Luciano Varela, al descubierto

"Mi papel era el de árbitro, y el árbitro puede pitar penalti, pero no tirarlo"

"Marchena y yo fuimos nombrados en una especie de transacción entre ellos". La derecha y la izquierda se pusieron de acuerdo para que Luciano Varela accediese al Supremo en 2007. Su legado, sin embargo, va mucho más allá de su papel clave en la bien conocida sentencia del procés que puso fin a su trayectoria.
Entrevista a Luciano Varela
photo_camera Luciano Varela tiene un despacho con vistas a la ría de Pontevedra, su lugar de trabajo, en su casa diseñada por su amigo César Portela. GOZNALO GARCÍA

Luciano Varela Castro (Pontevedra, 1947), "seguiría trabajando con mucho gusto". A sus 72 años y con apenas 15 días de distancia desde que cesó en el Tribunal Supremo, uno de los juristas con un mayor peso específico en la España de la democracia hace un recorrido por su amplísima trayectoria personal y profesional, repleta de indiscutibles méritos y no exenta de polémica. El padre de la Ley del Jurado, progresista reconocido, no oculta su posición y apuesta por una "intensa" reforma de la Constitución, en especial en lo que afecta a la singularidad territorial de España, y de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, al tiempo que explica sin ambages el porqué de la sentencia del procés.

¿Cómo se siente, ahora que ha dado un paso al lado?
Definir sentimientos es una labor compleja, es algo que quizás puedan hacer psicólogos o psiquiatras, El otro día le decía a alguien que es como cuando vas en un avión y de repente notas un bache, y rápidamente vuelve la normalidad. Yo espero que sea eso y que pronto regrese a la velocidad de crucero. No sé si decir que siento un vacío, porque sí me ocupo, pero es cierto que noto ausencia de cosas que me mantenían en tensión. Me gusta mucho la viña, pero no es lo mismo. Yo tengo la fortuna de que cultivo algo de viña y voy por allí, a estorbar, porque realmente no soy yo quien lo dirige, sino mi hijo. Y procuro estorbar lo menos posible. No hacemos vino, somos cooperativistas. Llevamos la uva a la bodega Martín Códax.

Una persona como usted tendrá bien pensado qué hacer a partir de ahora.
Lo que más preocupa es no convertirme en un estorbo, que es lo que puede suceder si quieres estar siempre por medio. En segundo lugar, no abandonar el área del conocimiento del derecho, a la que se puede llegar con otras perspectivas. Reflexionar sobre categorías conceptuales y esenciales, y hacerlo con serenidad y sin la servidumbre de atender a casos concretos. Eso da una cierta satisfacción. Y a eso, añadir el tópico de la lectura y la música. Muchos compañeros se extrañan, pero yo jamás he sido capaz de entrar en mi despacho a trabajar sin tener la música conectada. El silencio sí me estorba, y mucho. La música es la gran vacuna contra el silencio.

Seguirá aportando conocimiento...
No sé si aportaré, pero sí produciré reflexiones mientras la cabeza dé para ello.

Jamás he sido capaz de entrar en mi despacho a trabajar sin la música conectada; el silencio me estorba

Nació en A Fonte do Corvo, junto al río Lérez. ¿Qué recuerda de aquella etapa?
Soy un niño del rural, no de ciudad. Nazco en la ciudad, pero en el arrabal, no en el centro. Nací en la Fonte do Corvo, pero no guardo memoria de esa infancia, porque pronto nos trasladamos a la aldea. Tuve una escasa influencia urbanita. Desde que fallece mi padre, cuando tengo 14 años, estoy muy poco en casa. Ando por el campo jugando a lo que se jugaba entonces, a las bolas, al trompo, a la billarda..., acompaño a compañeros que tenían ganado y que lo llevaban a pacer, porque yo no tenía esa fortuna, pues nosotros no teníamos. Solo una vez tuvimos una cabra, y cuando me dijeron que la iban a sacrificar fue para mí todo un trauma. Fue una infancia totalmente rural. Es cierto que fallece mi padre, pero por lo demás tengo la sensación de recuerdos felices.

¿Cómo se decantó por el camino de la judicatura?
La familia de mi padre estaba compuesta por quince hermanos, y en la casa de mi abuelo vivían cinco aún solteros. Uno de esos cinco era abogado, Manuel Varela Muñiz, que falleció en el año 2000 a los 90 años de edad. Mantuve una relación muy intensa con él desde la muerte de mi padre, y su despacho era para mí un habitáculo en el que estaba de manera asidua. Ese personaje fue clave en mi orientación profesional, lo que llaman los psicólogos mi personaje vicarial, mi tío Manuel, lo que hoy se llama un abogado de aldea. Era un personaje con una sabiduría y un sentido común que me costó mucho descubrir con posterioridad en otros congéneres.

