"No tengo derecho a cansarme"

El Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo se celebra este martes ▶Es un trastorno que afecta a uno de cada cien niños y dificulta las habilidades sociales y de comunicación

Tatiana Cao y su hijo, de espaldas. JAVIER CERVERA-MERCADILLO (ADP)
photo_camera Tatiana Cao y su hijo, de espaldas. JAVIER CERVERA-MERCADILLO (ADP)

"Lo peor son los cumpleaños, porque empieza a darse cuenta de que no lo invitan". Lo explica Tatiana Cao, madre de Alberto Vidal, de ocho años y con trastorno del espectro autista (TEA). El pequeño tiene ocho años y su día a día -y el de su madre- es una lucha continua con el mundo. "Hay que vigilarle todo el tiempo. Yo no me canso porque no tengo derecho a cansarme", explica.

Le cuesta ir en coche, "no es capaz de ponerse el cinturón porque se agobia y, si le dejas, abre la puerta y se tira con el automóvil en marcha", cuenta su madre. Así, los trayectos con el pequeño se hacen parando cada pocos metros para tratar de tranquilizarlo. El autismo se caracteriza, entre otros síntomas, por producir malestar intenso ante determinados sonidos, olores, luces, sabores, texturas o sensaciones. Para Alberto, por ejemplo, viajar en coche es una experiencia horrorosa.

Pese a sus dificultades, a Alberto le va muy bien en el colegio. Lo explica su madre, que hace dos años libró una batalla (otra) para que su hijo pudiese ser escolarizado en el CEIP Chancelas con su hermano, cumpliendo con el porcentaje de plazas reservado a personas con diversidad funcional. A día de hoy, Alberto es feliz en el centro. "Los profesores son muy buenos y tiene muy buen trato con sus compañeros", cuenta la madre. Sin embargo, a su último cumpleaños se presentaron solo tres compañeros de los 25 que hay en su curso. "Ahora va a ser el cumpleaños de su hermano y él se da cuenta de que a él le vienen más niños", cuenta la madre, que asegura que Alberto empieza a ser consciente de que es diferente.

El mismo trastorno con el que le tocó vivir a Alberto afecta a uno de cada cien niños que nacen y jornadas como la de este martes sirven para reivindicar los derechos de las personas que lo padecen, desde la infancia a la vida adulta. Una de las reclamaciones que comparten numerosas familias con niños con TEA es que la atención a la diversidad sea una realidad que se ponga en práctica y no solo promesas sobre el papel. En el caso de Alberto, por ejemplo, el niño comparte aula con otros 24 menores. "No hay una persona que esté todo el tiempo con él y es imposible para el tutor atenderlo a él y a los otros 24 niños del aula", apunta la familia. Del mismo modo, un aula con 25 niños es un lugar en el que cuesta mantener el silencio. "Alberto, y los niños con autismo en general", son más sensibles al ruido que el resto de la gente, por eso ir a un aula con tantos niños le genera ansiedad", explican.

En este sentido, la familia reclama que la Xunta tenga en cuenta las características puntuales de cada grupo de alumnos a la hora de crear los desdobles. Y es que la ratio de 25 alumnos por tutor es legal, pero no es la más adecuada cuando entre ellos hay un niño con TEA.

El camino hacia la inclusión de las personas con autismo pasa también por reconocer sus derechos cuando son adultas. "Respetar que son personas con poder de decisión o elaborar un modelo de atención que tenga en cuenta la calidad de vida con, por ejemplo, actividades de ocio" son los principales retos, según la coordinadora del servicio de día de adultos en BATA (Baión Asociación Tratamento Autismo).

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