Nadie escucha la llamada

Parroquias que se fusionan y misas cada dos semanas. Parece ser la solución a una crisis de fe que azota a la Iglesia. Hay menos fieles, pero tampoco hay quien los atienda.
Cantera de jóvenes que estudian en el Seminario de Vigo. RAFA FARIÑA
photo_camera Cantera de jóvenes que estudian en el Seminario de Vigo. RAFA FARIÑA

Ser sacerdote no es un oficio, sino una vocación. Lo aclara quien se ha ordenado o quien aspira a hacerlo. Si se tratase de un trabajo cualquiera en el que a los 65 años el empleado se retira, la Vicaría de Pontevedra se quedaría sin el 62,3% de sus curas. De este modo, 47 de los sacerdotes de este territorio nacieron antes de 1956 y solo un joven cura tiene menos de 30 años. El más veterano cumplirá 99 a lo largo de 2020 y el Seminario Mayor de Santiago, el de referencia para el área de Pontevedra, ordena a una media de dos sacerdotes al año. Nadie, o casi nadie, siente la llamada. Y si la siente, tampoco repara en ella.

"El sacerdocio es una vocación. Si Dios no llama no hay nada que hacer, pero puede que esté llamando y los jóvenes con vocación se estén retrayendo", apunta el vicario de Pontevedra, Calixto Cobo. La crisis de fe en la Iglesia afecta al número de fieles, pero también al de clérigos. "Con la mentalidad actual, el compromiso para toda la vida es algo que se diluye, ocurre con los matrimonios y también con el sacerdocio", apunta Cobo. La Iglesia ya ha puesto en marcha medidas para facilitar la atención a todas las parroquias pese a la carencia de curas.

Si los sacerdotes se jubilasen a los 65 años, la Vicaría de Pontevedra perdería al 62% de sus curas. Los jóvenes no sienten la llamada y, si Dios los está requiriendo, tampoco prestan

Hay feligresías en las que solo se celebra misa dos domingos al mes y los párrocos agrupan cada vez más parroquias. Así, en las zonas rurales de Pontevedra, los capellanes llevan sobre tres feligresías (y algunos cuatro). Alguna, como la de Bora, permanece sin sacerdote y sus fieles se ven obligados a desplazarse a las iglesias de Marcón, Mourente o Tenorio para recibir la eucaristía. "En Pontevedra ciudad, gracias a Dios, el servicio está cubierto y no hay problemas para atender a todas las parroquias", explica Calixto Cobo, que apuesta por una mayor participación de los fieles en las actividades parroquiales. "La Iglesia la hacemos todos, también los feligreses, y la base de todo es la familia. En una misma familia, unos pueden contribuir con los valores cristianos participando en Cáritas, otros siendo catequistas o propagando los valores de la solidaridad, visitando enfermos... La parroquia no solo debe estructurarse a través de los sacerdotes, sino a través de todos los bautizados", apunta Cobo, que lamenta que muchos niños no vuelvan a la parroquia después de haber recibido la Primera Comunión.

También el arzobispo de Santiago, Julián Barrio, se muestra preocupado por la escasez de sacerdotes. "Es frecuente que algunos feligreses de las distintas parroquias que quieren tener mayor atención pastoral me escriban o vengan a hablar conmigo para pedirme que les envíe un sacerdote. Sentir esta necesidad es de alguna manera tomar conciencia de que esta es una misión de todos", apunta el arzobispo, que llama a los seminaristas y a los párrocos a invitar al ministerio sacerdotal "a los jóvenes que manifiesten una sensibilidad hacia esta inquietud vocacional".