Y no tardó en seguir sus pasos al convertirse en fiscal de distrito, primero, y juez, después.
Fui destinado dos veces a Pola de Lena. Aprobé la oposición de fiscales, que entonces se llamaban de distrito, y me fui a Pola de Lena en el año 1971. El distrito englobaba dos partidos judiciales y tres juzgados, que eran Mieres, Pola de Lena y Cabañaquinta. Allí estuve poco tiempo, pero el mismo día que llegué conocí a la que hoy es mi mujer. Mi cabeza de destino era Mieres. Conocí a mi esposa en febrero de 1971, y al año siguiente surgió la oportunidad de venirme a Lalín-A Estrada. Desde el punto de vista de mi relación personal, aquello implicaba o casarse o distanciarse demasiado. Y decidimos casarnos. Estamos cerquita de las bodas de oro, que haremos en 2022.

Mi tío Manuel Varela Muñiz fue clave en mi orientación profesional

Y regresó a Pontevedra.
Vine para Pontevedra y viví en la calle de Os Ferreiros. Empecé a preparar las opisiciones para ingreso en la judicatura con el padre de Cándido Conde-Pumpido. En 1974 aprobé la oposición y nació mi segundo hijo, Calixto, justo cuando me estaba examinando en Madrid. Le conocí con dos días de vida. Trajo el pan debajo del brazo.

Fue un padre joven, lo normal en aquel tiempo. Pero también tendría que conciliar...
Mi mujer fue la gran sacrificada, porque cuando la conocí estaba trabajando en el Hospital General de Asturias. Al venir para aquí tuvo que sacrificar su trabajo allí. Cuando llegamos, como teníamos ya dos niños pequeños, ella retrasó su reincorporación al mundo de trabajo. Posteriormente se incorporó al Gobierno Civil (actual Subdelegación del Gobierno), primero, y después en Prisiones, y otros destinos. Con mi trabajo como fiscal podía estar más tiempo en casa, lo que beneficiaba la conciliación, pero ya como juez no. (Margarita Castejón, esposa de Luciano Varela, formó parte de dos gobiernos municipales de Pontevedra como edil del PSOE antes de jubilarse)

Como juez, regresó a la tierra de su mujer.
Cuando conseguí la plaza de juez volvimos a Asturias, a Pola de Lena, de donde guardo unos recuerdos gratísimos. Allí está la huella de nuestras mejores amistades, que se prolongan con nuestros hijos, que son muy amigos de los hijos de nuestros amigos. Me incorporo allí en 1976, al poco de la muerte de Franco, y allí estuve hasta que me echaron, porque al ascender a magistrado no te puedes quedar. Me voy a la Audiencia Provincial de Vitoria.

En plena etapa de los años duros del terrorismo...
No sé la media de muertos que había por día, pero eran los años de plomo en el País Vasco. Pero estuve poco tiempo, porque salió una plaza en Asturias, en Avilés, y no podía decir que no. E inmediatamente salió una plaza en Pontevedra, y quién podía decir que no. Así, en 1984 nos venimos para Pontevedra, donde nos instalamos definitivamente, con el paréntesis del Supremo.

El que crea que se nombra a gente para el Supremo porque es el mejor se está equivocando

Ya como magistrado en la Audiencia de Pontevedra se encontró con los primeros casos de corrupción. ¿Cómo recuerda aquella etapa?
En los años 80 se produce un gran cambio en la sociedad española. La muerte del dictador no conllevó una caída inmediata del aparato, copado por los que eran sus seguidores. Hubo un tiempo de adaptación a la democracia que empezó por la del propio gran líder, Adolfo Suárez. Las instituciones comenzaron a ser más transparentes, y la ciudadanía empezaba a tener un acceso al aparato judicial que hasta ese momento ni soñaba. No fue un asunto específico de Pontevedra, donde se notó incluso menos que en otras grandes ciudades en las que había estructuras que pretendían un control mayor.

¿Cómo vivió, como juez, esa etapa de cambios?
Lo viví con cierta normalidad procesal y profesional. Me llegaban las denuncias, las tramitaba y seguían el cauce procesal adecuado. No tenía, ni por asomo, sensación mesiánica alguna. Nunca tuve la sensación de que tenía la misión de descubrir al ‘malo’ para imponer el ‘bien’. Cuando hablan de jueces que han ‘luchado’ contra el crimen se me pone la piel de gallina. Yo no he luchado nunca contra el crimen. No lo he hecho porque esa misión la tenían el poder político y policial. Mi papel como juez era como el del árbitro, y los árbitros pueden pitar penalti, pero no tirarlo. Yo dejaba que el mérito de perder o ganar los partidos lo tuvieran los jugadores.

¿Cómo se gestó el cambio de la Sección Segunda de Pontevedra a la Sala Segunda del Supremo?
Por lo que a mí respeta, rellenando una instancia acompañada de un currículo.

¿Cómo se gestó la decisión?
El órgano encargado de ello era el Consejo General del Poder Judicial.

