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Limpiar la imagen

SIEMPRE ME han gustado las biografías, desde niña. Cuando son autorizadas o, incluso, autobiografías ¡ya es un plus!, porque eso significa que lo escrito es verdad. Siempre y cuando ¡claro está que el protagonista sea fiel en su relato. Todavía me siguen encantando y tengo cantidad de ellas. De hecho, una de las que está apilada en mi mesilla estos días, en los que espero recuperar lo que no me ha dado tiempo a leer o ver durante la temporada, es la de Meryl Streep y me la voy a "devorar" antes de nuestro encuentro en el próximo festival de Venecia.

Esto viene a cuento porque, cuando tengo que escribir sobre alguien, antes investigo y buceo en todo lo que hay escrito sobre su pasado en los medios, artículos o entrevistas de confianza. Y me suelo llevar muchas sorpresas porque, en algunos casos, la travesía vital de la mayoría de ellos se aleja mucho de la percepción que podemos llegar a tener. Muchas de sus vidas han sido un camino plagado de esfuerzos, renuncias, frustraciones y lagunas de felicidad, lo que hace que llegues a empatizar más con ellos porque acabas comprobando que, aunque estén en la cima del éxito, sus peajes pueden compararse con los tuyos.

Cuando he llegado a conocer y charlar con algunas personalidades de ámbitos de lo más diferentes, me he dado cuenta que, detrás de esa vida de glamour y éxito, suele anidar mucha soledad. Y esa sensación, por muy rodeado de gente que puedas llegar a estar, puede acabar derivando en una desolación incontrolada o desviándote por senderos de los que te acabas arrepintiendo con el paso de los años. En eso todos suelen coincidir cuando hacen balance de su escalada a la fama y de los muchos escollos que tuvieron que superar para disfrutar del éxito.

amaliaGerard Buttler no es una excepción. La primera vez que le entrevisté fue en Londres. Era la promoción de 300, película en la que interpretaba al Rey Leónidas. Competía en atractivo, músculo y debilidad femenina con el modelo y debutante actor Rodrigo Santoro, que 'a priori' tenía conquistada a media profesión. Sin embargo, la mirada azul cobalto del escocés le ganó la batalla a los ojos negro azabache del brasileño. Uno desplegó su voz profunda y el otro su poder latino, pero el rey acabó desequilibrando la balanza.

Después vinieron más conversaciones promocionales y algunas espontáneas confi dencias. Cuando a uno le llega el reconocimiento en la madurez, como es su caso, tienes una seguridad que no te da la juventud y respondes con menos pudor al periodista. Antes de ser actor, Buttler se ganó la vida como camarero, tele operador, vendedor de juguetes, estudió Derecho, trabajó en un bufete, formó parte de un grupo de rock y, como habilidad extra, era un especialista en exhibiciones de peonzas.

Su padre fue corredor de apuestas en Escocia, pero la familia se trasladó a vivir a Canadá cuando Gerard solo tenía seis meses. Un año después, sus padres se divorciaron y Buttler regresó a Escocia con su madre. Dieciseis años sin ver a su progenitor. Se reencontraron en una cafetería de Glasgow "y fueron las dos horas más emocionantes de mi vida". Fue la terapéutica manera de limpiar una imagen.