El récord de ordenaciones en Santiago se produjo en 1961, con 69 nuevos curas

FUSIONES. Por otra parte, en el ámbito del trabajo parroquial, el vicario Calixto Cobo habla de los beneficios de crear unidades pastorales, una especie de agrupación de parroquias que realizan actividades en conjunto. "En Pontevedra esto ya funciona bien, ya que las parroquias de la ciudad nos reunimos, por ejemplo, para celebrar la Semana de la Familia o la Semana Santa", indica. Esta fusión es especialmente importante en el rural para garantizar la continuidad de las parroquias "manteniendo siempre la personalidad de cada una de ellas", cuenta el vicario. "Lo que está claro es que la tradición de tener un cura por parroquia se acabó", termina Calixto Cobo. Esto no siempre es bien recibido por los fieles, que muchas veces se resisten a perder su parroquia y muestran reticencias a la hora de tener que desplazarse a otras iglesias para escuchar misa, sobre todo en el ámbito rural.

La diócesis de Santiago cuenta solo con cuatro párrocos menores de 30 años

Teniendo en cuenta que hay pocos curas y que la edad media de los sacerdotes de la Diócesis de Santiago, a la que pertenece la ciudad, tienen una media de 72 años de edad, el futuro de las vocaciones se perfila preocupante. En 2019 había en la diócesis seis curas menos que en el año anterior y el ritmo de ordenaciones es mucho menor que el de bajas entre los sacerdotes. Solo hay cuatro sacerdotes de menos de 30 años en la Diócesis de Santiago y del Seminario Mayor Compostelano salieron en el último lustro diez párrocos. Los datos ofrecidos por el propio arzobispado demuestran que el volumen de ordenaciones por año ha ido descendiendo progresivamente desde la década de los sesenta. Así, el récord se produjo en 1961, con 69 curas ordenados frente a los tres de 2019. Por otra parte, está previsto que en 2020 la Diócesis de Santiago de Compostela cuente con dos nuevos sacerdotes.

Además, en este momento son 23 los seminaristas que se preparan en el centro. Fuentes del arzobispado confirman que, además de jóvenes gallegos, en el centro hay seminaristas procedentes de Nigeria y Costa de Marfil. Por otra parte, en la Diócesis de Tui Vigo, el seminario de la ciudad olívica cuenta a día de hoy con siete alumnos, uno de ellos es venezolano.

Calixto Cobo: "La tradición de tener un cura por parroquia en las áreas rurales se acabó, eso está claro"

DESDE EL EXTRANJERO. Una de las salidas a la crisis de fe consiste precisamente en atraer religiosos de otras partes del mundo en las que abundan curas y monjas. Jóvenes africanos y sudamericanos estudian ya en seminarios gallegos, así como monjas de Colombia o Perú dan vida a centros religiosos que, de otro modo, permanecerían cerrados. Pontevedra no ha sido ajena a la clausura de este tipo de edificios. El convento de Santa Clara, por ejemplo, cerró sus puertas en septiembre de 2017 al no haber suficientes clarisas que lo habitasen. De este modo, la monja Sor Jackeline Samboní llegó desde Colombia a la residencia para ancianos de A Valvanera, en Cambados, para echar una mano a sus hermanas de congregación, las Hermanitas de los Ancianos Desamparados. El centro era atendido hace años por monjas, pero desde hace ya tiempo se impuso la necesidad de contratar personal externo para poder atender a los 68 ancianos que lo habitan. Otra forma de mantener abierta la residencia es traer a jóvenes como Jackeline desde países en los que no hay tal sequía vocacional.

Jackeline Samboní: "La gente se espera de nosotros una respuesta más coherente con Dios"

"Vine a España en el año 2006 para terminar mi formación y suplir la falta de vocaciones aquí", explica la joven de 32 años. En la residencia que gestiona su congregación convive con otras cinco monjas. «Las más jóvenes somos extranjeras, de Perú y Colombia, las mayores tienen en torno a 60 o 70 años", apunta Jackeline Samboní.

Sobre los motivos que alejan a los jóvenes de tomar los hábitos, asegura que la sociedad española "se ha apartado de Dios" y que "ciertos valores ya no se aprenden en familia". La hermana hace también autocrítica. "Las monjas deberíamos atraer a las personas, nuestra labor es que quien nos vea pueda ver a Dios a través de nosotras y eso a veces nos cuesta. Tenemos fallos y la gente espera de nosotros una respuesta más coherente con Dios", señala.