CRÓNICAMENTE

La vieja compañera de Anxo Lugilde

 Teatro Principal _sala de prensa__ presentacion do libro _A vella companeira_ de Anxo Luxilde presentado pola doctora medico psiquiatra Iria Veiga_
photo_camera Anxo Lugilde y la psiquiatra Iria Veiga, en la presentación de 'La vieja compañera’ en Pontevedra. RAFA FARIÑA

Estuvo en Pontevedra Anxo Lugilde el lunes 11 para presentar su último libro, que está teniendo gran trascendencia en todo el Estado español, lanzado a la vez en gallego, catalán y castellano. Con Lugilde coincidí dos o tres veces en mi vida, siempre en grandes actos políticos a los que teníamos que ir a trabajar. Éramos compañeros, él en El Progreso y yo en Diario de Pontevedra y lo éramos también en la TVG, aunque en días y horarios diferentes. Pero se aprendía mucho de él. Todos y todas aprendíamos con Lugilde, puede que el mejor analista político de la prensa gallega mientras trabajó aquí y luego en sus textos para La Vanguardia. 

Está en medio de una gira de presentación de A vella compañeira, el relato de 30 años de lucha contra la depresión. Lo importante de este libro es que nos ayuda a romper barreras que convierten a las enfermedades mentales en un tema tabú. Las enfermedades mentales o más bien quien las sufre, carga con una mochila a modo de estigma. Hablamos con totalidad naturalidad del cáncer, del coronavirus o de cualquier otra dolencia, pero cuando es la mente lo que enferma, nos apartamos: pánico a lo desconocido. Miedo a no saber cómo reaccionar, a no entender lo que les pasa; miedo a ellos y ellas, en realidad. 

Por eso es importante este libro, porque nos ayuda a entender lo que se siente cuando la depresión te persigue, te acosa y te da caza sin misericordia. Lugilde intentó una vez suicidarse y llegó a pasar horas y horas estudiando planos de Compostela para buscar el mejor lugar para lanzarse al vacío. Vivió episodios muy agudos y los cuenta porque sabe que eso nos puede ayudar a todos: a los pacientes y a los demás. Se forma una barrera de cristal desde la que vemos a lo lejos el sufrimiento de una persona. Tampoco sabemos en qué podemos ser de utilidad. Si a un ser querido le sale un tumor en el bazo inmediatamente llamamos para dar ánimos. Eso sabemos hacerlo. Tiene un tumor en el bazo. Ni siquiera es necesario saber dónde está el bazo ni para qué sirve, pero nos parece una enfermedad normal. Dura, seguro, pero normal. Sabemos cómo afrontar el problema y siempre encontramos la manera de hacérselo saber a quien lo sufre. 

Las enfermedades mentales no son contagiosas. Lo es la incomprensión

Hay que romper esa barrera y ése es el paso que dio Anxo Lugilde, perfectamente consciente de que eso le enfrentaría a una enorme exposición personal. Pues hizo bien. Durante la lectura de A vella compañeira, se comprenden muchas cosas sobre la depresión y sobre la salud mental y lo maltratada que está en España. Y es un libro muy bien escrito, como todo lo que escribe, y entretenido además. Las permanentes analogías entre los procesos de su enfermedad y la II Guerra Mundial son esclarecedoras, como lo son los relatos de aquellas cosas que le relajan, como los viajes en tren o las aguas termales. 

En un reciente encuentro en el que Lugilde habló en La Moncloa sobre la salud mental, empezó así: "Me llamo Anxo y vengo del infierno". Y sí, estuvo varias veces en el infierno. No es nada fácil convivir con una compañera tan cruel y persistente como la depresión, y esto debe aplicarse a cualquier enfermedad mental. En los últimos días, otras personas como el presentador Ángel Martín o el arquitecto Pedro Torrijos, compartieron en las redes sociales sus experiencias con otros tipos de trastornos. Solamente rompiendo esa barrera de cristal podemos acercarnos a esas dolencias y a quienes las sufren y dejar de lado esa imagen medieval que tenemos de las enfermedades mentales. 

Mucha información hace falta y mucha divulgación, que es lo que nos ofrece Lugilde al detallar una lucha interminable en la que cree haber salido vencedor, o al menos estar dispuesto a seguir resistiendo. Y es importante además porque a todos nos ronda en algún momento cualquier tipo de estas enfermedades; o a alguna persona cercana. Puede que pensemos que la manera de alejarnos de ellas sea estigmatizando a quien la sufre, como si estas enfermedades fueran contagiosas. No lo son. Lo que es contagiosa es la incomprensión. 

Y hacen falta medios. Creo que fue el propio Anxo Lugilde el que dijo el otro día en un debate sobre el tema en Catalunya, su otra patria, que se gasta más en la investigación de enfermedades raras que sufren quince personas que en las enfermedades mentales que acosan a media España. Durante su último ingreso en Barcelona tras sufrir una grave crisis no lo vio ni una psicóloga. Siempre es más fácil recurrir a tratamientos a base de pastillas, cuando la psicología y la psiquiatría deben ir de la mano en estos casos. 

Lo que más terrible me pareció de todo fue el saber que una persona a la que siempre he seguido y de la que tanto he aprendido haya vivido momentos en los que sólo quería morir. Si eso es duro para mí, imagínese para él.

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