El decurso de la operación Nécora no es la gesta que algunos recabaron

Me refiero a cómo se fraguó el nombramiento.
El que crea que se nombra a la gente para el Supremo solo porque es el mejor se está equivocando. Los nombramientos del Supremo son opciones en las que los componentes ideológicos y políticos, sin duda alguna, en todos y cada uno de ellos, pesa. En mi caso, para sendas plazas fueron puestos sobre la mesa dos aspirantes, que éramos Manuel Marchena y yo. Ni uno ni otro éramos desconocidos. Tanto de él como de mí conocían nuestras capacidades profesionales, pero también sabían cómo pensábamos, nuestras opciones ideológicas, que no eran muy coincidentes. Y también las de otros candidatos de indudable valía profesional. Un sector proponía a uno y el otro al contrario, y ambos fuimos nombrados en una especie de transacción entre ellos. Una vez que estimaron que teníamos las condiciones técnicas y la capacidad profesional suficiente para formar parte de esa Sala, a la hora de decantarse, los que postulaban a uno y los que postulaban al otro quisieron que saliéramos los dos. Aceptaron a uno a cambio de que aceptasen al otro. Manolo Marchena y yo, que fuimos desde ese momento muy sinceros amigos, siempre recordamos aquello con sentido del humor y convivimos profesionalmente sin discordias irreductibles.

Volvamos atrás en el tiempo. Usted tuvo un papel en el inicio de la famosa operación Nécora.
Se ha escrito y se ha opinado sobre eso, incluso por protagonistas ‘estrella’, con alguna temeridad. Una persona que está en prisión, Portabales, se dirige a mi directamente tras intentarlo a través de otra persona. Tras la primera declaración que le tomo ya detecto que aquello no era competencia de un juzgado de Pontevedra, sino de los juzgados Centrales de la Audiencia Nacional. Yo les remití toda la información y a partir de ahí se montó un affaire cuyo decurso jurisdiccional es sobradamente conocido y que en buena medida no se corresponde con la consideración de gesta que algunos recabaron para ese proceso. Los resultados están en las páginas de los repertorios jurisprudenciales.

¿Piensa que el resultado podría haber sido otro?
No dediqué ni un minuto de mi tiempo a pensar en eso. Con los asuntos que tenía en mi juzgado tenía bastante para pensar.

Tuve relación personal con Garzón. De hecho fui su presentador en una conferencia en Vigo, y en otra en la facultad de Derecho de Santiago

¿Qué veracidad le dio a aquellos testimonios?
Yo he vivido siempre, y he cobrado el sueldo siempre, por desconfiar profesionalmente de la verdad de lo que me dicen. Al que me está hablando, en principio, no tengo por qué creerle. Ni dejar de hacerlo. Es un deber profesional que he procurado cumplir lo más escrupulosamente posible. En primer lugar, el que me está denunciando un hecho puede estar mintiendo. Eso, dicho así, puede parecer una frase coloquial, pero eso que le acabo de decir es el perno sobre el que tiene que girar todo el sistema democrático de justicia penal. Si el juez no desconfía de que le pueden estar mintiendo no está siendo un buen juez, sobre todo del que le está imputando un delito a alguien.

Volviendo (usted no lo mencionó) a Garzón, posteriormente tuvo un proceso muy conocido con él como investigado...
Tuve relación personal con él. De hecho fui su presentador en una conferencia en Vigo, y en otra en la facultad de Derecho de Santiago. Posteriormente instruí una causa en la que él era el imputado, se celebró el juicio oral y fue absuelto. Posteriormente formé parte del tribunal que le juzgó en esa causa. Pero como esas actividades son suficientemente conocidas, no haré nunca comentarios sobre ello. No lo he hecho nunca sobre los sujetos a los que he investigado.

"La ley del Jurado debe derogarse para dictar otra más intensa"

Luciano Varela tiene entre sus aficiones las largas caminatas en distintos senderos de Pontevedra y sus alrededores. DAVID FREIRE

Sus hijos Pablo (fiscal) y Xermán (juez) son muy conocidos en Pontevedra. Háblenos de Calixto y de Covadonga.
Fueron los dos primeros, que no se dejaban orientar. Ellos fueron eligiendo. La primera, que fue Covadonga, se fue a un mundo totalmente distinto al mío y al de su madre, que es trabajadora social. Nosotros somos de Ciencias Sociales y ella se fue a la rama tecnológica, e hizo Arquitectura. El segundo, Calixto, que ha sido un hombre preocupado toda su vida por el Medio Ambiente, el ecologismo, estudió Biología. Tuvo un cierto titubeo con Medicina, pero cuando llegó el momento optó por Biología, y hoy es feliz en su trabajo. Él es quien hoy tiene el peso de cuidar de nuestras fincas dedicadas al viñedo, aunque está trabajando en otra empresa en la que lleva 20 años, como biólogo relacionado con aspectos medioambientales. Después llegó Xermán, que ya decidió de una manera vocacional al mundo del Derecho, y el menor, Pablo, también se inclinó por esa opción. Los dos coincidieron en la facultad de Derecho cuando yo era profesor allí. Cuando terminaron, Xermán con más titubeo, Pablo con ninguno, decidieron preparar judicaturas. Yo tenía una cierta trayectoria preparando opositores, con más de 40 aprobados. Ellos fueron dos más, uno es juez y el otro es fiscal. Procuramos, eso sí, que la profesión no contamine demasiado el ambiente familiar.

