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El rey de las venganzas

Liam Neeson. DP
photo_camera Liam Neeson. DP

UNA DE LAS MARAVILLAS de esta profesión, que considero regalos impagables, es la oportunidad que te proporciona el conocer a gente que, ni en el mejor de tus sueños, imaginabas siquiera tener cerca. Cuando el transitar por el camino, en el que te van situando las circunstancias, te posibilita no solo ese conocimiento, sino también formar parte de un trocito de su vida, compensa todos los desvelos, momentos de desánimo y de querer “tirar la toalla”, que los hay y resultan cuantiosos si eres auto exigente. Raro es quien, en esta profesión tan vapuleada y desprestigiada la mayoría de las veces, no se ha replanteado activar un plan B, reciclarse y emprender otro camino. Pero, entonces, entra en juego el factor vocacional y se disipan todas las dudas.

El poder verbalizar estas sensaciones, subidas y bajadas de ánimo, es muy sanador. Depura la mente y, en cierta medida, resulta terapéutico. Es necesario mirar atrás de vez en cuando, regresar a tus raíces, certificar el origen de toda tu aventura vital. Ejercicio obligado, casi me atrevo a decir. Te ayuda a tomar impulso, a reciclar, a corregir errores y, también, agradecer lo vivido ¡cómo no! Hacerlo a conciencia es la única forma de sentir que vuelves a empezar de cero, pero con una experiencia que te revitalizará.

Toda esta reflexión espontánea, dicho sea de paso, ha surgido al recordar lo privilegiada que me siento por lo vivido profesionalmente. Este trabajo me está dejando en herencia un grupo de personas, a las que llegué en el ejercicio de mi profesión y que, con el tiempo, se han convertido en amigos irremplazables. Famosos o no, mediáticos o anónimos, son mi entorno más preciado. Mi otra familia, esa que eliges y que convive con la que la vida te da y que, en mi caso, es excepcional.

También está ese grupo al que admiras, que disfrutas cuando les entrevistas, pero que juegan en otra liga. Celebrities, les llaman... y llegar a ellos es el mayor reto. Pude conocer a muchos a los que admiraba de joven y que, después de entrevistarles, sigo siendo incondicional porque no me decepcionaron. Con otros ha ocurrido lo contrario. En ese primer grupo está Liam Neeson.

Su cordialidad es directamente proporcional a su estatura. Desde su 1,96 de altura, ve la vida con serenidad y cierta distancia “porque me ha enseñado que esto es efímero”,  me dijo en una conversación. Fue después del fallecimiento de su mujer, Natasha Richardson, lo que daba un significado especial a su confesión. No era la primera vez que le entrevistaba. Ya lo había hecho previamente en la promoción londinense de Star Wars.

La próxima semana, Neeson pasará por Madrid para presentar Venganza bajo cero. Como suele ocurrir con este tipo de visitas, su estancia promocional será rápida, casi un “visto y no visto”. Me cuentan compañeros de Londres, que ya le han entrevistado, que ha desplegado la misma cordialidad de antaño, mezclada con una timidez que no acaba de superar y, eso sí, con esa voz profunda de la que es dueño, que impone y seduce a partes iguales. El encuentro  promete.

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