PERFIL

La doble cara del asesino: de taxista amable a sicario vengativo

"¡Matadme, matadme!", gritó cuando se quedó sin balas a los policías que le acorralaron para detenerlo en Vigo y con los que mantuvo un intenso tiroteo
Manuel Rodríguez Lamas, 'El Pulpo'. ADP
photo_camera Manuel Rodríguez Lamas, alias 'El Pulpo'. ADP

Gatillo fácil, sed de venganza, sobredosis de arrestos... José Manuel Rodríguez Lamas, autor material de la matanza de Vilaboa, presentaba un doble perfil hasta que dio con sus huesos en presidio.

El alias de El Pulpo se lo ganó en el patio del colegio por su destreza al mover los brazos cada vez que se metía en una pelea. Su familia, inmigrante de una aldea próxima a Vigo, tuvo que trabajar con dureza cuando él era niño, pero pudo recoger los frutos de ese esfuerzo inicial y vivir sin agobios. Salvo por el chico, cuyos malos pasos no se explicaban ni había manera de enderezar.

Jose (como lo conocían en casa) le daba a todo. Se había hecho un asiduo de la comisaría, un cliente en la jerga policial. Por atracos a mano armada y trapicheos. "Apenas hay delito por el que no le hayamos detenido", reconocía un agente días después de su arresto.

Su mayor cualificación, no obstante, era la de robar coches para después utilizarlos en atracos, todo a punta de pistola. En numerosas ocasiones su nombre saltó a las páginas de sucesos locales por esa actividad. Tampoco le hacía ascos a ninguna droga.

Aquel hijo único traía por la calle de la amargura a su acomodada familia. Su historial delictivo crecía de forma paralela a su adicción a la heroína.

Su padre, en un intento desesperado por sacarlo de ese mundo marginal, pagó 10 millones de pesetas y le compró una licencia de taxi en la ciudad olívica. Jose respondió al regalo con un cambio en su conducta; incluso se echó novia –a la que conoció en la aldea durante los veranos– y acabó casándose con ella, con la intención de empezar una nueva vida juntos. Fue seis meses antes de la matanza de Vilaboa.

Los taxistas vigueses, aun conociendo su turbio pasado, le recuerdan como una persona de trato afable. Cada día, su esposa le preparaba la dosis de naltrasona, antagonista de la heroína que le mataba las tentaciones del pico. Pero este fármaco no surte efecto con la cocaína, que consumía a puñados.

Según explicaron fuentes de su entorno a la Policía, Jose era un marido cariñoso, un hombre de su casa, pero el taxi le daba la tapadera perfecta para seguir siendo El Pulpo.

Tras la matanza, que gestó para vengarse de su amigo Roberto, avisó a su mujer de que no podía volver por casa porque estaba "metido en problemas". Dos semanas después, la Policía lo localizó en el barrio de Cabral, en pleno casco viejo de Vigo, pero la emboscada debía realizarse en un momento y lugar poco concurridos para evitar una masacre.

Una decena de agentes de paisano cercaron el callejón en que había aparcado su coche. Tras el "¡Alto, Policía!", El Pulpo tuvo la reacción prevista: sacó dos pistolas, se parapetó tras su coche e inició un tiroteo en el que hirió a un agente en un glúteo mientras gritaba "¡Matadme, matadme!". Solo se entregó cuando, acorralado, se quedó sin balas.

Uno de los policías reconoció después que lo tuvo a tiro y que le costó contenerse para no apretar el gatillo.