Resulta imposible no preguntarle acerca de la Ley del Jurado que usted redactó y su vigencia.
Tiene 25 años de vigencia y no se le ha tocado ni una coma, salvo una pequeña corrección a los dos días de que se dictase. Yo lo primero que haría hoy sería derogarla. La Ley del Jurado se hizo en España con una experiencia prácticamente nula. Tuvimos que hacerla casi en el vacío, solo con la referencia de otros países y su estudio. La Ley fue muy timorata. Me encargó su elaboración Juan Alberto Belloch, que en ese momento era ministro de Justicia y que me dio carta blanca para diseñar ese modelo. Hubo un momento crucial, en el que se conformó un modelo tipo continental europeo actual. Rechazamos la fórmula que emplearon en Alemania, Francia o Italia con Hitler, Mussolini y en una Francia ocupada, en el que los jueces profesionales y los ciudadanos están juntos cuando se toma la decisión. Pero en la sumisión al principio de legalidad y a la exigencia de motivación del veredicto nos alejamos del modelo norteamericano, aunque entre nosotros el Jurado decida sin la presencia del juez técnico.

Habría que aumentar la presencia del Jurado en el proceso penal, yo diría incluso para monopolizarlo

Y optaron por el otro modelo...
La opción del ministro fue muy clara, quiso que los miembros del Jurado decidieran sin la presencia del magistrado, y yo estaba plenamente de acuerdo. Lo demás eran cuestiones técnicas para dirimir a qué delitos, en cuántos asuntos, etc. Si limitabas los delitos mucho habría Jurado pocas veces, y se tomó la decisión política de reducir sensiblemente los supuestos de Ley del Jurado. Se quería ganar experiencia, pero eso era para inmediatamente hacer otra ley fruto de la experiencia inicial. Sin embargo, había bastantes personas que ideológicamente tomaban posiciones corporativistas y pensaban ¿quién va a saber más de la vida que quien se aprenda conceptos inasequibles al profano? Así, se impuso una interpretación muy restrictiva de los casos de intervención del Tribunal del Jurado. Eso hizo que no se tocase nunca. Yo insisto en que habría que derogarla e inmediatamente hacer otra aprovechando estos 25 años de experiencia. La ley que yo haría se parecería a la actual, pero no del todo.

¿Cuáles fueron sus principales aportaciones?
La ley del Jurado adelantó, además algunas otras cosas. Antes de ella, un juez podía enviar a una persona a la cárcel sin que se lo pidiese nadie. Un juez que estaba investigando decidía eso de oficio por propia iniciativa, y eso se cortó. En adelante, nadie más podría ir a la cárcel por la voluntad de una sola persona. Se necesita al menos otra que pida eso y oír en debate a quien pudiera verse privado de libertad. Otra de las cosas que se apreció ahora con la famosa causa del procés es que un acusado debe estar al lado de su abogado cuando le están juzgando. Eso solo se hace en la Ley del Jurado, pero en el caso del procés decidimos tomar ejemplo de ella y permitimos que los acusados optasen por estar en el lugar habitual o estar pegados a su letrado. Es una idea de la que me asumo la paternidad. En definitiva, la Ley del Jurado habría que cambiarla para intensificar su intervención en el proceso penal, yo diría que incluso para monopolizarlo, pero al menos para intensificarla y para corregir ciertos aspectos.

También se espera la reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal. ¿Cuál es su postura?
El ministro acaba de hacer una propuesta que supone atribuir al Ministerio Fiscal la responsabilidad sobre la investigación previa al juicio. Esa es la piedra filosofal. O se resuelve eso o vamos a seguir en lo mismo. Ya hace muchos años yo propuse en un congreso de Jueces para la Democracia que fuesen los fiscales quienes controlasen la investigación. No los que investigan, porque eso solo puede hacer la Policía. Investigar es una técnica profesional , la criminalística, en la que, que yo sepa, no nos forman a ningún juez ni a ningún fiscal.

Nuestro sistema es herencia del napoleónico y no se mantiene así en ningún otro sitio de Europa

Pero sí hay jueces que se atribuyen esa capacidad.
Sí, porque la ley está poniendo esa responsabilidad encima de la mesa. La figura del juez de Instrucción es el último resquicio que queda por el que se cuelan criterios autoritarios de épocas predemocráticas. Nuestro sistema es una herencia del sistema napoleónico y es algo que no se mantiene de la misma manera en ningún otro sitio de Europa salvo en España. El juez hace lo que la ley le manda. En aquel congreso de San Sebastián del año 89 yo postulo que el fiscal sea el que lleve la Instrucción. En aquel momento Jueces para la Democracia dice no de manera abrumadoramente mayoritaria. Ahora es la única asociación que yo dije entonces.

