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El reto de los fondos europeos

Los proyectos gallegos de economía circular tienen más recorrido que los del hidrógeno
Central térmica de Endesa de As Pontes. MARTA MANCEBO
photo_camera Central térmica de Endesa de As Pontes. MARTA MANCEBO

EXISTE UNA norma no escrita pero sagrada que cumplen gran parte de las propuestas de inversión que optan a los fondos europeos Next Generation. Apenas reparamos en ello, más centrados en discutir la discrecionalidad que se reserva el Gobierno para aprobar los proyectos o las desventajas que supone no territorializar el reparto de los cuantiosos recursos. Y esa norma dice que todo proyecto que presente su candidatura a los fondos europeos de reconstrucción debe ser viable precisamente sin esas ayudas. Es decir, tiene que ser factible su ejecución y realista el retorno de la inversión. Europa no quiere subvencionar lo que no tiene futuro ni técnica ni empresarialmente. Lo saben de sobra en la Xunta y también las candidatas.

Por este motivo, y por los carriles por los que circula la nueva economía que plantea la Unión Europea (¿qué es la transición energética sino un cambio de modelo en toda regla?), asistimos a una carrera en la que es fácil adivinar el dorsal de los participantes, por agazapados que estén. Y es que, hasta ahora, son las propias empresas quienes evitan crear falsas expectativas. Porque en estos momentos, al abordar todo lo relacionado con los fondos europeos, apenas hay certezas.

El más claro ejemplo de todo esto lo tenemos en Inditex. En público, oficialmente hay mutismo sobre su implicación en el proyecto de fabricación de fibras textiles a partir de la madera, una iniciativa a la que también se animó desde la Xunta a participar a Ence. En privado, el entusiasmo de los directivos de la multinacional textil con el proyecto en absoluto se disimula.

El goteo de proyectos presentados, entre públicos y privados, conocidos y por conocer todavía, merece algunas reflexiones de urgencia. Para empezar, se puede establecer una clara distinción entre dos tipos de iniciativas de inversión, las que se asientan sobre bases sólidas, incluso fruto de alianzas, y las que se integran en las apuestas individuales de compañías, generalmente grandes eléctricas, que presentan inversiones multimillonarias sobre el papel con proyectos sazonados por gran parte de la geografía española. Sucede en As Pontes, con la planta de hidrógeno que plantea Endesa, acompañada, eso sí, de los preceptivos 600 megavatios eólicos en un entorno que parece haber cubierto su techo de implantación de parques hace años. Y le pasa a Iberdrola con la eólica offshore, en el mar, una tecnología flotante que todavía es una incógnita, como el hidrógeno verde. Especialmente llamativo en Galicia es el número de proyectos vinculado al combustible que está llamado a liderar la economía del futuro, pero al que todavía le queda un trecho para ser comercialmente explotable.

Con o sin burbuja del hidrógeno, el tiempo lo dirá, en el otro lado de la balanza de los proyectos presentados a los fondos Next Generation se encuentran iniciativas relacionadas con la economía circular, diseñadas con todo el sentido pensando en parámetros de sostenibilidad, tanto ambiental como económica. Y hay varios proyectos con nombres propios detrás. Y son fruto de alianzas empresariales.

Esta semana se ha desvelado la apuesta de Lence, Norvento y Agroamb, que impulsan una innovadora planta de generación de biogás mediante la gestión circular de residuos agroalimentarios. Se trata, en síntesis, de poner en valor residuos del sector agroalimentario, especialmente el lácteo, convirtiéndolos en biometano inyectable en la red de gas natural. Cualquier voz autorizada en energía sabe que el biogás es una tecnología más avanzada que el hidrógeno. Y rentable si se atiende a unos costes de transporte contenidos, por lo que tiene de modelo de proximidad.

Otro ejemplo lo tenemos en Reganosa y Sogama, que participan con otras empresas en un proyecto de economía circular que descansa sobre varias patas: la valorización de purines para producir biogás y reciclar residuos sanitarios, plásticos industriales, basura marina y neumáticos fuera de uso. El tratamiento de los residuos de la industria del mejillón y las algas para la producción de fertilizantes orgánicos de alta calidad cierran este círculo.

Ante todo este cambio, parece de sentido común que las áreas que han perdido su pontencia industrial por este proceso de transición, caso de As Pontes, se beneficien de los nuevos proyectos. De lo contrario, nadie podrá aludir a un proceso justo cuando repase la historia reciente de Galicia.

Los retos de Antón Costas: mediar en la reforma laboral será la gran tarea del nuevo presidente del CES

De entrada, ha conseguido algo por lo que nadie daba un duro: poner de acuerdo a dos vicepresidentas, a la sazón ministras de Economía y Trabajo. La propuesta de nombramiento de Antón Costas para presidir el Consejo Económico y Social (CES) ha contado con el aval de Nadia Calviño y Yolanda Díaz, además del de la ministra de Hacienda. Por tanto, un primer consenso en el que nadie ha parecido reparar.

Pero quizá hasta aquí llegue el buenismo, porque el catedrático vigués tiene ante sí un reto titánico: dar equilibrio desde el órgano consultivo a todo lo que tenga que ver con la contrareforma laboral, a la que Yolanda Díaz no renuncia pero que tendrá en Nadia Calviño el mejor dique de contención. La ferrolana vela por los trabajadores, y la coruñesa reparte su mirada entre los empresarios y los altos funcionarios europeos. Difícil equilibrio.

Todo parece indicar que no habrá una derogación al uso, íntegra, de la reforma laboral de Mariano Rajoy, pero en manos de dos gallegas queda el juego. Bueno, de dos gallegas y un vigués. En manos de Antón Costas, como presidente del CES, catedrático respetado tanto en el ámbito político como empresarial, está aplicar el necesario barniz a todo cambio legal que se quiera introducir en el mercado de trabajo. Porque con el desempleo estructural España no puede vivir eternamente.

Será un particular encaje de bolillos el que tenga que practicar Costas. Delante tiene a dos vicepresidentas que le conocen bien. Y, de entrada, algo ha conseguido el catedrático: ponerlas de acuerdo para llegar al CES. 

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