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La historia a sus pies

Anthony Hopkins. TWITTER
photo_camera Anthony Hopkins. TWITTER

Cuando, hace ya varios meses, vi The father, tuve el pálpito de que las interpretaciones llegarían muy lejos. Con Anthony Hopkins se ha cumplido y, sin darse cuenta, ha hecho historia. Algo muy merecido desde hace tiempo. Con el Oscar al mejor actor principal, la Academia redimió lo ocurrido con él en los pasados Globos de Oro. Reconoce que no se esperaba la estatuilla y se fue tan tranquilo a dormir, en su casa de Gales, la noche de la gala. Se enteró de su reconocimiento al despertarse al día siguiente.

Le entrevisté varias veces. Antes de nuestro primer encuentro, tengo que reconocer que estaba nerviosa. Soy inquieta por naturaleza, pero procuro mantener la serenidad en situaciones de este tipo. No siempre lo consigo, en honor a la verdad.

Anthony Hopkins

El día de esa primera entrevista, Hopkins no estaba de buen humor. Así me lo transmitieron los periodistas internacionales, que le veían antes que yo, así que entré convencida que sería una primera toma de contacto difícil. En la entrevista estaba presente su primera esposa (una mujer bella, con el pelo cano como él y que observaba discreta desde un rincón, detrás de los focos del set de televisión). La publicista me presentó y su leve sonrisa de recibimiento me calmó un poco.

"Pues no es tan uraño", pensé...Y, a partir de ahí, debo reconocer que no dejó de sonreír. Prefiero una sonrisa serena y sincera como la suya que una carcajada histriónica. Cuando me indicaron que me faltaba un minuto para dar por concluida la entrevista, le pregunté sobre la soledad del actor, de los largos momentos en los hoteles de las promociones, de las ausencias de la gente querida en rodajes... Y, sorprendentemente, me dio el titular y la mejor declaración de todas las entrevistas mantenidas con él.

"¿Sabes?" -me dijo mirándome con esos ojos azules que inquietan tanto como serenan- "la soledad es muy traicionera, te lleva a cometer errores y caer en vicios poco recomendables. Yo, por fortuna, me rehabilité. En el minibar de mis habitaciones de los hoteles sólo encontrarás agua y zumos naturales". Salí fascinada de aquel encuentro, con ganas de más. Esa manera de hacerme partícipe de algo, ya no sólo personal sino íntimo, con una serenidad y naturalidad poco frecuente, hizo imposible que me resistiera ante su personalidad, carisma, naturalidad y cercanía. Por su talento ya me tenía ganada.

En el siguiente encuentro en Madrid, acabamos hablando de moda. Una chaqueta Chanel que yo llevaba tuvo la culpa. Fue otra conversación deliciosa con un hombre que asegura que se hizo actor "porque era mal estudiante y no valía para otra cosa". Sin embargo, aprendió a tocar el piano a los seis años, dirigió una orquesta con apenas diez, pinta, compone música y da conciertos por el mundo. Un grande de verdad.

En otra entrevista en Roma, con la Plaza de San Pedro de fondo, la cúpula de la Basílica sobresaliendo por encima de su cabeza y con una sonrisa ladeada, me dijo al sentarnos a charlar: "Por favor, no me llames Sir, llámame Tony". Reconoció con esa humildad que suelen tener los grandes de verdad, que el título que le otorgó hace unos años la Reina Isabel de Inglaterra le intimidaba un poco. "Lo acepté con orgullo, reverencia y agradecimiento, pero yo sigo siendo un humilde actor, que hace su trabajo como mejor sabe". Un trabajo que le ha hecho pasar a la historia..

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