"Hoy, la envergadura del narcotráfico supera en mucho a la de antes"

Varela, en un instante de la entrevista, en el salón de su casa de A Caeira. GONZALO GARCÍA

Se habla mucho de intervenir en el Código Penal ante supuestos concretos.
El Código Penal es la garantía de que nadie será privado arbitrariamente de libertad, y por lo tanto debe estar bien hecho. Si estuviese mal hecho el ciudadano no sabría si va a ir a la cárcel o no, porque dependería de cómo se lo interpretasen. Lo fundamental es que sea la carta constitucional del acusado como delincuente, lo que hasta la sentencia no sabremos si lo es o no lo es. El mayor error, suponiendo que sea un error y no un horror, es creer que el Código Penal es la solución a los problemas. Nunca es la solución. Es un remedio que es lo único que nos queda cuando falla todo lo demás. Pensar que una borrachera de penas va a traer la paz a la sociedad cabe en dos personas. En una absolutamente inculta y que no sabe nada, por lo tanto no se lo podemos pedir, o en algo peor, en un antidemócrata autoritario que pide con fruición penas de muerte. Eso aún no se vuelve a llevar, pero cuando escucho a algunos creo que dentro de poco se volverá a hablar de ella.

¿Qué piensa de la prisión permanente revisable?
Tiene un efecto bastante limitado, no hay más que ver el número de casos en los que se aplica, que menos mal, es bastante reducido. Pero se quiere tener el hacha bien afilada para enseñarla y recordar quien es el que la tiene, y eso es autoritarismo, por no decir fascismo en estado puro.

Pensar en que una borrachera de penas traerá la paz social cabe en dos personas: un inculto o un antidemócrata

Cambiando de registro, volvemos a Pontevedra, donde es famosa la tertulia del Carabela, en la que usted comparte momentos con amigos suyos vinculados a la ciudad. ¿Llegó a tener su Carabela en Madrid?
No. Mi modo de vida en Madrid no me lo permitía. Yo decía en broma que no vivía en Madrid, sino en París, porque la plaza que estaba entre la oficina y el lugar en el que yo vivía se llamaba Villa de París. Desde mi apartamento cruzaba la plaza y ya estaba en mi despacho. La distancia que hay desde donde yo vivía hasta el edificio es inferior a la que hay desde la puerta hasta mi despacho. Tenía que resolver en poco tiempo todo lo que requiriese mi presencia.

En ocasiones muy contadas se le ve con una gran cadena al cuello que, que yo sepa, tiene muy poca gente en España.
Esa es la Cruz de Honor de San Raimundo de Peñafort, que se debió a los trabajos de colaboración con el ministerio, tanto en la Ley del Jurado como en la Ley de Enjuiciamiento Criminal. Esta última se la entregamos al ministro cuatro días antes de que se convocaran elecciones, cambió el Gobierno y ahí se quedó. Después formé parte de otras comisiones en las que se utilizó también en alguna medida ese borrador.

Antes hablamos del narcotráfico de la operación Nécora. Años después ha resuelto cientos de asuntos en el Supremo. ¿Ha cambiado algo en este asunto?
Mi aproximación a ese campo fue muy distinta en cada momento de mi devenir profesional, porque a los imputados les veía solo en el momento del juicio, en el caso de la Audiencia, y solo en los papeles cuando estaba en el Supremo. Ha habido muchas variaciones desde el punto de vista de los recursos del Estado. La misma idea de los fiscales especializados supone una aportación muy sensible, aunque solo fuera por su papel trascendente en el campo de la coordinación de los estamentos policiales. Desde el punto de vista social, el tipo de droga varió, ahora la heroína tiene menos protagonismo y entonces la cocaína no tenía el protagonismo que tiene hoy. Fuera de eso, yo pienso que la esencia no varía. Pueden cambiar las cifras, pero no cambios esenciales. Sí hay un mayor control, pero es que hoy hay una envergadura en cuanto a los actos delictivos que supera con mucho la de los hechos que conocimos en nuestra época. Entonces una tonelada de droga era un fenómeno histórico, eso ahora es casi una nimiedad.

Se quiere tener el hacha bien afilada para enseñarla, y eso es fascismo

La Pontevedra de cuando usted se fue por primera vez, en los años 70, e incluso la de 2007, es muy distinta a la actual. ¿Qué cambios destacaría?
Me voy de la Pontevedra en una época muy diversa de la actual. Más familiar, se podría decir. Con estampas como la de un guardia municipal en la ciudad que estaba en Navidad en el centro de la Peregrina, y en la que los coches eran más dueños de la calle que los ciudadanos, y se oía mucho más ruido. La ciudad no tiene nada que ver, pero es que no tiene nada que ver la España de entonces con la de ahora. Con democracia se ha conseguido una transformación cualitativa de la sociedad, y Pontevedra es un ejemplo.

"Cuando estudiaba quinto daba clases de Latín a los de cuarto"

Luciano Varela. GONZALO GARCÍA

Durante toda su vida ha compaginado su labor de juez con la docencia. ¿Qué importancia le concede a esta faceta de su vida?
Lo que más me costó a la hora de marcharme al Supremo y si algo me hizo dudar, eso fue tener que dejar la docencia. Llevaba 20 años de profesor universitario en Santiago, donde he vivido los momentos más felices de mi vida profesional, sin ninguna duda. Cuando estudiaba quinto de Bachillerato tenía que procurarme algunos ingresos, y para eso daba clases de Latín a los de cuarto en una academia de Pontevedra. La docencia para mí siempre fue una atracción evidente.

