Blogue | ¡Callarse, becerros!

La lata de almejas

MEEQUIVOQUÉ. España no es una inmensa empresa de pompas fúnebres. España es un autobús. Una carrilana con pasajeros y gallinas en la baca, como la que pintó Torrente en Los gozos y las sombras. El Castromil que salía de Pastor Díaz para Coruña y en el que antes de arrancar te ofrecían la bolsa por si vomitabas. El autobús de La Unión que del Alpendre dos avós tiraba para Cangas y que en San Adrián de Cobres detenía el conductor para tomar un vaso de vino. Eso es España. Un trole con catenaria herrumbrosa como el que te llevaba a Mogor a ritmo de réquiem. Una guagua ratera llena de Rinconetes y Cortadillos. En eso se ha convertido España.

Iglesias, celoso de Hazte Oír, saca de cocheras un enorme Pablobús con destino a la demagogia, no porque mientan algunas de sus estampas, sino porque omite otras propias muy dolorosas.

El Pablobús de Iglesias, como el enfermo que se niega a reconocer la mala pinta de sus cacas, se fuma a Echenique y su asistente en b, el pisito social de Espinar vendido de clavo, la compatibilidad de Errejón, que no sabía que tenía que pedirla ("olvidé pedir un papelito", ¿recuerdan?) y las cuentas de la empresa de Monedero, que tuvo que regularizar con una complementaria a Montoro. Todo eso omite.

Iglesias, celoso de ‘Hazte Oír’, saca de cocheras un enorme Pablobús con destino a la demagogia, no porque mientan algunas de sus estampas...


El Pablobús lleva en los asientos traseros, por seguridad, a los niños de Washington buscando huevos de colores escondidos en la pradera de la Casa Blanca, tradición yanqui de Pascua como la nuestra es arrojarle piedras al techo de San Cibrán; mientras los infantes remueven el césped en busca de huevos rezo para que no tropiecen con los de Trump, que tienen que ser unos huevos pasados, depilados y con barras y estrellas, incluso rotulados con la leyenda América first.

En el portaequipajes del Pablobús se acurruca la madre de todas las bombas, que no tiene carga nuclear sino un par de programas de Las Campos, Terelu, Marité y la otra, las Borrego, y es que con un par de programas de las Campos bien bombardeados, Al Assad y su mostachito de tiranuelo estudiado en Europa volarían por los aires.

En el Pablobús, atado su palo a un retrovisor, también va la bandera de España a media asta por la muerte de Cristo. No por la de Ángel Cristo, domador que hacía restallar su látigo para acojonar a leones burócratas como funcionarios de ayuntamiento decimonónico, sino por la muerte del otro Cristo. La bandera nacional a media asta, no me jodan, es una broma pesada que recuerda la muerte del pequeño del dúo Sacapuntas, que la espichó de un infarto y muriéndose decía que eran gases.

En el Pablobús también viaja, de copiloto y en solidaridad con la bandera, la cabra de la Legión, a la que alguien puso en su pata delantera, justo encima de la pezuña, un brazalete de luto de esos de acompañar en el sentimiento. La cabra va muy atenta al paisaje porque quiere redactar una guía Campsa.

En el Pablobús ocupa asiento Ortuzar, un vasco que ansía una cosoberanía para Eibar como la de Gibraltar, que yo también me apunto y la quiero para A Parda. En el Pablobús dicen los pasajeros que Ortuzar está mal, que fumó grelos y que por eso dice esas cosas, pero yo creo que la fumada de Ortuzar fue un chino de pimientos del piquillo caducados.

En el Pablobús viaja Luisito, nuestro José Mouriño enxebre, con Roberto Feáns, que le dice "mister, el Somozas estaba primado" mientras Luisito, cabreado, le replica "tate” calado, Roberto, que cada vez que falas suben os chinchos". A Luisito lo engañó Iglesias para que subiera al bus porque quiere afiliarlo a Podemos… ascender.

En el Pablobús viaja también una novia mía que tenía bigote de comandante de artillería y tres pelos en cada pezón que eran como el alambre plastificado de atar el pan Bimbo, una novia a la que quise mucho, que me hacía el amor con la voz más dulce que he escuchado y que me pega que se hizo la láser, porque ahora anda muy peripuesta por Oliva y hace como que no me ve.

En el Pablobús todos cantan a coro el señor conductor va muy serio, para ser conductor de primera hace falta ser buen bebedor y con el vino se engrasan las ruedas y se suben las cuestas mejor; también cantan si te quieres casar con las chicas de aquí, tienes que ir a buscar capital a Madrid, y si te quieres casar con las de Mollabao, tienes que ir a buscar capital a Bilbao.

Granados y Barcenas, que también van en el Pablobús, intentaron cantar en el auto de papá nos iremos a pasear (a Suiza) pero el resto de ocupantes los hicieron callar y les llamaron cursis.

En el Pablobús van de picnic las de Femen con los del Opus y hasta el espíritu de Manolo Fraga amenazando con hacer en el estanque de los patos de las Palmeras una macroqueimada para desagraviarse por retirarle la estatua de Cambados.

Viaja el cadáver exhumado de Ruiz Mateos diciendo por la ventanilla que te pego leche y viaja Ignacio González, que de tanto Canal y tanta agua le salió rana a Esperanza Aguirre: Como cante la rana Ignacio, Esperanza puede convertirse en un sapo con traje de presidiario.

Esperanza subió en el Pablobús a mitad de trayecto con sollozo sobreactuado, porque como en esas pelis de suspense sabe que el cerco se le estrecha. Esperanza inauguró una nueva modalidad de llanto: el llanto sin lágrima, que no sé si colará.

El último pasajero identificado del Pablobús es López Madrid, compañero de colegio del rey, al que pillaron en lo de las tarjetas black de Bankia y al que mensajeaba la reina Letizia diciéndole "Sabemos quién eres, sabes quiénes somos. Nos queremos. Lo demás, merde. Un beso compi yogui". Lo de la merde le quedó muy poco aristocrático a la reina, que cuando a López Madrid comenzó a vinculársele con merdes de variado pelaje se puso apagada y fuera de cobertura.

Miren una cosa. Los artificieros del TEDAX deberían revisarle los bajos a España, porque España amenaza con explotar. En fin de año, José Mota parodió a nuestros políticos abandonados en una isla desierta, como la de los famosos. En un momento dado, Mota, caracterizado como un Rajoy naufrago y famélico, le preguntaba a Albert Rivera si sabía quién había robado la última lata de almejas. Eso semeja España. Un Pablobús muy subrealista en busca de la última lata de almejas.

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