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La fuerza de la costumbre

El ciclo ‘Acústica na Parda’ permite recuperar viejas prácticas, aunque a veces conviene habituarse a las novedades

AY LA costumbre. Menudas jugarretas nos hace a veces. De hecho, la última vez que libré me dirigí a la redacción como si fuera a trabajar –¡para un momento que tengo de descanso, ya me vale!–, por pura costumbre. Supongo que el cerebro de Raimundo González, concelleiro responsable de la gestión de residuos, tuvo un lapsus de funcionamiento parecido al mío en su rueda de prensa de este viernes.

Mientras informaba a la prensa sobre dónde iban a estar los nuevos contenedores marrones de la ciudad dijo que una de las calles iba a ser la Juan Carlos I. ¡Pero González, si fuisteis vosotros los que lograsteis cambiarla a Virxinia Pereira! Menos mal que, con las mismas, se corrigió al momento. A ver, puedo entender que ser la primera ciudad en retirar del callejero de la ciudad a Don Juan Carlos a veces pueda abrumar e instintivamente lo pasemos por alto. También puedo entender que son muchos años refiriéndonos La fuerza de la costumbre El ciclo Acústica na Parda permite recuperar viejas prácticas, aunque a veces conviene habituarse a las novedades a esta calle por el monarca, pero de la misma forma que el emérito cambió de país, también lo hizo el nombre de la calle. Ya va siendo horas de que nos acostumbremos a llamar a las cosas por su nombre.

Y ya que estamos hablando de costumbre... el chef Estrella Michelín Pepe Solla no creo que esté muy habituado a estar al otro lado de los fogones como lo estuvo hace un par de días en Telecinco. El de Poio formó parte del jurado profesional del programa La última cena, presentado por Paz Padilla, y no desperdició la oportunidad de dejar buena constancia en las redes sociales.

Falta de costumbre de ir a conciertos también tenía yo por esto de la pandemia. Por suerte, este viernes pude ver a O Rabelo, a Queco Lago y a Jacobo Sainz en Acústica na Parda. Volver a sentir la música en directo fue un subidón más grande de lo esperado. Además, me trajo recuerdos de los tiempos en los que no había distancia ni mascarilla: Queco Lago era un habitual artista —y también organizador— del Black Hole, un evento de micro abierto que se hacía con mucha frecuencia en diversos garitos de la ciudad. Qué tiempos aquellos.