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El desfase

Los Morancos. FACEBOOK
photo_camera Los Morancos. FACEBOOK

Tengo auténtica debilidad por ellos. Ya no recuerdo los años que hace que nos conocemos. Llegaron un día a mi vida y se quedaron en ella. No hace falta que nos veamos todas las semanas, ni que hablemos todos los días por teléfono. Cuando el apego emocional es auténtico, es mirarse a los ojos y tener la sensación de poder seguir la conversación que dejamos pendiente la tarde anterior. El cariño, la complicidad y la empatía se convierten siempre en algo emocional, en una terapia de amigos. Hay mucha emoción en nuestros encuentros.

Acaban de cumplir cuarenta años en el escenario, lo que es toda una proeza. Eran unos chiquillos cuando comenzaron a hacer de las suyas ante el público. Rubios y con ojos claros, hicieron creer a medio mundo que eran americanos. "En nuestra casa siempre ha habido mucha guasa", suelen comentar. "Nuestro padre tenía un sentido del humor tremendo y nuestra madre, que era catalana y que siempre dicen que allí no lo tienen, también tenía mucha gracia. Ella se reía de todo. Lo nuestro es genético, herencia de padres. La madre tenía mucho arte y el padre siempre estaba sembrao en todo". 

Gracias a ese privilegio de sacarle punta a todo con ingenio, Los Morancos siguen siendo un punto de referencia obligado, cuando necesitamos reír para no llorar. Sus parodias de todo cuanto sucede a nuestro alrededor, incluso en los convulsos círculos políticos, son una vía de escape necesaria, depurativa y sanadora. "Nosotros nos reímos mucho, incluso, de nosotros mismos. Los médicos dicen que es bueno para la salud reírse. La risoterapia es eso. Reírse de uno mismo, además de todo, es muy sano"

A los gallegos nos dicen que utilizamos la sorna para decir lo que realmente pensamos de las cosas. Y puede que tengan razón los que apuntan en esa dirección. César y Jorge hacen lo mismo con su humor. Aunque hay pasajes en los que exageran la realidad, el mensaje que hay en el fondo desvela un pensamiento que a nadie se nos escapa. Y nos reímos con su escenificación porque necesitamos despegarnos de esa realidad que nos preocupa y, a veces, nos atormenta demasiado.

"Estamos todos siempre con los prejuicios", me suelen decir. "Hay que sacarse un poquito las cosas de los bolsillos, eliminar las cargas que llevamos y aprender a reírse de verdad. Hay que tomarse la vida muy en serio, eso es cierto, pero también aprender a reírte de todo. Ese es nuestro lema".

Muchas han sido las conversaciones que hemos mantenido a lo largo de estos años, gracias a las cuales hemos forjado una amistad inquebrantable. "Las lecciones vitales, al margen de los golpes que llegan sin esperarlos y que te parten en dos, te ponen frente a la pérdida de personas a las que quieres por encima de tu propia vida", me ha comentado más de una vez Jorge. "El vacío que te queda cuando se va esa gente tan tuya es, en nuestro caso, indescriptible. Yo la ley de vida no la entiendo, no me consuela. A mí me encantaría llegar a mi casa, seguir viendo a mi madre y que me diga ¿hijo, cómo estás?". Sabe cómo le entiendo y eso también nos une...

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