Raquel Haro: "No soportaba que me dijesen lucha. Curarte no está en tus manos"

El 2020 no estaba siendo un buen año para la guionista y escritora, pero el diagnóstico de un cáncer le demostró que aún lo malo puede empeorar. Ella lo relata sin edulcorarlo, pero con humor, en el libro 'Me falta una teta'
Raquel Haro, guionista y escritora. EP
photo_camera Raquel Haro, guionista y escritora. EP

Aunque la portada de su libro es rosa, Raquel Haro no entiende que este color sea el símbolo del cáncer de mama: "Porque no es rosa, es un puto marrón, y no es ponerse un pañuelo el 19 de octubre ni anunciar Ausonia". En Me falta una teta (Editorial Planeta), la guionista relata el vuelco que sufrió su vida en el verano del 2020, cuando le encontraron tres tumores en el pecho izquierdo. Pero ni siquiera eso pudo con su humor ni con su desparpajo.

El 2020 fue un año difícil para todos, pero para usted todavía más.

Fue un año durísimo: el año de la pandemia, del confinamiento, de mi separación, un año en el que sufrí muchísimo por la papitis’de mi hijo, el año del juicio por su custodia y, además, el de mi diagnóstico de cáncer. Fue un año muy duro, pero que también he exprimido. Pero a raíz del cáncer cogí la baja [en ese momento era guionista del programa que conduce el Gran Wyoming en La Sexta, El intermedio] y aproveché para poner en marcha un blog, escribir un libro y, gracias al éxito del blog, cambiar de trabajo. Ahora soy guionista de series y trabajo desde mi casa, con lo cual tengo mucha más calidad de vida. ¡Y encima he aprendido inglés!

Su vida parece haber vuelto a la normalidad, pero demos un salto en el tiempo, al momento en el que se encuentra un bulto en el pecho. ¿Cómo lo recuerda?

Bueno, la verdad es que el descubrimiento fue bastante particular. Yo no me hacía mamografías –en la Seguridad Social no las hacen antes de los 40 años– y tampoco me exploraba, porque que pudiera tener cáncer era algo que ni contemplaba. Me di cuenta cuando estaba echando un kiki con un chico, que me dijo: "Oye, aquí tienes un bulto". A raíz de ahí empiezo a hacerme pruebas y desde la primera mamografía, viendo la cara de pena con la que me miraban todos, ya me di cuenta de que el tema tenía muy mala pinta. 

¿Cómo vivió la confirmación del diagnóstico?

¿Cómo me sentí? Pues aunque te parezca increíble, lo primero que le pregunté al médico no fue ¿me voy a curar? o ¿me voy a morir? Lo primero fue ¿se me va a caer el pelo? En ese momento todavía no me planteaba la gravedad del cáncer, el shock era: "Se me va a caer el pelo". Me preocupaba la caída del pelo porque yo soy una chica muy coqueta y porque sentía que parte de mi identidad y de mi feminidad giraban en torno a mi melena. Verte sin pelo no solo es verte fea, es verte enferma. Y también me preocupaba porque yo tenía a la vista el juicio por la custodia de mi hijo y creía que eso me podría perjudicar. Pensaba: "Madre mía, a ver si además de perder un pecho y el pelo me voy a quedar sin el niño". Ese temor me hizo estar unos meses ocultándoselo a mi hijo, ¡incluso dormía con la peluca!

Aunque suene increíble, lo primero que le pregunté al médico fue: "¿Se me va a caer el pelo?"

En el libro describe con detalle todo el proceso: quimio roja, quimio blanca, radioterapia, cirugía... ¿Qué fue lo más duro?

Yo pensaba que la quimio iba a ser lo peor, pero no. Empecé con la quimio roja, que te deja súper aplatanada, pero te la ponen cada 21 días, así que estás mal uno o dos días, no todos; y luego está la quimio blanca, que te da un chute de energía como si te hubieras tomado cinco Red Bull. Lo más duro fue la cirugía, el momento en el que te quitan el pecho, y también cuando llegas a casa después de la operación y tienes que retirar las vendas. Yo no me atrevía, así que mi mejor amiga vino a mi casa para quitármelas ella. Nos sentamos frente al espejo del baño, yo con los ojos cerrados, y ella me empezó a desenvolver. Cuando acabó, noto que se sorbe un poco los mocos por la emoción y me dice: "Si es que eres preciosa, amiga, con teta o sin teta eres preciosa, abre los ojos". Yo le decía que no, que no quería ver mi cuerpo mutilado, y entonces me regañó un poco: "Mutilado es una palabra horrible. Hay que buscar otra". Mi hijo andaba por allí pululando y gritó: "Tienes un cuerpo pirata". Y así fue como el momento más duro de todo el proceso se transformó, gracias a un pequeño de cuatro años, en algo incluso bonito.

¿Había algo que no le gustaba que le dijesen?

No soportaba que me dijesen que tenía que luchar, y te lo repiten muchísimo: "Lucha". Yo no tenía que luchar, yo me limitaba a ir al hospital cada 21 días a que me pusiesen la quimioterapia. Me parece algo muy injusto, porque al decirte que luches están depositando en ti la responsabilidad de la curación y eso es algo que no tenemos nosotros. La tiene la ciencia, los médicos, la suerte... pero no la tenemos nosotros. No te curas más o menos según lo que tú quieras, ¿acaso Bimba Bosé no luchó lu suficiente?, ¿Pau Donés tampoco luchó lo suficiente? La curación es algo que no está en nuestras manos.

