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El negocio de secar embalses

Las grandes eléctricas, con manifiesta impunidad, aumentan márgenes con las hidráulicas 
El embalse de Belesar. MIGUEL PIÑEIRO
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VALDECABALLEROS es un tranquilo pueblo de la Siberia extremeña, despoblada comarca que pertenece a la provincia de Badajoz. Pero un día fue el epicentro de la energía nuclear en este país, con una central que hoy es un amasijo de hierros y equipos. Valdecaballeros, con sus dos grupos casi levantados, fue pasto en los años ochenta de la moratoria nuclear decretada por el Gobierno de Felipe González. Hasta hace nada, los españolitos pagábamos en la factura de la luz cada mes el coste de ese cierre, como el de Lemóniz. Primera conclusión: las hojas del calendario no pasan igual para el sector eléctrico.

La de Valdecaballeros es la demostración práctica de los costes hundidos que afronta este negocio y que acabamos pagando todos por decisiones políticas. Y es que de la factura total de la luz, el consumo del usuario solo representa entre un 35 y 40%. El resto corresponde al coste de las redes de distribución y de cargos regulados como el déficit de tarifa, así como los impuestos, en España de los más altos de Europa.

Ahora en el ojo del huracán, con un precio del megavatio nunca visto que amenaza con quedarse entre nosotros hasta la próxima primavera, con su largo invierno, conviene situar los nombres propios de esta crisis. Los mayores grupos comercializadores en España son con diferencia Endesa, Iberdrola y Naturgy: cuentan con una cuota conjunta del 65% de toda la energía suministrada, entre comercializadores de referencia, libres y directos a mercado. Por sectores, estas tres empresas suministran al 81% del consumo doméstico y al 58% del industrial. Lo dice la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia. Por el lado de la producción también son determinantes en el sector. Por tanto, con estos datos en la mano no resulta descabellado hablar de un lobby eléctrico. Un oligopolio. Y mucho menos si repasamos los procesos en los que están inmersos en la Audiencia Nacional por pactos y concertación de precios.

Pues bien, la Galicia de los mil ríos asiste al vaciado de grandes embalses, sobre todo en la cuenca del Miño-Sil, y a un reparto de culpas y balones fuera que comienza a ser un triste espectáculo. No falta ni la teoría de la conspiración entre empresas y regulador, como la sugerida por el propio Núñez Feijóo esta semana. ¿Y por qué secan el Sil justo ahora empresas como Iberdrola y Naturgy? Sencillo. Los precios en el mercado eléctrico mayorista, el denominado pool, están en máximos históricos debido al elevado coste del gas que usan las centrales de ciclo combinado, que están marcando el precio de la energía en la mayoría de horas. Esto se debe al sistema marginal de fijación de precios, que marca la última tecnología en entrar y establece ese precio para todas. Sí, es la teoría de que se paga la salchicha a precio de entrecot. Sobre este escenario, las hidroeléctricas venden su producción cuando los precios de mercado están más altos para exprimir beneficios. Como la eólica o la nuclear, la hidráulica no se ve afectada por el encarecimiento del gas ni tampoco por los derechos de emisión de CO2, que también están disparados. Iberdrola, Endesa y Naturgy tienen actualmente ocho embalses de la cuenca del Miño-Sil por debajo del 40% de capacidad, que en algunos casos llega a un escandaloso 15%. Blanco y en botella.

El escenario del precio récord de la luz es endiablado, sobre todo por sus derivadas, hasta ahora no del todo bien ponderadas. Por ejemplo, la inflación, que en agosto comenzó una escalada, alimentada precisamente por la energía. Los mensajes son tranquilizadores por ahora, pero de seguir así, al Banco Central Europeo no le quedará otra que retirar estímulos e incrementar tipos de interés, el precio del dinero, que es la única forma que tiene de luchar contra la inflación. Un aumento de los tipos traerá consecuencias directas para los costes financieros de las empresas. Y lo hará en el peor momento, en la salida de la crisis del covid-19. Mortal.

Quien piense que la transición energético no es telón de fondo de toda esta historia se equivoca de plano. España deja la producción basada en el recurso fósil (térmicas como As Pontes y Meirama) y lo fía todo al gas para producir electricidad, cuando estas centrales están llamadas a ser de respaldo en el nuevo modelo. Y el gas natural es un recurso que no tenemos, que importamos. Estamos a medio camino de esa transición, y lo pagamos. Tanto en la factura de la luz como en nuestro patrimonio natural.

Yolanda Díaz ganadora de la batalla por el alza del salario mínimo 

PUES resulta que ganó la partida. La vicepresidenta Yolanda Díaz se ha salido con la suya ante otra vicepresidenta, Nadia Calviño, y una nueva subida del salario mínimo interprofesional (SMI) está mucho más cerca ahora, para disgusto de la patronal de Garamendi. Hacía falta contexto y eran muchos los que veían precisamente en la subida del SMI el perfecto contrapunto, pelín populista, frente a la escalada de la factura de la luz, que sin duda afecta a los más débiles y desfarovecidos. Lo que no tienen en cuenta ni Díaz ni Calviño es que, por tradición, en este país cada aumento del salario mínimo se ha traducido en mayores avances de la economía sumergida. Lo saben bien los inspectores fiscales.

Manuel Ángel Jove Inveravente, el legado de Manuel Jove, rey del ladrillo 

MANUEL Jove falleció hace poco más de un año. Su legado, Inveravante, está en manos de sus dos hijos, Manuel Ángel y Felipa Jove Santos. Son ellos los pilotos de una nave que tiene la energía como motor, en un ala, y el ladrillo y los hoteles, en el otro. El año pasado el grupo mantuvo sus ingresos pese al golpe del covid, solicitó créditos al Ico y apuntó pérdidas netas de 47,4 millones de euros pese a sus beneficios de explotación. Inveravante también se movió en 2020: obtuvo unas plusvalías de 44,9 millones por la venta de siete sociedades que controlaban el negocio eólico e hidráulico en Brasil y República Dominicana, y se reforzó en Panamá. Saber comprar y vender a tiempo. Ese también es el legado de Manuel Jove.

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