Pontevedra aún es cuna de centenarios

La comarca cuenta por decenas a sus vecinos que suman edades de tres cifras: en casi todos los concellos hay, como mínimo, dos centenarios o centenarias y la capital lidera el ránking con 59 personas en esta franja de edad
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photo_camera La familia y allegados de Ericia, centenaria de Ponte Caldelas, el día en que celebró su cien aniversario. CEDIDA

La comarca de Pontevedra y el centro de la provincia cuentan a sus centenarios por decenas. Pontevedra y su entorno suman, en este segundo semestre de año, 83 personas con esta condición.

El aumento de la esperanza de vida, y, en especial las condiciones de aislamiento y menor actividad que registraron las personas longevas en la pandemia contribuyen a que Pontevedra se mantenga dentro de la media gallega en lo que a personas que alcanzan el siglo de vida se refiere y en una tónica ascendente respecto a sus cifras de la década pasada, con un incremento de casi el 150% respecto a los que había entonces.

La cifra absoluta suele ser proporcional a la población y se dispara en las grandes urbes, como Pontevedra, que en actualidad cuenta con 59 centenarios, de los que hay una amplia mayoría femenina, ya que 45 son mujeres.

La presencia de más residencias para mayores en la capital y los movimientos migratorios por generaciones hacen que este número tan elevado esté nutrido, en parte por personas de edad desplazadas desde otros puntos de la geografía provincial y que reciben cuidados en algunas de las residencias geriátricas de la zona.

Con todo, la cifra destaca en una comarca en la que la media suele ser de dos o tres centenarios por cada pequeño municipio. Es lo que sucede en Ponte Caldelas, en Campo Lameiro, Soutomaior y en Barro.

Poio destaca también con ocho personas de más de cien años según el padrón y más de media decena en su centro geriátrico privado

En el segundo concello despidieron este año a su vecina más longeva hasta la fecha, que hubiese cumplido 106 años este invierno.

La lista de Campo Lameiro tal vez se engrose en breve, pues, al menos otra mujer estaría a punto de cumplir el siglo de vida. A su vez, en A Lama, uno de los concellos con menos población de la provincia, el padrón arroja una estadística de 11 vecinos nacidos entre 1911 y 1921, pero la realidad, parroquia a parroquia, es que nadie conoce a esos centenarios y centenarias y muchos de los que son recordados han fallecido hace años.

Los propios residentes atribuyen a un desfase del padrón esta situación y hablan de una o dos personas en esta franja de edad, las cuáles residirían con sus parientes o en centros especializados. En Vilaboa son seis las personas que se podrían enmarcar en la llamada cuarta edad, mientras que en Poio se estima, según el padrón, que ocho vecinos pertenecen al selecto grupo de los centenarios, alguno de ellos, ya próximo a los 105 años.

También en Poio destaca la cantidad de centenarios ingresados en su centro geriátrico, la residencia Ballesol, en la que contaban más de media decena de residentes en esta franja de edad, entre los que, además se dan distintos grados de autonomía y necesidades.

El progresivo incremento en la cantidad de personas de cien o más años no tiene eco, de momento, en políticas locales específicas

ACTIVOS. Como sucede entre los que se encuentran con sus familias, no hay un denominador común que defina las pautas o cuidados necesarios para llegar a los cien, aunque, tal y como indica una de las dinamizadoras de este centro "en muchos de ellos, se ve que son personas activas, que siempre han tenido curiosidad por la vida y que no se dejan, que no pierden ese interés". También destaca que, "el hecho de estar en una residencia solo significa que se necesitan más cuidados, no que la familia no quiera atender a estas personas. Son casos en los que el cariño de los familiares está más que patente, aún estando en los centros".

En muchos de los casos, las familias no son proclives ni a permitir entrevistas con sus parientes de la cuarta edad por motivos de salud o para salvaguardar la tranquilidad de los mismos. De la época en la que todos y cada uno de los que cumplían cien recibían en sus casas las visitas de alcaldes y políticos, se ha pasado a una en la que la tercera vela en la tarta se recibe con prudencia y con un mayor celo respecto a la salud, tal vez, precisamente, por no ser ya una excepción tan infrecuente en las estadísticas.

