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Viggo Mortensen, un "Donostia" con pedigrí

El actor Viggo Mortensen recibe el Premio Donostia 2020. EUROPA PRESS
photo_camera El actor Viggo Mortensen recibe el Premio Donostia 2020. EUROPA PRESS

Acaba de recibir el premio Donostia por toda su trayectoria. Y nadie ha cuestionado que Viggo Mortensen es merecedor de un galardón, que ya tienen los más grandes del cine internacional. Coincidió la entrega de esta semana con la presentación de Falling, su debut como realizador. La produce, guioniza, dirige, interpreta y ha compuesto la música. Un «todo en uno» que él sabe conjugar con maestría. No en vano, es el actor más polivalente del mundo del cine. A todas esas habilidades añades que es poeta, pintor, concertista de jazz y un fotógrafo excelente.

He tenido la oportunidad de entrevistarle varias veces. Y todas han sido una auténtica aventura emocional, porque Viggo es de esos interlocutores que te llevan al terreno de la calma, porque habla con una serena cadencia que te succiona. Su tono es bajito, tranquilo y con un acento argentino muy marcado, consecuencia de sus doce años de residencia en el país sudamericano.

Le gusta dormir poco, porque tiene miedo a perderse la vida. Tímido, intelectual, bohemio y solitario. Mortensen es un tipo sencillo, sin ningún afán de protagonismo, de los que huye del relumbrón de Hollywood como "alma que lleva al diablo".

Hace tiempo que ha conseguido despojarse de la capa de ese Rey Aragorn que le convirtió en la viva imagen del héroe. No es un actor al uso y su especialidad es "meterse en la piel" de psicóticos, asesinos y seres tortuosos. En los tiempos que está despierto, no deja de arriesgar. Recuerdo cuando rodó Un método peligroso, donde se convirtió en Sigmud Freud, el padre del psicoanálisis. Se sumergió en un estudio personal del personaje, siguiendo su habitual método de documentación. Visitó su lugar de nacimiento, sus casas de Viena, Londres y el hospital Burghölzli, además de leer la obra completa de Freud, así como ver fotografías e imágenes de archivo para poder reproducir sus gestos e, incluso, buscar la marca de puros que fumaba.

Se preocupó por su forma de vestir y su humor. "Freud siguió vistiéndose del mismo modo durante muchas décadas, al estilo del XIX", me contó en su momento. "Escribía de una manera muy formal y, en sus cartas, su inteligencia se hacía patente. Era un conversador ingenioso y agradable. Siempre es atractivo interpretar a un personaje así".

Cuando llegó a su vida el "rey Aragorn", Viggo había rodado ya 40 películas, pero apenas nadie, salvo los cinéfilos de verdad, conocía su rostro. A partir de ese momento, varias leyendas empezaron a circular sobre su manera de fusionarse con el personaje.

Dicen que se rompió dos dientes y pidió que se los pegasen con 'superglú' para no interrumpir el rodaje. También aseguran que dormía con la ropa de Aragorn para sentir el peso del personaje. Su papel, en El señor de los anillos, estaba destinado, en un principio, para Stuart Townsend, novio de Charlize Theron en aquella época. Al no dar la talla, le valió a Viggo la oportunidad de su vida.

Elegido por la revista People como una de las 50 personas más guapas del mundo, en Hollywood confían en él como el "estupendo relevo para Harrison Ford". Lo hecho ya nadie se lo quita y todo justifica ese premio Donostia con auténtico pedigrí.

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