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Otro guión para Alcoa

Nadie puede consentir que en San Cibrao se repita el fiasco de las ventas de A Coruña y Avilés
Protestas de los trabajadores de Alcoa. ÁLVEZ
photo_camera Protestas de los trabajadores de Alcoa. ÁLVEZ

Dicen que en los momentos de crisis solo la imaginación es más importante que el conocimiento. Y algo de cierto debe haber en ello si atendemos a todo lo que se ha puesto sobre la mesa de la polémica desde que Alcoa anunció el cierre de la planta de Aluminio Español en San Cibrao. Porque es más de lo mismo. Una secuencia que nos invita a un viaje en el tiempo y nos sitúa en octubre de 2018. En ese momento se anunció el cierre de las plantas de A Coruña y Avilés. Desde entonces, mesas de negociación a varias bandas, como se plantea ahora para San Cibrao entre las administraciones central y gallega, la empresa y los propios trabajadores; búsqueda de comprador, plazos y más plazos para que el reloj marcase al final la hora de una adjudicación que, con reventa incluida, ha convertido las plantas coruñesa y avilesina en un auténtico polvorín. ¿Es eso lo que le espera a Cervo?

Algo hay inamovible esta vez. Y también se repite, como lo fue la falta de inversiones en las fábricas en los años previos al anuncio de cierre. Alcoa se va. Es un corta y pega. La firmeza de la decisión viene precedida por años de amagos, con cierto regusto a chantaje: que si subastas de interrumpilidad insuficientes, que si el estatuto electrointensivo no llega, que si el plan de desinversiones trazado en Pittsburgh golpeará a A Mariña algún día... Todo ello, entre silencios, permite presentar ahora un escenario con una puerta que muchos quieren ver entreabierta, pero es solo un espejismo. Esa es la trampa.

El anuncio realizado en el Congreso esta semana por Pedro Sánchez es la mejor prueba de que esto no tiene vuelta atrás. El Gobierno está buscando un inversor para la planta de aluminio primario. Por tanto, la hoja de ruta ya la tenemos. A Raül Blanco, el negociador del Ministerio de Industria en esta crisis, solo le quedan los detalles, que sin embargo serán determinantes.

Porque si se trata de no repetir errores, mucho van a tener que afinar los responsables de empresa y administraciones que se sienten en esa mesa de negociación para no caer en un fiasco como el de A Coruña y Avilés, con un inversor, el segundo en un año, atrapado entre sus contradicciones y sin crédito alguno ante Alcoa y trabajadores.

Y si es en estos momentos más importante la imaginación que el conocimiento, ¿por qué no atender a otras iniciativas, que no están muy lejos, como fue el cierre de la planta de Alcoa en Portovesme, en Cerdeña? No sin problemas, la operación planteada en Italia pasó en su día por un pacto con Alcoa para aplazar durante dos años el desmantelamiento tras el cierre, hasta 2016, y con la entrada del hermano italiano de la Sepi en el capital para proceder a la búsqueda de comprador, que al final llegó de la mano de un grupo suizo comprometiendo el Estado italiano determinadas ayudas para garantizar un acceso competitivo a la energía con un contrato bilateral a diez años. Como minoritarios, trabajadores y sector público forman hoy parte del accionariado de la nueva compañía. Son sus copropietarios, por decirlo de algún modo.

La participación del sector estatal en el caso italiano pivotó sobre dos ejes, además de las ayudas, que pueden ser determinantes en el caso de San Cibrao. Por un lado, se ganó tiempo, unos dos años, algo que en el caso que nos ocupa puede ser decisivo si el precio del aluminio es, como parece, el gran detonante de esta crisis. La cotización de los futuros sobre el aluminio está en mínimos desde 2016. El precio de la tonelada ha caído a niveles de hace tres años y en los últimos doce meses el valor ha retrocedido más de un 15%. De otro lado, las garantías para la búsqueda de comprador se presentarían ahora como aval del Estado. Sin entrar a valorar su pericia a lo hora de elegir candidatos, lo cierto es que Alcoa lideró el proceso de puja por las plantas de A Coruña y Avilés, y el resultado está a la vista. Un lío. La clave, en todo caso, no residiría solo en la solvencia de los ofertantes, sino en su vinculación al sector del aluminio. Nada de fondos de inversión, como los que se presentaron a tropel en el caso de las dos plantas.

La historia en Cervo no está como para repetirse. Nadie se lo puede permitir. Ni trabajadores, ni multinacional ni mucho menos administraciones públicas. Sin embargo, ante la falta de ese guión tan necesario, toca en breve una campaña electoral que lo enturbiará todo. Mucho ruido y reparto de culpas. ¿Y las soluciones?