Posteriormente formó a nuevos jueces y fiscales junto a Xosé Xoán Barreiro, que ahora continúa esa labor junto a su hijo Pablo. Más de 40 han obtenido plaza. ¿Ha creado una escuela?
En absoluto, no formé una escuela. El pluralismo de opciones que tienen los que aprobaron conmigo es total.

De niño recorría 28 km al día en una bicicleta que pesaba más que yo

¿Cuál es su estilo como juez?
Depende dónde se ponga el énfasis en los criterios clasificadores. Para mí hay un solo tipo de juez, que es el que sabe que actúa conforme a las previsiones de la Constitución. La Constitución tiene que ser su orientación desde el punto de vista ideológico, y desde el punto de vista técnico un juez tiene que estudiar siempre y no dar por supuesto que ya sabe bastante. Y yo, lamentablemente, necesito estudiar mucho.

¿Practicó deporte a lo largo de su vida?
Sin pasar del verbo practicar, ni amateur. Mis niveles de calidad eran ínfimos. Uno que tuve que practicar mucho por necesidad fue el ciclismo. Lo necesitaba para trasladarme dos veces al día a Dena, los primeros años, y a Cambados, después, a varios kilómetros de mi casa en Castrelo, para acudir a una academia que me preparaba para examinarme ‘por libre’ en Pontevedra. 28 kilómetros al día en una bicicleta en la que eso del cambio era como hablar ahora de un Fórmula 1. Pesaba más que yo, y el trazado incluía cuestas como la de los Salesianos en Castrelo en la que había que bajarse. También jugué con la pelota y otras actividades. He practicado muchos deportes, pero sin destacar lo más mínimo en ninguno. Ahora hago mucha caminata, pero no lúdica, sino terapéutica. Camino en la búsqueda de los seis kilómetros en una hora, que no lo consigo, pero sí supero los cinco.

Al estilo de Rajoy, supongo que tendrá sus sendas predilectas...
Sí. Yo le he visto, y no sé si alcanzo tanto (como el expresidente), pero tengo los itinerarios grabados en el móvil, mis sendas predefinidas para ir, y cuando no estoy lo suficientemente desanimado para ello recorro siete u ocho kilómetros a ritmo de algo más de cinco por hora. La Illa das Esculturas es uno de mis lugares preferidos, pero también las marismas de Alba, la zona de Lourido, A Lanzada, O Facho, en Castrelo..., varias sendas. (Curiosamente, Luciano Varela pasó gran parte de su infancia y adolescencia en una vivienda ubicada muy cerca de donde después se levantarían los astilleros O Facho, la zona predilecta de Sito Miñanco para hacer salir sus planeadoras, tal y como quedó acreditado en la reciente operación Mito contra el narcotráfico. Actualmente, el juez sigue recorriendo los mismos caminos).

Para mí, solo hay un tipo de juez: el que actúa según las previsiones de la Constitución

Me han dicho que es un gran aficionado al cine.
Me gustan mucho las que abordan temas relacionados con la Justicia, por ejemplo Testigo de Cargo, Doce hombres sin piedad, o Sección Especial, de Costa-Gavras, No me gustan tanto los géneros como el futurista o el fantástico. nada las futuristas. Sin embargo, me gusta mucho el cine de José Luis Cuerda, Amanece que no es poco o Así en el cielo como en la tierra, que son películas que, para mí, son una absoluta delicia. U otros clásicos del cine español, como el cine de Berlanga.

Existe una cierta distancia entre los jueces y la ciudadanía. ¿Es esto positivo?
La distancia del juez no es del todo mala ni es del todo necesaria. No puedes jugar el partido y arbitrarlo, pero para arbitrarlo tienes que estar en el campo en que se juega, no ajeno y fuera de él. Es un problema de ponderación, de medida y sobre todo de prudencia. Esa es la palabra clave. Los contenidos jurisdiccionales reciben el nombre de jurisprudencia, que es la aplicación de la prudencia a la dicción del Derecho.

"Solo desde la más absoluta libertad de los hablantes se pueden modificar actitudes"

GON Entrevista/reportaje con Luciano Varela, jueves, 20 feb · 12:00–12:00

Se aprecia en la sociedad lo que yo llamo ‘delincuencia de baja intensidad’: puestos y plazas públicas otorgadas a dedo, oposiciones en las que algunos tienen los exámenes antes de tiempo... ¿Existen mecanismos eficaces para combatir esta lacra de nuestro tiempo?
Yo tendría cuidado de no denominarla delincuencia de baja intensidad, porque en definitiva esa es la que marca el grado de bienestar y de salud de una sociedad. Es menos intensa pero mucho más extensa, por lo que acaba perturbando incluso más que la aislada. Recuerdo haber dirigido un curso para jueces en Madrid sobre corrupción en el que llevábamos a especialistas de diversas ramas, y había una coincidencia casi general. Hay un antídoto, solo uno, que es la transparencia. El Código Penal no es antídoto, pero incluso como remedio para aplicar después en la herida es de dudosa efectividad. Lo primero, transparencia. Y lo segundo, más democracia, en todos los sectores, empezando por los propios partidos, en lo relativo a como se renuevan los cargos y el nivel de control sobre su funcionamiento. Más democracia, más transparencia, único remedio.

