María Dolores Muñoz: "Los militares están hechos de otra pasta"

Militar vocacional, la comandante médico de la brigada Galicia VII ingresó en el Ejército en 2002. En 2005, en la Brilat. Acaba de recibir el Premio Idoia Rodríguez.

Que le otorguen el Premio Idoia Rodríguez tiene un doble valor para usted, porque conoció a la soldado que le da nombre. 
Efectivamente. Para mí, como mujer, es un orgullo que me reconozcan. Aunque creo que simplemente soy el reflejo de todos los hombres y mujeres que forman parte de la Brilat. A nivel personal es un premio muy importante, porque lleva el nombre de Idoia Rodríguez, que era la conductora de mi ambulancia en Afganistán. Nos conocimos allí y convivimos durante cuatro meses. Para mí es un orgullo recibir un premio con su nombre. No se olvida a un compañero fallecido. Nunca. La tengo siempre presente. 

OLYMPUS DIGITAL CAMERA         Usted es la jefa de Sanidad de las tres bases que conforman la Brigada Galicia VII (Brilat). O lo que es lo mismo, es responsable de la salud de miles de soldados. 
Sí, en Figueirido somos unas 2.300 personas entre militares y civiles. Más o menos sucede lo mismo Siero (Asturias) y Santovenia de Pisuerga (Valladolid). Tanto la base asturiana como la vallisoletana tienen su propio servicio sanitario, con su médico y sus oficiales enfermeros, pero la gestión efectivamente se realiza desde Pontevedra. 

¿En qué consiste su trabajo exactamente? ¿Tiene alguna particularidad al tratarse de un médico militar? 
No más allá de tratar las particularidades de nuestra profesión. Somos exactamente igual que cualquier otro servicio sanitario. Mi misión es coordinar todos los reconocimientos, los apoyos médicos que se necesitan cuando hay un ejercicio o unas maniobras, el control de personal que está de baja laboral o el control de limitaciones para el servicio. Igualmente nos ocupamos de coordinar todo lo necesario cuando nos estamos preparando para un despliegue, desde reconocimientos específicos hasta vacunas. A mayores llevamos a cabo la instrucción sanitaria de todo el personal, que en caso de los militares es muy importante. 

¿Y ante una alerta sanitaria como la que ha generado el coronavirus, la Brilat funciona de forma independiente o como cualquier otro centro de trabajo? 
Nosotros estamos a disposición del Gobierno, así que seguimos el protocolo que marcan las administraciones correspondientes. No tenemos ninguna particularidad en este sentido. Seguimos las instrucciones que se le dan al resto de los ciudadanos. 

¿Los militares son buenos pacientes? 
Son muy buenos pacientes. Yo digo siempre que no todo el mundo vale para ser militar. Están hechos de otra pasta. Somos gente muy dura. Evidentemente también somos seres humanos y nos constipamos o nos hacemos esguinces como cualquiera, pero el Ejército te enseña a ser sacrificado. El militar, en general, no es alguien que se queje. Tenemos muchísima capacidad de sufrimiento. Las misiones te curten mucho en este sentido. Ves cosas y sufres cosas que te endurecen. Te haces más fuerte. 

Mi madre me decía que lo más bonito que puede tener una mujer es su independencia. Ese tipo de valores me han marcado

Ha estado en misiones en la Antártida, en Afganistán, en Kosovo, en Gabón... ¿Alguna la ha marcado especialmente? 
Todas te marcan, de todas se aprende. En Afganistán he estado tres veces y el escenario era completamente diferente entre una y otra. Afganistán es un territorio hostil, una misión dura, que recuerdo con un sabor amargo, aunque me quedo con todo lo que viví con mis compañeros: la lealtad, el sacrificio, el compañerismo... La Antártida es un lujo. Allí el enemigo es el tiempo. Puedes ir pensando que como militar no vas a tener ningún riesgo y, sin embargo, un día de verano convertirse en el peor de tu vida, quedarte aislada y reducida a ti y a tus manos. Kosovo para mí fue una misión muy tranquila, porque España ya se estaba replegando. Gabón ha sido la última y para mí, completamente diferente a las anteriores porque iba como médico de vuelo. Allí nuestro mayor enemigo eran las bacterias y los virus. De las misiones vuelves muy diferente. Te cambian. A mí me han cambiando los valores totalmente. Estás en Afganistán viendo a un niño jugando con una piedra y vuelves aquí y te das cuenta de lo materialistas que somos. El móvil más moderno, el último modelo de coche... ¿Para qué? Al final, descubres que lo único que importa es estar tranquilo con tu gente. Todo lo demás es accesorio. 

¿Es usted una militar vocacional? 
Yo digo que sí, porque en mi familia no hay nadie militar. Pero en casa me han inculcado unos valores que yo siempre he identificado con el Ejército: lealtad, valor, espíritu de sacrificio... Mis padres nos lo han dado todo a sus cuatro hijos, incluso lo que ellos no tuvieron, estudios. Siempre nos han dicho que la mejor herencia que nos podían dejar es una buena educación. Mi madre también me decía que lo más bonito que puede tener una mujer es su independencia. Estos valores a mí me han marcado y yo los veía, tal cual, en la institución militar, así que cuando se permitió que las mujeres ingresasen en el Ejército tuve claro que era mi sitio. 

¿Es más difícil para una mujer desarrollar una carrera militar? 
Con total sinceridad: yo jamás me he tenido ningún problema por ser mujer. Ni con compañeros, ni con mandos. En todas las unidades en las que he estado, todas con mucha tradición, he sido tratada con el máximo respeto. Nunca me he encontrado con ningún problema, pero tampoco con ninguna facilidad por ser mujer, con ningún privilegio. Me han exigido lo mismo que a cualquier hombre y lo he hecho. Simplemente eres una más.

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