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Leyendas y misterio

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Manel Loureiro. JAVIER CERVERA
photo_camera Manel Loureiro. JAVIER CERVERA

"PONTEVEDRA es muy pequeña, nos conocemos todos". Es algo que vengo oyendo desde niña. Y, de tanto escucharlo, te lo acabas creyendo o, por lo menos, asimilando. Hasta que te das cuenta que dejas en el camino de ese conocimiento a gente sobresaliente, a la que llegas por otras vías inesperadas.

A Manel Loureiro no le conozco personalmente. Una espinita imperdonable, lo sé. Pontevedrés ejerciente y apasionado como yo, llegué a sus libros por mi hermana María, fan absoluta de su literatura. "Tienes que leerle, te va a encantar. Y vas a querer entrevistarle después".

Y le hice caso. Comencé a conocer al autor a través de sus historias. Si bien tengo que reconocer que soy muy poco aficionada a los relatos apocalípticos y del mundo zombie, me prometí a mí misma el conseguir llegar al final de sus aventuras para crearme con él la dependencia que ejercito con otros autores como Ruíz Zafón o Màxim Huerta —por citar dos muy concretos— que, escriban lo que escriban, sus libros están siempre en mis estanterías. Es decir, tenía especial interés en que llegase a mis manos una historia que me enganchase para convertirme en adicta.

Y ocurrió. El último pasajero, con todas las taquicardias que me ocasionó incluidas, me atrapó. Coincidió la lectura de esa novela, digna del guion de una película dicho sea de paso, con el hecho de que empezamos a seguirnos por las redes sociales. Sin un contacto asiduo ni continuado, fui conociendo un poco más a quién se escondía detrás de esas historias que, como poco, me inquietaban.

Como suele ocurrir en estos casos, quedamos en desvirtualizarnos en algún momento en Pontevedra, donde él vive y yo tengo a mi familia, pero aún no lo hemos conseguido. Imperdonable pero, como todo tiene su momento, la publicación de su nuevo libro, La puerta, creo que por fin va a hacer posible que se abra esa vía de conocimiento presencial y, sin duda alguna, de la entrevista que bien imaginó mi hermana que me gustaría hacer.

Y no voy a negar que me intimida un poco porque, aunque una es una prehistórica en esta profesión, me sigue alterando la posibilidad de no dar la talla, algo que suele ocurrir más veces de las que imaginamos y que una aprende a gestionar como puede.

Admiro en grado sumo a quienes escriben y hacen de ello su profesión vital. Tener una idea, darle forma y crear una historia, que te succione hasta el final, es puro arte . Hoy todo el mundo escribe libros, hasta los influencers y algunos famosos, pero eso no es ser escritor por mucho que presenten sus libros y los firmen en las distintas ferias de turno.

Con La puerta, Manel me ha abierto rendijas a lugares y leyendas de nuestra tierra que, en algunos casos, desconocía. Ha posicionado nuestra ciudad en un relato sin pretensiones, pero con mucho talento y virtuosismo.

Ha sido como el Woody Allen que embellece los destinos en los que rueda. No en vano, es uno de los pocos autores contemporáneos que ha conseguido situar sus libros en la lista de los más vendidos de Estados Unidos. Y es de la Boa Vila, ese lugar de orgullo al que siempre acabamos volviendo...

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