Blogue | Permanezcan borrachos

Qué pasó

De pronto, arrecia. Son las pequeñas conspiraciones de la vida contra cada uno de nosotros. No haces nada mal, y de ahí sin embargo sale un error. ¿Quién no es víctima alguna vez de su inocencia?

HAY DECISIONES que no tomas. Te quedas quieto, y de algún modo se van tomando solas. Quizá saben que no miras y se forman a escondidas. Cuando adviertes su presencia, más tarde, ya están encima. Ni siquiera tienes tiempo a preguntar "cómo" o "qué". No hubo un tímido aviso, como esas goteras o grietas que alertan de que la casa en la que vives se va a venir abajo y te conviene salir pronto. Nada de eso. De pronto, arrecia. Son las pequeñas conspiraciones de la vida contra cada uno de nosotros. No haces nada mal, y de ahí sin embargo sale un error. ¿Quién no es víctima alguna vez de su inocencia?

Años atrás, una amiga de Barcelona se inscribió en un curso de tres días en Frankfort, sobre marketing. Era la nueva religión, y el mundo ya un sitio lleno de gente desesperada por rezar menos a dioses que a modas. Su propio jefe la animó a acudir. Incluso le pagó el viaje. Recientemente le habían subido el sueldo, así que tuvo la impresión de atravesar una buena racha. No es una persona pesimista, de manera que no temió que, con tantas cosas saliendo bien, fuese entre algún resquicio a suceder algo malo por una extraña ley de contrapesos. Hay que valer para ver el mundo con esa lógica, supongo.

El curso empezaba un miércoles por la mañana, temprano, y la tarde anterior su novio, con el que vivía desde hacía tres meses, la acercó en coche al aeropuerto de El Prat. Mi amiga no tiene carné de conducir. Durante años la censuré por no rendirse a las infinitas ventajas de ir sola, escuchando música, de un lado a otro cuando te daba la gana, pero hace ya tiempo que admito la superioridad de la gente que no sabe conducir y no tiene coche. Hay pocas cosas que se comparen en belleza a no pagar una póliza o no llenar un depósito de gasolina.

En cuanto se subió al avión su vida empezó a cambiar de un modo que ella aún no sabía. En realidad, no hizo nada para que todo o alguna cosa cambiase, si es que las cosas cambian, en lugar de desvanecerse. El mundo pasa de una situación a otra distinta cuando posas tu atención en otra parte, distraído. Gira y acelera y tú te queda atrás, quizá preguntándote qué pasó. Estuvo tres días en Frankfort, centrada en el curso, en sesiones de mañana y tarde.

Pero ya no era su novio, o iba a dejar de serlo enseguida


Al regresar a Barcelona, su novio la esperaba dentro de su Citroën Z. Pero ya no era su novio, o iba a dejar de serlo enseguida. Cuando mi amiga se inclinó para besarlo, él se giró levemente y le ofreció la mejilla. Ni siquiera pudo ella intuir el presagio. Apenas se puso el cinturón de seguridad, él le anunció que lo dejaba. Fue como accionar una bomba en un sitio muy pequeño: hasta el menor rincón se impregnó de la sorpresa. Nada se compara a la desolación de la vida cotidiana, donde los percances emocionales dejan a uno para el arrastre.

La idea que ella tenía de la relación se volatilizó en unos minutos vertiginosos y, sin embargo, serenos. Todo lo que alguna vez había dado por sentado se rompió. Cuando alguien le preguntaba cómo llevaban la vida en pareja, decía "nos va bien". Sinceramente, no creía que les fuese mal. Hay siempre un momento en el que la realidad te expulsa a empujones de las ideas muy hechas, consolidadas, seguras. Quince minutos después, cuando él accionó el intermitente y detuvo el coche frente a su edificio, ella se bajó y vio alejarse el Citroën Z como si fuese un trasatlántico llamado a hundirse, o al menos a no regresar nunca.

A veces no sabes qué pasó, y eso es todo lo que puedes contar sobre algunas cosas, que desconocías y te arrasaron con su fuerza, y saliste dando tumbos como la cinta de una gimnasta artística. A las pocas semanas, todavía con la ignorancia a cuestas, supo por su propio exnovio que, en esos días que había estado ausente, él se enamoró de otra y de pronto su vida hasta ese momento le pareció un error. Nada pudo hacer mi amiga, salvo conseguir que su felicidad, o su tristeza, dependiese en adelante siempre de las decisiones que adoptase ella misma. La semana pasada nació su primera hija.

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