En cuanto a lo que significa ir contando con más centenarios y centenarias, el cambio en la pirámide poblacional ha dejado, de momento, poca huella en las políticas locales en las que los asuntos sociales se centran en abordar las cuestiones de los mayores a nivel general o bien a las emergencias y dependencia, independientemente de la edad alcanzada por los vecinos, sin que las necesidades específicas de la cuarta edad aparezcan reflejadas con nombres y apellidos en las partidas presupuestarias.

Ericia Vidal Lopo, centenaria de Ponte Caldelas
"Mira que eu teño cen anos pero non estou parva"
Ericia Rosa Vidal Lopo es una de las centenarias de Ponte Caldelas. Reside en A Ínsua, y su caso llama la atención porque, pese que está al cargo de sus sobrinos, en actualidad no vive con ellos ni en un centro para mayores. Quiso quedarse en su casa y, con ayuda de una cuidadora, el apoyo del servicio de ayuda en el hogar y las horas y atenciones de sus familiares, lo ha conseguido. 

Ericia fue hija de emigrantes brasileños, pero nació en A Insua cuando su madre decidió volver a Galicia. Su vida discurrió aquí, en un ambiente rural hasta que se casó, en 1948 y se fue a Brasil en donde su padre seguía regentando el negocio del que vivía la familia. Aunque residió hasta el 63 en la emigración, en ese año puso fin a su estancia en la diáspora y también al matrimonio. 

Su sobrina Pilar cuenta que les dijo a todos que se quedaba aquí en la víspera de volver de las vacaciones que la pareja había pasado en Galicia. De ese modo disolvió un casamiento que, por lo que fuera, no quería continuar, aunque nunca llegó a hacer oficial el divorcio en Brasil (en España aún no era posible) y eso le valió la pensión de viudedad posterior. 

Ella se quedó en la casa, al cargo de los padres y cuando estos faltaron, siguió en el pueblo gozando de una existencia en la que no se dejó atrapar por las tareas del campo, a las que había renunciado cuando emigró, pero sí por los beneficios de la vida activa y rural. 

Pilar, su sobrina, no sabe cuál es la clave de la longevidad de Ericia, aunque reconoce que "hasta hace muy poquito" ella era plenamente autónoma. "Solo cuando murió su hermana, en 2004, empezamos a hacernos cargo de ella con más presencia, al ver que se quedaba un poco desangelada. Recuerdo que, al principio, la acompañaba al banco y a sus gestiones, y le daba el brazo para que se apoyase y lo rechazaba. Se enfadaba, porque no entendía que yo la viese como una señora mayor". 

Hace siete años que se notó de manera visible el empujón de la edad, y dejó de salir sola a la calle. Pilar y su hermano Gregorio, que a su vez superan también los 80 años, se alternan en las tareas de acompañarla a los médicos, gestionarle las recetas y también otros asuntos como pagos o intendencia del hogar.

Pilar relata que tal vez "Ericia nunca pensó que fuese a vivir hasta los cien años, aunque su médico le dijo en una ocasión: estás muy bien, tu físico tiene 10 años menos que tu carné de identidad". 

Otra de las claves de su buen estado de salud puede ser su lucidez. "Siempre leía un montón, las revistas de corazón y lo que podía. Estaba al día de todo: las noticias de la tele y los concursos de la tarde", indica la sobrina. 

"Su horario es sencillo: se despierta sobre las 9.30 y desayuna, pero hasta pasadas las 12.00 se queda tranquila en cama. Después se levanta, y, aunque anda muy poco en el interior de la casa, se mantiene despierta y activa tanto para la comida, como el resto de la tarde", relata la sobrina. Su otro secreto es acostarse temprano, sobre las 22.00, aunque según reconoce a su sobrina tarda aún en dormirse. 

Si Ericia tiene una frase en la que se reconozca su sentido del humor es, precisamente, la que hace referencia a su edad: "Me dice mucho, mira que eu teño cen anos pero non estou parva", comenta Pilar. 

La sobrina reconoce que la situación de su tía es algo fuera de serie. "Si no se llega a haber administrado bien, solo con su pensión, no alcanzaría para la mitad de las cosas que necesita". 

La realidad de muchos de los que llegan a la cuarta edad es esa: pensiones que no se han revalorizado suficiente como para asumir el coste de la vida; necesidades de salud y cuidados que van en aumento y la falta de un nexo que les facilite el contacto con las nuevas formas de gestión de las mismas: todo ello recae sobre la red familiar y de amigos.

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