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Un hombre nuevo

Brad Pitt, en el Festival de Venecia. CLAUDIO ONORATI (EFE)
photo_camera Brad Pitt, en el Festival de Venecia. CLAUDIO ONORATI (EFE)

DESDE NIÑOS nos han repetido hasta la saciedad eso de "las buenas compañías". El dime con quién andas y te diré quién eres. Es algo que, en la adolescencia, me parecía un soniquete molesto. Tal vez porque, en esos momentos, no me daba cuenta de lo mucho que puede llegar a condicionarte la gente de la que te rodeas. Con los años te das cuenta que, según a quien tienes al lado, obras de una u otra forma. Incluso puedes desviar tu modo de comportarte en función de con quién estás.

En el mundo mediático hemos podido comprobar esos cambios de actitud en muchos personajes conocidos. La popularidad tiene esa molesta proyección. Cada movimiento o comportamiento se convierte en patrimonio de todos, lo que nos lleva a prejuzgar los motivos de esos diferentes cambios de actitud del personaje conocido.

Esta reflexión me viene a la cabeza después de haber estado, en el festival de Venecia, con Brad Pitt. Presentaba su nueva película, Ad Astra. A lo largo de los años, he podido entrevistarle en varias ocasiones y darme cuenta del diferente lenguaje corporal expresado en cada una de ellas. Y, sin duda, me he reencontrado con la mejor versión de un actor que, al margen del talento y un físico apabullante, ha transitado por años que han desdibujado su auténtica manera de ser.

Y eso ha tenido mucho que ver con las personas que ha tenido a su lado. El Pitt de Jennifer Aniston era risueño, irónico, divertido y cercano. En su última relación era distante, irascible, poco amigo de las entrevistas y, en ocasiones, huraño. Por fortuna, el de hoy ha vuelto a esa etapa de luz, relax y vida sana. Con esa sensación salí de la entrevista que mantuvimos.

Fueron apenas cuatro minutos de grabación, porque en los festivales más tiempo es una utopía, pero lo más divertido es lo que hablamos fuera de cámara. Suele ocurrir siempre. Al llegar, después de la presentación, me preguntó si era la primera vez que le entrevistaba porque le sonaba mi cara. Teniendo en cuenta que ve cientos de periodistas en su vida, le dije que eso se lo diría a todos para quedar bien. Tras una sonora carcajada, me reafirmó en que le resultaba familiar.

Le comenté que no me acordaba, en ese momento, de la última vez que nos habíamos visto (creo que fue, en Berlín, en la promoción de Ocean’s thirteen), pero sí tenía muy clara la primera: en las entrevistas de Thelma y Louise. "¡De veras! Eran mis comienzos" y no pude menos que responder "Y los míos, por lo que ahora me siento una prehistórica". "Lo que eres es una experimentada". Y, a partir de ese momento, ya le dejé que me contara todo lo que quisiera. Daba igual, me había reconquistado.

Mi sensación es que se encuentra en un momento dulce. Con una vida afectiva sin tormentas en el horizonte, Pitt ha recuperado su esencia. Guapo hasta hacer daño, continúa con ese aire de desaliño muy estudiado. No es una estrella al uso, tal vez por ello no le importa demostrar que en la distancia corta es más impresionante que en la pantalla. El Brad Pitt de hoy es, afortunadamente, un hombre nuevo.

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