No hay estímulos bastantes (para el fomento del galego) ni desde las instituciones ni desde la sociedad

Existe una petición recurrente de juzgados especializados en determinados territorios y asuntos. ¿Qué piensa de ello?
Una cosa era la universidad en su origen recopilando todo el saber en pocas disciplinas en la que pocos profesores lo sabían todo. Es evidente que a eso no podemos ir. Otra cosa es el despiece de conocimientos que haga que una persona pierda incluso el sentido del tronco común. Tiene que haber especializaciones, pero se está llegando a extremos que rozan lo grotesco. Sé que esto no será políticamente correcto, pero que haya que tener jueces especialistas según qué tipo de bofetada se haya dado y quién la haya dado a quién, me parece un poco excesivo. Eso que llaman aplicar Justicia con determinadas perspectivas me parece un puro disparate.

Destacó durante toda su carrera por la defensa del uso del galego en la sociedad, con el impulso de la Revista Xurídica y las primeras sentencias elaboradas en nuestra lengua. ¿Hemos avanzado en este ámbito?
Está claro que el uso ahora no es testimonial como lo era hace 30 años, cuando se dicta la primera sentencia en gallego, como atestigua el monolito que hay al lado de la Audiencia. Cualquier intento de transformar esa situación por vía de imposición sería el más grave de los errores. Solo desde la más absoluta libertad de los hablantes se pueden modificar las actitudes. El primer punto, sine qua non, es la libertad para el hablante. Y el segundo, que sea en clave positiva, de fomento, de estímulo. En este sentido, creo que no hay estímulos bastantes, ni desde las instituciones ni desde la sociedad, o desde esa posición intermedia que son los profesionales del Derecho que se comunican con la institución judicial. Me gustaría que no se inhibieran, que contribuyeran al enriquecimiento, pero siempre desde el respeto al otro. Recuerdo en una ocasión a un fiscal jefe que pidió al gabinete una traducción de una sentencia mía, que estaba en gallego. Pero se lo pidió verbalmente. El gabinete me lo dijo. Me recordaba que ellos solo traducían del castellano al gallego, pero les dije que lo hiciesen, pero solo cuando se lo pidieran por escrito. En el gabinete me dijeron que él dijo que qué iban a decir si él pedía por escrito la traducción. Yo respondí que lo que iban a decir es que el solicitante no sabía hablar gallego pese al cargo que ostentaba. Él debía asumir el coste de decirle a la sociedad que no era capaz de hablar el idioma que utiliza esa sociedad. No formuló la pretensión por escrito. Hoy eso sería impensable.

Eso que llaman aplicar Justicia desde determinadas perspectivas me parece un disparate

¿Existe politización de la Justicia o judicialización de la política?
¡Vaya tópico! Lo que es político es el tema. Es evidente que un asunto como el del procés está preñado de connotaciones políticas. ¿Qué ocurre?, ¿que, cuando un tema tiene connotaciones políticas, un juez tiene que marcharse para casa? No tiene sentido que un tema, por ser político, no pueda ser tratado jurisdiccionalmente para imponer las consecuencias que la ley establece, pero tampoco puede esperarse que esa decisión judicial resuelva el problema político al que está vinculada la cuestión planteada jurisdiccionalmente. Es imposible. Lo que corresponde al juez no es solucionar el origen del conflicto, sino dar una respuesta conforme dispone la ley para determinadas patologías.

"¿Se imagina a Baviera diciéndole a Merkel que es independiente?"

El Supremo durante el juicio del procés, con Varela y Marchena. EFE

Ha circulado el rumor de que no fue adelante la acusación por rebelión en el procés por el temor a un voto particular de Luciano Varela.
Contestar a eso me parece una necesidad. Ha habido muchísima publicación sobre el procés, que leeré quizás en otro momento con más calma. Ha habido una temeridad en las opiniones verdaderamente asombrosa. Incluso la supuesta filtración de la sentencia no es tal. La decisión podía ser o blanco o negro, y hubo quien vendió una de las opciones a un 50 por ciento de posibilidades y, como acertaron, dijeron que se lo sabían. Entre las tonterías de mayor nivel que he leído y que titulo de franca estupidez es pensar, primero, que mis compañeros fuesen a cambiar de opinión por la amenaza de un voto particular, esto es ridículo. Y en segundo lugar, lo que debate el tribunal no se hace público, pero sí cabe decir que ha habido una posición homogénea, solidaria y una coincidencia de pareceres apabullante, porque tampoco era tan difícil coincidir. Un juicio implica dualidad de posiciones de parte. Tras el fallo una de esas dos partes del proceso va a estar cabreada. En este caso parece ser que alguno de los fiscales ha exteriorizado un cierto malestar porque no se optó por las propuestas que ellos hacían. Parece que en esa toma de posición había un componente personal excesivo. Pero le puedo asegurar que el tribunal actuó de una manera muy distendida. Tuve debates mucho más agrios cuando estaba en una Audiencia que por este asunto. Y la amenaza del voto particular es una absoluta majadería.

