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¿Duelo de vicepresidentas?

Está por ver que Yolanda Díaz sea la némesis de Nadia Calviño que muchos quieren construir
Yolanda Díaz y Nadia Calviño. EFE
photo_camera Yolanda Díaz y Nadia Calviño. EFE

Hay quien quiere ver todo un duelo en la cumbre en la manifiesta rivalidad entre dos mujeres que desde esta semana no solo comparten origen, Galicia, sino también cargo en el Gobierno de Sánchez. La vicepresidenta Calviño tiene ahora a la vicepresidenta Díaz como incómoda compañera de viaje. Eso es indudable. Pero de ahí a que asistamos en breve a un recrudecimiento de las hostilidades dentro del Ejecutivo hay un gran trecho, porque sus diferencias tienen la lógica aplastante propia de quienes proceden de distinta cuna ideológica. Y resulta difícil tensionar más las relaciones en el seno del Gobierno de coalición de lo que ha hecho en el último año Pablo Iglesias.

Cuando llegue el ecuador de la legislatura, para lo que queda prácticamente un año, será el momento de testar fuerzas y, en su caso, reequilibrar posiciones de cara a las próximas generales, porque ni al propio PSOE le interesa que Unidas Podemos, su socio, llegue desfondado a esa cita. Mientras, tendremos vicepresidentas para rato, en una nueva etapa de manifiestas disensiones, pero siempre lejos de jugarse el pacto alcanzado para llegar a La Moncloa. Porque ese es uno de los encargos que tiene Yolanda Díaz tras la marcha de Iglesias. El poder es a veces el mejor pegamento.

Pero es innegable a la vez que la llegada de Yolanda Díaz a la vicepresidencia tercera del Gobierno traerá cambios, y sin duda movimientos en lo que es la política económica del gabinete de Sánchez, no necesariamente encaminados a atacar de frente una crisis cuyas consecuencias inmediatas son difíciles de calcular en estos momentos. Sin ir más lejos, ¿qué sucederá a partir del próximo 31 de mayo, cuando termina la cuarta prórroga de los Erte? ¿Hay plan B? ¿Y en diciembre, cuando acaba la nueva moratoria para los concursos de acreedores?

Todo esto, en síntesis, el golpe de la pandemia, no parece ser el problema ahora, a decir por los debates que hay encima de la mesa, y que sientan enfrente a Yolanda Díaz y a Nadia Calviño. Porque la pugna, que ellas mismas se han encargado de alimentar en tiempo récord, esta misma semana, versa sobre la contrarreforma laboral. Todo mensaje tiene su réplica en este Gobierno de coalición, y si Díaz convoca la mesa de diálogo social, Calviño lanza el dardo: toda reforma laboral pendiente “no debe hablar del pasado sino del futuro”.

A la de Fene, ahora vicepresidenta tercera, parece que le han entrado prisas, cuando tan bien ha sabido gestionar sus silencios desde que está en el Ejecutivo de Sánchez. Como ministra de Trabajo, y por ADN, en su carpeta está la derogación de la reforma laboral del PP de 2012, que inicialmente sería parcial, tocando algunos puntos, como acabar con la prevalencia de los convenios de empresa sobre los sectoriales. Donde Díaz y su equipo hablan de desmontar, los chicos de Calviño se limitan aludir a simplificar y aligerar, por ejemplo, los tipos de contratación. Mundos opuestos.

¿Quién se impondrá? No resulta difícil intuirlo. Si algo sabe medir Yolanda Díaz son sus propias fuerzas, por muy valorada que esté en las encuestas. Haber aceptado sin rechistar la vicepresidencia tercera, frente a la segunda que tenía Pablo Iglesias, dice mucho de su capacidad de adaptación, aunque entraba dentro de toda lógica que Nadia Calviño, con el Ministerio de Economía, estaría por delante de la titular de Trabajo. En cualquier caso, la coruñesa retiene la presidencia de la Comisión Delegada del Gobierno para Asuntos Económicos, donde se cuece todo, la sustancia, como ella misma dice.

Frente a la aparente ortodoxia de Calviño, enlace con Bruselas y sus halcones para Sánchez, Yolanda Díaz logró en un abrir y cerrar de ojos cuando llegó al Gobierno una subida de salario mínimo interprofesional que no ha podido reeditar este año. Fue el inicio del viaje. Sin embargo, muchos de sus éxitos han sido compartidos, caso de José Luis Escrivá, ministro de Seguridad Social.

El gran acierto en la gestión de Díaz ha sido precisamente en una pandemia que ahora parece olvidar por ese caballo de batalla que es la reforma laboral. De la necesidad y el vértigo llegó el pacto de los Erte, con indisimulado apoyo de la patronal. La ahora vicepresidenta tercera logró rentabilizar no solo el éxito de la fórmula, sino que se anotó el tanto de dialogante y pactista.

Está por ver que al final haya duelo en la cumbre y que Díaz sea realmente la némesis de Calviño que muchos quieren construir.


María Jesús Montero. La llave de la Sepi para la compra de la planta de Alcoa

Llegados a este punto, prácticamente nadie duda de que la compra de la planta de aluminio de Alcoa ha entrado en una fase complicada. Y por algo que no tiene nada que ver con el precio o la disposición de unos y otros. Es el proceso abierto en la Audiencia Nacional contra los compradores en segunda instancia de las plantas de Alcoa en A Coruña y Avilés lo que lo ha desbaratado todo.

Y es que la intención de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (Sepi), hasta ahora nunca revelada, era hacerse con esas dos plantas en la operación de compra de San Cibrao, activando la reversión por incumplimientos. María Jesús Montero, la ministra de Hacienda, de la que oficialmente depende la Sepi.


Antón Costas. Un gallego para pilotar el Consejo Económico y Social

Un catedrático para el Consejo Económico y Social. Vigués de nacimiento, para más señas, y gallego ejerciente en los últimos tiempos. Es Antón Costas, que presidió el Círculo de Economía en sus mejores años, el elegido para ocupar un puesto vacante desde 2019. Ahora enrolado en el Foro Económico de Galicia, Costas siempre ha brillado por su capacidad de diálogo y la claridad en la exposición de sus ideas, muy alejado del liberalismo económico, sin llegar a ser un economista progre. Costas reúne el perfil idóneo para la presidencia de un órgano consultivo cuyos dictámenes son preceptivos. Si alguien puede poner en valor el CES, ese es Antón Costas, catedrático de la Universidad de Barcelona, donde vive. 

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