CAMINO A LA NORMALIDAD

Mejor y más rápido

2020061214054546131
photo_camera Pontevedra, esta semana. RAFA FARIÑA

Estos días me ha tocado ir al centro y dar un largo paseo por la Avenida de Vigo. Se va percibiendo la normalidad. Mucha gente por la calle sin mascarilla pero guardando las medidas de seguridad, terrazas llenas y más comercios abiertos. La vida vuelve a su sitio un poco más cada día. Se nos va pasando el susto y vamos comprobando que, a pesar de los miles de muertos, la cosa pudo haber sido mucho peor y aquí seguimos. Por lo que se ve, esto es un término medio entre los que pronosticaban el fin del mundo y quienes vaticinaban que esto no era más que una gripe.

Pasa como con el ingreso mínimo vital. Cuando Podemos empezó a proponerlo, hace ya unos cuantos años, al principio de Podemos, a media España le parecía una tontería y a la otra media le parecía imposible. Finalmente se aprobó por mayoría aplastante y con los únicos votos en contra de Vox que son unos chiripitifláuticos. Resultó que la cosa no era para tanto, que es una medida que se aplica en casi toda Europa sin mayor problema y que todo el mundo en España, o casi, se subió al carro en el último minuto.

Eso sí me parece a mí "nueva normalidad": hacer que en adelante, con pandemias o sin ellas, vayamos alcanzando un mundo un poco mejor y una sociedad más justa. La gente que durante la anterior crisis cayó en la pobreza o andaba rozándola, tendrá una vida un poco más digna y eso es bueno para todos, incluidos los millonarios, que tendrán más clientes que puedan comprarles ropa, comida o cualquier artículo de primera necesidad. Hay algunos que no están de acuerdo porque su negocio es vender yates de lujo, pero incluso a ellos les beneficia, no porque quienes perciban el ingreso mínimo vital vayan a gastárselo en yates, sino porque la activación del consumo es buena para quienes compran yates con el dinero que ganan explotando a niños esclavos en Pakistán.

Eso sí me parece a mí "nueva normalidad": hacer que en adelante, con pandemias o sin ellas, vayamos alcanzando un mundo un poco mejor y una sociedad más justa

Así que yo me alegro por quien lo necesita, pero también porque nunca se sabe si usted o yo, o alguno de nuestros seres queridos se vean obligados a percibir esa ayuda en el futuro. Una persona puede ser feliz con ropa, comida y un techo. Esas tres cosas son las indispensables para vivir, elevar la autoestima y tratar de crecer. Sin ellas, uno o una entra en un círculo del que es muy complicado salir. La pobreza nunca trae la felicidad. A veces ni la riqueza, pero un pobre jamás puede ser del todo feliz. Yo sólo conocí a uno, Zoltan, que eligió ser pobre porque renunció a todo, como los antiguos eremitas, que se iban a vivir a una cueva y allí eran felices dedicándose a la meditación, a comer raíces y a cazar ardillas. Hoy ya no queda gente así.

La diferencia entre Zoltan y el resto de los pobres es que Zoltan podía ganar dinero. Era un filólogo húngaro, paleógrafo, historiador y ensayista que acabó en Pontevedra y se labró a pulso la pobreza. Jamás hubiera solicitado el ingreso mínimo vital porque a él la pobreza sí le daba la felicidad. Si quisiera dinero podría dar clases o conferencias en cualquier universidad del mundo, entre otras cosas porque hablaba nueve o diez idiomas y era un académico muy reputado.

Pero claro, Zoltan era Zoltan. El resto de los pobres no quieren serlo, y si este ingreso mínimo vital acaba con su lamentable situación, mejor para todos y todas, y para esta sociedad, que es desde hace tres o cuatro días un poco más justa. Eso demuestra que a pesar del desastre político que se vive en España, se puede legislar y gobernar. Diría más: de no ser por esta configuración parlamentaria que hace los acuerdos tan complicados y en la que hay mucho que ceder, esta ayuda no se hubiese aprobado jamás.

Pues me sentí a gusto paseando por Pontevedra, como hace meses que no me sentía. Es bueno comprobar que la vida vuelve a su sitio. En el bar de abajo de mi casa, tras unos primeros días en los que sólo trabajaron los dueños, volvieron las camareras. Me alegró un montón verlas de nuevo, felices de abandonar el ERTE y volver al trabajo. Queda mucho por hacer. Todavía hay comercios que no han abierto y puede que no lo hagan nunca, pero poco a poco la gente que ha quedado tirada encontrará su camino. Somos una especie de supervivientes y tenemos una ciudad que a lo largo de los siglos ha levantado cabeza en numerosas ocasiones, que se ha recuperado cada vez que las cosas han venido mal dadas y, lo más importante, estamos en esta ocasión mejor preparados que nunca antes. Me juego los brazos, las piernas y el pipí de César Mosquera a que avanzaremos mejor y más rápido que las ciudades de nuestro entorno.

Comentarios