Blogue | A mi manera

Con la puerta en las narices

Carmen Rigalt

Carmen Rigalt es una periodista enorme, de esas a las que miras “por el rabillo del ojo”, sin que ella se dé cuenta, para ver si consigues descubrir cuál es su secreto para brillar. Nunca hemos sido amigas, entendiendo por ello pertenecer al entorno más íntimo, pero sí mantuvimos siempre una buena relación de respeto, por ambas partes, y admiración sin titubeos por la mía.

Siempre me asombró su valentía sin miramientos para verbalizar todo aquello que pensaba. Lo hacía con una pluma afilada, certera y brillante. Sus sentencias hacían “pupa” en aquellos a los que iban dirigidas y despertaba un temor que yo siempre identifiqué con la libertad, porque no hay mejor y mayor muestra de lo que es el éxito que conseguir expresarte sin filtros. Y Carmen siempre lo hizo con elegancia y una ironía con la que, como buena gallega, siempre me identifiqué. Decir eso que piensas, incluso lo más duro y doloroso, con un fino sentido del humor que, tal vez, no a todos les convenía entender.

Empezó en la profesión desde el primer peldaño, que es lo que realmente nos curte. Hacerlo así es lo que, en cierta medida, le posicionó en el status que logró encumbrarla. No todo fue un camino de rosas, pero la vocación nos hace solventar con convicción, energía y entrega todo aquello que, incluso, nos parece inalcanzable e imposible de conseguir.

La última vez que hablamos fue posterior a la que nos vimos. La llamé para invitarle a un pase para líderes de opinión de una película que estaba arrasando en Hollywood. Fue, en ese momento, cuando me contó que estaba un poco alejada de todo porque tenía un problema en la vista y eso le impedía hacer una vida del todo normal. Charlamos largo rato y quedamos en vernos en algún momento, lo que sería buena señal.

Pero no volví a saber de ella hasta que, hace unos días, llegó a mis manos Noticia de mi vida, su último libro, en el que cuenta lo que ha sido su trayectoria vital, sobre todo en la recta final.

Y es, en ese momento, cuando fui consciente de su lucha contra el cáncer y el despido, tras veinte años de entrega incondicional, de El Mundo en el ya fatídico 2020. El relato de “ese portazo” por parte del director actual es de obligada lectura, sobre todo para que los que creen que la vida del periodista es siempre maravillosa. Desconocen los momentos de humillación por los que pasamos a veces, así como la cantidad de ocasiones en las que nos dan con la puerta en las narices, incluso aquellos a los que, de alguna manera y en momentos puntuales o no, nosotras mismas les ayudamos.

“El periodismo se presta mucho al mamoneo”, dice Carmen. Y no le quito ni un ápice de razón. Y también es el mundo de las puñaladas traperas, de las promesas que nunca se cumplen, del “ya te llamaré” y nunca suena el teléfono, de muchas más lágrimas que risas y, sobre todo, de muchos portazos por parte de quienes menos te esperas.

Te envidio, querida Carmen, por la libertad de escribir muchos de estos pasajes dando nombres y ya no tener miedo a las represalias, que también abundan. Espero reunir, algún día, ese arrojo para poner a unos cuantos en su sitio y, sobre todo, poder aliviar el desengaño y la rabia emocional. No sé, tal vez nosotras también tenemos derecho de darle a alguien con la puerta en las narices...