Sin duda la sentencia está ajustada a Derecho, pero, ¿está el Derecho adecuado a los hechos en el marco de la sociedad actual?
Hay una cosa que me llama la atención, o dos. Me dicen, ¡es que le habéis puesto la misma pena que al homicidio! Yo le digo que tienen razón, que el homicidio está muy poco castigado. Eso lo primero. También me dicen, ¡es que la sedición es una figura decimonónica! Pero en realidad lo decimonónico será el hecho sedicioso, no su tipificación. A los que dicen que en otros países no se castiga la sedición, yo les respondo que tal vez no han tenido que afrontar eventualidades como las que aquí han sido realidades. Para entenderlo no estaría de más leer el relato de lo que el Tribunal ha declarado hecho probado. ¿Usted se imagina al gobierno de Baviera diciéndole a la señora Merkel que a partir de aquí entra allí casi como una extranjera porque se han declarado independientes de la República Federal Alemana? ¿Qué le pasaría a ese gobierno de Baviera si hiciera tal cosa?

Algunos opinadores dicen que los jueces de Europa han censurado al Supremo. ¡Menos bromas!

También se han escuchado voces poniendo de manifiesto los ‘noes’ de países como Bélgica o Alemania a peticiones de la Justicia española.
No hay ‘noes’ de Bélgica o Alemania. Hay unos jueces de una determinada circunscripción que han hecho una interpretación de un auto concreto de un juez español en un caso concreto. La horterada cultural de algunos opinadores que dicen que los jueces de Europa han censurado al Supremo... Hasta ahí podíamos llegar. Menos bromas. Fueron resoluciones sobre un aspecto muy concreto que era la orden de detención europea, exclusivamente.

Entremos en los nombramientos. ¿Qué le parece lo que ocurre con el Poder Judicial?
La idea del Consejo General del Poder Judicial es muy buena. Baste pensar en cuál era el precedente, el famoso Consejo Judicial, una especie de órgano de jueces cooptados desde la cúpula que gobernaban la carrera judicial a través de una organización casi militar y en la que quienes revisaban jurisdiccionalmente las decisiones recurridas controlaban también orgánicamente a los demás jueces que dictaban éstas. Eso era perder totalmente la independencia de criterio. Hay que separar el gobierno del poder judicial del ejercicio de la jurisdicción. El Consejo no es poder jurisdiccional, no es el Consejo Judicial de la época franquista, sino un órgano de gobierno. Si me pregunta cómo elegirlos, puede decirse que ambos sistemas caben en la Constitución, el que hubo inicialmente (1980) en el que una parte era elegida por los jueces y otra por las Cámaras y el actual en el que todos son designados por éstas. Se dice que la elección por parte de los jueces es más apolítica. Que los jueces no tomen opciones políticas es algo que debe ser matizado. No hay una sola aproximación al escalafón judicial hecha por científicos que no detecte con claridad la clara mayoría de la parte de escalafón políticamente conservadora. Por lo tanto, si se dice que se prefiere que sean elegidos por los jueces, lo que se quiere es que sean elegidos por la derecha. Por eso creo que el sistema actual compensa mejor la diversidad ideológica y de opciones. Otra cosa es cómo utilizan el sistema actual quienes tienen la posibilidad de hacerlo, los señores que integran las Cámaras, que en vez de hacer lo que la Constitución dicta, que señala que todos los que se eligen deben ser del consenso de todos ellos, lo que hacen es reservarse cuotas con exclusión de toda objeción o veto de los otros “yo elijo a los míos, tú a los tuyos y a los míos no los toques”. Eso, y ya lo dijo el Tribunal Constitucional, es una degradación antidemocrática del modelo.

¿Debe abrirse el debate sobre cambios constitucionales?
Creo que alabar la Constitución por su longevidad en lugar de por su flexibilidad y capacidad de actuación demuestra hasta qué punto somos pacatos. Creo que hay que preocuparse más de la ductilidad de los textos constitucionales que de su longevidad inflexible, y creo que es evidente que la especificidad del elemento territorial en un Estado como el español exige un paso más allá del título VIII de la Constitución.

¿La misma pena que el homicidio? Tienen razón. El homicidio está muy poco castigado

Hay que moverse, vamos.
Hay que mover ficha, y no necesariamente por una conveniencia coyuntural de quien lo pide y de quien lo da.

¿Qué podemos esperar de las tensiones territoriales?
Domino poco el mundo del Derecho, como para dominar el de la Ciencia Política. No me atrevo a hacer pronósticos al respecto.

¿Cómo le gustaría que le recordasen?
Como una buena persona.

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