En el libro afirma que lo mejor de una experiencia tan dura fue el cariño de quienes la acompañaron en esa travesía.

Sí, y reivindico el papel de las cuidadoras, porque casi siempre somos nosotras las que cuidamos. De hecho, la enfermera me preguntó cuando me diagnosticaron: "¿Tienes pareja". Le dije que no y ella me contestó: "Mejor, porque así no te abandonan en mitad del proceso. Hay una cantidad brutal de mujeres a las que dejan sus parejas porque ellos no han aprendido a cuidar". En mi caso, mis máximos apoyos fueron mis amigas y mi madre, con su optimismo brutal cuando me decía: "No tienes que estar triste porque vas a perder una teta, tienes que estar contenta porque vas a salvar la otra". Si se mira así... es verdad, lo mejor es centrarse en la teta que se queda y no en la que se va. 

La enfermera me dijo que hay una cantidad brutal de mujeres a las que dejan sus parejas"

¿Y su hijo?

Él me ha ayudado enseñándome a relativizarlo todo, porque un niño de cuatro años ya te puedes imaginar. Tardé en contárselo, pero al final lo hice: "Mamá tiene una teta malita, así que me la van a quitar y me van a poner otra". Yo tardé en decírselo, pero él al día siguiente ya lo estaba pregonando en el cole, no tanto que su madre tenía cáncer, que eso no le llamó la atención, sino que "mi mamá está calva y lleva peluca". Así que cada vez que íbamos al parque, todos sus amigos se ponían a mi alrededor a pedirme que les enseñara la calva. Y mi hijo me miraba con una satisfacción... Yo pensaba: "¡Tiene narices, de lo que más orgulloso está mi hijo en la vida es de que su madre esté calva!".

¿Cómo fue el momento de la caída del pelo? Precisamente, lo primero en lo que pensó al saber que tenía cáncer...

Todo el mundo me decía que me rapara, que ir viendo como se caen los mechones es muy traumático, y yo me intentaba meter la maquinilla pero no podía, era como demasiado fuerte. Me imaginaba sin pelo y me veía como a Sigourney Weaver en Alien o a Demi Moore en La teniente O'Neil, que les quedaba genial, pero la realidad es que a mí la calva me quedaba como a Britney Spear cuando se rapó, ¡fatal! Como yo no me atrevía, un día mi madre me dijo: "Pues me rapo contigo". Así que un día invitamos a mis amigas a su casa e hicimos una pequeña fiestecita que llamamos la ceremonia del santo rapado. Y cayó mucho pelo, pero ninguna lágrima.

Como no me atrevía a raparme, un día mi madre me dijo: "Pues me rapo contigo". Y así fue"

También se ha puesto en el lugar de los lectores a los que les acaben de diagnosticar de cáncer y les deja algunas recomendaciones.

Sí, cáncer para principiantes, como yo las llamo. La primera sería la de quitarse la culpa. El cáncer es una enfermedad y no te aparece por no haberte hecho bastante mamografías, por no haber comido bastante brócoli... Nosotras no tenemos la culpa, no somos Aramís Fuster y no podemos adivinar lo que nos tiene preparado nuestro cuerpo. El segundo consejo sería "está bien no estar bien". Hay que permitirse estar triste, porque eso que dicen que hay que mantenerse positivo porque hacerlo influye mucho en la curación no está demostrado.Yo les diría "si tienes ganas de llorar, llora", y repítete a ti misma que eres una paciente de cáncer y no una taza de Mr. Wonderful. Y, en último lugar, no mires en internet. La red está llena de fake news, también sobre esta enfermedad, que lo único que van a hacer es confundirte y llenarte de miedos. Es lo mismo que buscar el nombre de tu ex, hay cosas que es mejor no teclear.

No ha tenido pudor en hablar de cómo vivió el sexo durante el tratamiento.

Durante el tratamiento yo tenía el deseo de echar un último kiki con mis dos tetas naturales, así que me di de alta en Tinder [una app de citas] y sí, lo conseguí. Después, como ya estaba de alta, a veces entraba durante las sesiones de quimioterapia –son muchas horas las que pasas en la quimio– y chateaba con los chicos de la aplicación. Ellos me preguntaban: "¿Qué llevas puesto?", y yo no sabía si decirles que una vía en el brazo, pero al final contestaba "pues un tanguita".

Yo tenía el deseo de echar un último 'kiki' con mis dos tetas, así que me di de alta en Tinder y lo hice"

¿Su vida sexual se parece a la que tenía antes de la enfermedad?

Tras acabar el tratamiento he ligado poco –solo dos veces–, porque estoy a otras cosas. La primera fue con un chico que no reaccionó bien al verme sin pecho y con el que, por supuesto, no me volví a enrollar, porque si no te gusta mi cuerpazo, pues ahí te quedas. La siguiente vez fue con un chico que se comportó de una manera totalmente natural y eso también me ayudó a mí a normalizar mucho la situación. Pero te diré que en Tinder, por ejemplo, cuento esto que me ha pasado para evitarme sorpresas y me escriben más que nunca en la vida. Al final, lo que a las otras personas les pone es que seas interesante, no que tengas una, dos, tres o cuatro tetas. Eso es lo que yo he podido comprobar.

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