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Son todos los que están

Todo este viaje por el viaje fotográfico de mi vida profesional comenzó, hace unos días, con la apuesta de un amigo. Lo que inicialmente parecía ser un inocente reto se convirtió, al bucear en el baúl de los recuerdos, en una cascada de emociones.

Aunque muchas veces he tenido que vencer el pudor para pedir hacer una foto y que muchas ansiadas se han quedado en el camino, me alegro de haberlo superado porque no puedo tener mejor herencia de lo vivido. Cuando dicen que "una imagen vale más que mil palabras" no se equivocan, pero lo que significan muchas de ellas sobrepasa lo visual.

Me habéis escuchado decir, más de una vez, que esta profesión me ha regalado una segunda familia. Con el tiempo, muchos de los entrevistados se han convertido en mi círculo más cercano, privado incluso. Son la familia que yo he creado, que he elegido. He pasado con ellos más tiempo que con la mía propia. Los amigos que este trabajo ha traído a mi vida no han hecho más que enriquecerla.

Por motivos que se quedan en mi círculo íntimo, estoy viviendo una etapa de sobredosis emocional. Estoy susceptible y sensible, más de lo que es normal en mí. Me emociono con facilidad en la situación más inesperada y con algo que, en otro momento, podría incluso pasar desapercibido. Yo, que me conozco muy bien, sé la razón y trato en silencio de ir gestionándolo para no decaer del todo.

Hace dos semanas decidí hacer un curso sobre las Habilidades blandas, la comunicación y todo lo que le rodea. Lo creó mi amiga Rosanna López Salgueiro, una de esas personas generosas que te tiende la mano sin pedir nada a cambio. Es escritora brillante, politóloga y activista practicante pro derechos de la mujer. Es de las que luchan de verdad y con argumentos.

Cuando me inscribí no imaginé lo que podría desencadenar en mis cimientos emocionales. Siendo unas jornadas intensas y pedagógicas, la carga terapéutica que me han supuesto hasta ahora es sanadora. Si te conoces bien, y yo hace tiempo que me asumí con defectos y virtudes, te sorprende más que, a través del trabajo, puedas llegar a emocionarte.

Uno de los ejercicios de esta semana era que preguntar a gente cercana qué piensa de nosotros. Tenían que sintetizarlo en cinco cosas, en lo que quisieran. Era algo que nunca se me había ocurrido preguntar ni siquiera a mi familia. Imagino que por ese pudor que siempre me atenaza. Intuyes lo que les gusta de ti, cómo eres, pero verlo escrito o verbalizado fue un revulsivo anímico y emocional muy potente, un bálsamo para esa autoestima que no consigo domar.

Leer lo que gente muy dispar me escribió es otra de las herencias que ya nadie me quita. No puedo leerlas sin emocionarme. Cuando alguien se va, todo son palabras maravillosas sobre cómo era. Yo ya las sé antes de irme y esa es ahora mi fortaleza. Me siento afortunada por haber elegido bien a mis amigos. Por eso, son todos los que están. 

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