathe, por ejemplo, situada enfrente de la nueva sede de la Xunta en Benito Corbal ha optado esta vez por mantener un puesto de café para llevar en su puerta. "Tratamos de hacerlo para mantenernos abiertos y por el momento estamos despachando bastante a gente que trabaja", explicaban. Ya por la tarde, el local estaba cerrado.

Y es que, aunque el toque de queda sea a las 22.00 horas, lo cierto es que con el cierre del comercio no esencial a las 18.00 horas las calles se vacían. Se comprobó este miércoles, con imágenes de plazas y calles desiertas que, si no fuese por causa del coronavirus, habrían estado llenas.

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