José Ángel Abraldes Rodeiro es el responsable de la formación que imparte la Once en Galicia y Asturias, una tarea que se lleva a cabo a través del Centro de Recursos Educativos de Pontevedra.
¿Qué vías siguen para continuar con la actividad educativa?
Tenemos la dificultad de la adaptación porque una parte de los contenidos no son accesibles. El recurso que tenemos es imprimirlos en braille y enviarlos a los alumnos o por medio digital. También se necesita una estrecha colaboración con el profesor de aula, para que tenga en cuenta la adaptación de los contenidos, y la otra parte fundamental es la familia. Estamos utilizando medios telemáticos y la imaginación, y estamos explorando nuevos métodos de enseñanza.
Supongo que será adaptada a las diferentes etapas educativas.
Tenemos Educación Infantil, Primaria y Secundaria y a medida que van adquiriendo autonomía es más importante dotarlos de actividades académicas y lúdicas.
¿Cuál es el radio de acción del que se encargan desde Pontevedra?
Desarrollamos el trabajo en Galicia y Asturias, donde impartimos enseñanza a 500 alumnos.
La familia es más importante que nunca en esta situación.
Habitualmente tenemos una intervención formativa a través de las escuelas de padres, por lo que lo que conocen los contenidos. Ahora tienen que ponerlos en práctica a fondo para colaborar en el aprendizaje. A parte de la formación que se les dio en su día, están tratando de adaptarse y les hacemos un recordatorio a través del teléfono, el envío de documentación y de los tutoriales.
¿Qué perspectivas de futuro manejan en la Once?
La sensación que tenemos es que gran parte del tercer trimestre va estar condicionado por esta situación. A partir del mes de junio tenemos que empezar a preparar el siguiente curso. Hay que transcribir la materia del año que viene. Ahora mismo, está claro que lo prioritario es la salud de todos.
"Necesitamos el tacto en el aprendizaje, pero esta emergencia nos aleja y también nos obliga a usar la imaginación"
Se plantea la posibilidad de otorgar un aprobado general.
Lo lógico sería aprobar o suspender en función de lo realmente evaluado, para valorar el trabajo que hicieron los alumnos. Si se aplicase otra medida, podría crear algún problema de cara al próximo curso y perjudicar a los alumnos. Es una opinión personal.
Esta situación es todo un reto para sus compañeros de docencia también a nivel personal y profesional.
Estamos aprendiendo mucho de ella y abre caminos de futuro para desarrollar la docencia para personas con discapacidad visual con otra perspectiva, porque necesita el tacto como principal canal de aprendizaje, y esta situación nos está alejando mucho y nos obliga a utilizar la imaginación.
