LA economía también es un estado de ánimo. Lo dice Fernando González Laxe para ilustrar lo determinante que puede resultar cualquier decisión, sea de compra, de ahorro, de inversión, de consumo... Precisamente ahora, cuando enfilamos el último tramo de un túnel por el que comenzamos a circular de forma súbita a principios de marzo de 2020. Si recurrimos a la metáfora del fútbol sobre la importancia del calor del público en determinados momentos de un lance, es el estado de ánimo el jugador número doce en estos meses de tanta fragilidad. Y es que el segundo verano de pandemia parece el último si se atiende a la evolución de los principales indicadores.
González Laxe parte de una premisa. Para el catedrático de Economía Aplicada de la Universidade da Coruña, a Galicia ''le cuesta remontar las situaciones adversas por una debilidad del aparato productivo y por una reducida eficiencia del sector empresarial''. En otras palabras, soporta mejor las crisis, pero le cuesta dejarlas atrás, ''le falta muelle'', dice. El expresidente de la Xunta presentó esta semana junto al también catedrático Santiago Lago el análisis de coyuntura del Foro Económico de Galicia, que viene a ser el estudio que monitoriza esta salida de la crisis.
En el arranque del año, el primer trimestre, la evolución del PIB estuvo condicionada por una nueva ola del virus, lo que dejó un balance de un retroceso del 2,9% en tasa interanual, casi un punto y medio inferior a la media estatal, con una caída que llegó al 4,3%. En épocas de crisis, esta viene a ser la comparativa refugio, la del consuelo de muchos, que reza algo así como que no nos va tan mal como a la media española. Caemos menos, replicamos. El relato se suele romper cuando toca crecer, como sucedió en 2019. Porque Galicia lo hace por debajo de la media nacional.
¿Y por qué sucede todo esto? Pues también tiene respuesta el Foro Económico de Galicia. Y no reside en ninguna virtud secreta de nuestra estructura productiva. Veamos el año del covid. La crisis incidió en los ámbitos más afectados por las restricciones de movilidad y vinculados al consumo (hostelería, comercio, transporte). La menor exposición de estos sectores en la economía gallega explica en parte que la caída del PIB en el conjunto de 2020 fuese menos intensa que la experimentada en el conjunto del Estado. Así de sencillo, a juicio de los autores del informe.
Fernando Guldrís, el director general del Igape, define esta crisis generada por el covid como un gran paréntesis. Y tiene bastante sentido lo que dice. Sin embargo, este 2021 Galicia no logrará recuperar el PIB perdido durante la pandemia. Todavía queda queda un trecho. De acuerdo con los cálculos de Santiago Lago, director del laboratorio de ideas, la previsión es que la economía crezca en torno a un 6% o 7% al finalizar el año, por debajo del 8,9% que cayó el PIB en 2020.
Conviene situarnos. Para ello, nada mejor que tirar de retrovisor y buscar referencias, elementos en común y diferencias, con los diez años de una crisis que llegó hasta la antesala del covid. Si se comparan la crisis de 2008 y la actual, los autores del estudio, entre los que se encuentran los profesores José Francisco Armesto y Patricio Sánchez, resaltan que el impacto del covid- 19 es significativamente superior, pero la recuperación también parece que va a ser mucho más intensa. El paréntesis de Guldrís.
Tomando como referencia el valor más elevado del PIB antes de las crisis, Galicia presenta un impacto inicial inferior al registrado en España, si bien la recuperación posterior en la crisis económica de 2008 fue más rápida a escala nacional. Veamos.
Galicia alcanzó el nivel precrisis en el primer trimestre de 2018, diez años más tarde, en tanto que la economía española lo alcanzó en el cuarto trimestre de 2016, casi nueve años más tarde (35 trimestres). En la actualidad el PIB gallego se encuentra un 7,5% por debajo del nivel anterior al inicio de la crisis sanitaria, siendo este porcentaje del 9,4% en el caso de la economía española. Mejor no abordar comparaciones con el desempleo, porque todavía estamos a unos cuantos miles de parados por encima de los datos de 2008.
Tuvieron razón aquellos que señalaron que la mejor política económica contra el covid eran las vacunas, otro síntoma de la fragilidad de las economías. Esas que también son un estado de ánimo.
