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Principio y fin del amor

La protagonista de Gema, la nueva novela Milena Busquets, se despierta una mañana y nota que su novio se mueve a su lado, en la cama. Al poco, Bruno da un brinco y se viste en treinta segundos, como solo alguien con muchas ganas de regresar a la cama es capaz, y después se va a comprar algo para el desayuno. Cuando aprecia el sonido de la puerta al cerrarse, ella se descubre deseando que ojalá su novio se quede un buen rato en la calle. Llevan tres días metidos en casa, y de pronto la narradora se da cuenta de que le agrada la ausencia de su pareja. Necesita estar un rato a su aire, como en cualquier relación. "Me gusta tanto que se marche como que llegue", se dice. "Es normal", añade, "los dos movimientos son muy importantes, la supresión de uno de ellos siempre resulta fatal". ¡Exactamente!

Es esta una fase de las relaciones que encierra siempre un gran misterio, es decir, cuando empiezas a alternar el deseo de estar acompañado con el de permanecer a solas: la suspensión de la relación. Nunca tienes del todo claro si significa que las cosas entre la pareja empiezan a torcerse, o si simplemente el mundo es una sucesión inevitable de compañías y soledades, todas necesarias, y no hay por qué preocuparse. Una vida común, en la que se nace, se crece, se muere, estará plagada de mañanas en las que es imposible tener claros todos los sentimientos. A veces los sentimientos están a medio desarrollar, y a veces se confunden unos con otros. En ese caso, desenmarañarlos requiere tiempo, y como en algunas épocas tiempo es justo lo que no tienes, o crees no tener, tomas decisiones que ni siquiera tú comprendes del todo, y eso vuelve sus efectos también inexplicables.

Captura Tal vez las épocas confusas son todas las de una vida, llena de pesares semejantes a esperanzas y esperanzas semejantes a pesares, como describía Turguénev los años que transcurren entre que la juventud pasa y la vejez está por llegar. Varios de los personajes de Gema están precisamente instalados en esos días en los que solo algo muy sutil, casi ficticio, hace que uno se decida a seguir con sus relaciones, dejándose llevar por la inercia, o a romperlas. Hay otro momento iluminador en la novela de Milena en el que la protagonista se cita a comer con su amiga Sandra, a la que hace tiempo que no ve. Se ponen al día de sus respectivos novios y de cómo les va con ellos. En el caso de Sandra, hace unos meses que sale con alguien, pero no sabe qué hacer. "Es muy buen tío, pero…". Todos sabemos de que habla, me temo. Es un clásico ese "está bien, pero". Siempre hay algo que hace insuficiente las cosas buenas.

Las amigas se ponen a enumerar las razones por las que Sandra podría seguir o romper con su novio. La narradora de Gema acierta a escribir que son razones a un tiempo frívolas y profundas "como son siempre las razones para amar y para dejar de amar a alguien". En última instancia, el futuro parece pender de hilos finísimos, y tan en ciernes está la decadencia como el esplendor. De hecho, para la protagonista todo se reduce a veces a decirse "le amé porque sabía tocar los bongós", "lo dejé porque siempre dejaba la luz del vestíbulo encendida", "porque en realidad era un amante pésimo", "porque nunca dejaba a nadie en la estacada" o "porque no sabía hablar con los animales".

La vida queda sometida a liviandades frente a las que uno se pregunta continuamente qué significan. Milena Busquets posee una habilidad sobresaliente para iluminar los momentos oscuros en los que te pasa algo, pero no sabes lo que te pasa, cuando no quieres nada y a la vez te parece que lo quieres todo. Su escritura impone esa claridad sin necesidad de resultar grandilocuente; menos todavía cursi o hueca. En un sentido parecido, la protagonista de la novela lamenta que el mundo se está volviendo demasiado solemne, y que "la frivolidad, formidable vehículo para la inteligencia y el humor", ha sido aparcada. "Ya solo se podía hablar en serio. Las nubes del aburrimiento, de la corrección y de la indignación amenazaban tormenta cada día". ¡Exactamente otra vez!

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