Lulú recibe los 110 con sirenas y aplausos

Varios coches de la Policía Local hicieron sonar sus sirenas y un grupo de familiares le cantaron el 'Cumpleaños feliz' desde la calle a la centenaria ▶ "Esto es algo de categoría", cuenta la pontevedresa, que vivió dos guerras y la gripe de 1918, sobre la crisis de la Covid-19

Cuando a Lulú Vázquez le preguntan cómo hace para vivir tanto y con salud, contesta, escéptica: "Yo que sé, eso lo decide Dios". La mujer cumple este domingo 110 años, que la convierten en la abuela de Pontevedra, y los celebra en medio de un ambiente enrarecido. Los suyos no quisieron dejar pasar una fecha tan relevante para la pontevedresa y movilizaron a la Policía Local para ir a felicitar a la centenaria ante su ventana.

Así, varias patrullas municipales hicieron sonar sus sirenas esta mañana y dieron permiso a varios de sus sobrinos para que, manteniendo la distancia de seguridad, pudiesen ir a cantarle el Cumpleaños feliz frente a su edificio con un cartel felicitando a la anciana. La celebración de verdad, con tarta y una enorme reunión familiar, la reservan para cuando todo esto pase.

Un grupo de familiares le cantan el cumpleaños feliz a Lulú Vázquez por sus 110 años. GONZALO GARCÍA

"Esto es una cosa de categoría", cuenta refiriéndose a la crisis del coronavirus quien vivió ya la pandemia de la gripe de 1918. "Yo era una niña y no lo recuerdo muy bien, sé que murió gente de mi familia, pero no tengo muchos recuerdos", cuenta Vázquez.

Historia viva de Pontevedra
Lulú Vázquez, o Luisa Vázquez, es un libro de historia que recrea en una conversación la Pontevedra de principios de siglo sin ninguna dificultad. Vecina de una hermanastra de Valle Inclán, la mujer del escritor solía ir por su casa a menudo. Además, la centenaria recuerda sus paseos por la playa de Os Praceres junto a las hijas del arquitecto Daniel de la Sota, que eran sus amigas.

Vázquez ha visto cambiar radicalmente el paisaje del barrio en el que nació. Si la calle Cobián Roffignac era un barrio de casitas bajas con sus respectivos huertos, ahora es una de las zonas más céntricas de la ciudad. Del mismo modo, la parcela que ahora acoge el Sexto Edificio del Museo de Pontevedra era un hospicio para niños pobres cuando Lulú era pequeña. "Mi madre esperaba en la puerta de casa a que pasaran las mujeres con vacas que vendían leche y luego nos hacía natillas y bizcocho", recordaba en una entrevista en 2015.

Tampoco olvida sus paseos por el "malecón" y los recorridos en barca río arriba hasta el antiguo balneario de Monte Porreiro junto a su padre.


De crisis y guerras sabe un poco Lulú, por experiencia. Nacida en 1910, además de ser testigo de los estragos de mal de la moda, como se le llamó a la gripe española, vivió también la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial, la Posguerra y todo lo que supuso reconstruir un país después de la batalla. Aún así, lo del coronavirus la ha dejado sorprendida y triste. "La guerra fue de ole, además yo tuve dos hermanos en el frente que lo pasaron mal, pero lo que ocurre ahora también me preocupa mucho, ver toda esa gente que se está muriendo... es una tristeza", explica al otro lado del teléfono.

Hija de una mujer que llegó también a los cien años, se mantiene activa pero dentro de casa después de haber tenido algunos achaques el los últimos meses. "Estoy un poco aburrida, no salgo mucho de casa porque hizo muy mal tiempo y ahora que vino el sol no nos dejan salir, es una pena, espero que pase todo pronto, ahora que sea lo que Dios quiera", explica desde su casa, en donde la acompaña una cuidadora todos los días.

Lulú Vázquez ya protagonizó reportajes en Diario de Pontevedra en otras ocasiones, a medida que iba cumpliendo los 105, 107 o 108 años. En uno de ellos reconocía que, pese a tener una salud de hierro, de niña sus padres temieron por su vida. "De pequeña casi me muero. Tuve el sarampión, que se me complicó y cogí una neumonía, luego la tos ferina y vomitaba todo lo que comía. Tendría unos diez años y se me cayó todo el pelo de la cabeza", contaba en 2015 cuando le preguntaban por el secreto de su longevidad.

Ya por aquel entonces confesaba que lo de vivir mucho tenía una parte mala, que era ver cómo los amigos se iban marchando. "Todas mis amigas son más jóvenes que yo, las de siempre se han ido muriendo", reconocía. Aun así, Lulú no está sola. Tiene 87 sobrinos deseando que el confinamiento se acabe para brindar por sus 110 años. Y por todos los que vendrán.

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