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Curiosidad por el silencio con la vacuna para la "generación sándwich", 6,5 millones de ciudadanos

Señor director, 

Andaba -y ando- a la procura de información sobre el calendario de la vacunación para las personas de entre 65 y 80 años y me encontré con que La Maleta de Portbou dedica un dossier al envejecimiento, nuevas maneras de entenderlo. Iré por partes. Usted habrá reparado que ese tramo de edad, "la generación sándwich", que así calificó esta misma semana El País a los nacidos entre 1942 y 1956, ven -o vemos, por lo que me afecta- cómo se vacuna, aunque a ritmo lento, a quienes les superan en edad y como se anuncia programación y se ejecuta para quienes están por detrás. Los que estamos emparedados ahí -entre 65 y 80 años- en medio del sándwich no existimos.

No deja de ser un fenómeno curioso, tal como declaraba un joven de los comités de sabios, la existencia de este territorio de nadie en el que se encuentra ese tramo de edad. La curiosidad aumenta cuando epidemiólogos y demás científicos, después de recordar que a esos 6,5 millones de ciudadanos de la generación sándwich hay que considerarlos como de riesgo alto, explican que no es en razones científicas en las que se justifica tal sándwich de silencio en las vacunas. Es la programación. Parece, además, por las opiniones que he podido leer, que este sándwich de viejos en las vacunas es una originalidad española en el contexto europeo. Será, quiero suponer, una nueva manera de entender el envejecimiento y así regreso al dossier de La Maleta, una revista bimestral, de pensamiento crítico, que por los contenidos que ofrece y tal como avanza acríticamente esta sociedad -cosa diferente son los insultos, los dogmas o el discurso impuesto- merecería mayor difusión de la que tiene.

Permítame una digresión algo más que sentimental. Es fácil imaginar que el título de la revista responde a un homenaje a Walter Benjamin. La maleta, mítica o tópica, que "el viajero extranjero" dejó en la pensión de Portobou donde puso fin a su vida. Allí está el expresivo memorial, Passatges, obra del israelí Dani Karavan. Benjamin sabía que la Gestapo iba a detenerlo después de que los funcionarios españoles le cortaran el paso hacia Lisboa. Huía de la barbarie, como tantos otros judíos, camino del exilio en EE.UU. Ese peregrinar de judíos amenazados por la tortura y la muerte fue una dramática pandemia de la que hay que mantener viva la memoria y activado el antivirus.

Le decía que la lectura de alguno de los trabajos de ese dossier sobre el envejecimiento en el último número de La Maleta me sirvió para olvidarme un poco de los excesos de verborrea y frivolidades con que ocupan espacio los políticos bajo el paraguas de la vacuna. La metieron a lo bruto en campaña electoral, la de Madrid, ampliada desde antes de empezar a toda España. Dice la señora ministra de Sanidad, que parecía prudente y equilibrada en sus opiniones, que si el ritmo de inmunización no es mayor no es por falta de vacunas, que vacunas hay pero algunos se van de vacaciones. Y el señor consejero de Sanidad de Madrid, político especializado en ofrecer perlas en sus opiniones, responde y justifica el parón de vacunación de la Semana Santa: llevan un porcentaje mayor de inmunización que muchas comunidades del PSOE. Un argumento que en boca de un médico suena a blasfemia en estos días santos. Es el partidismo lo que prima y no la salud ciudadana. Cuando ejerza de médico, si vuelve, espero que consulte el vademécum farmacológico y no recete frases con el argumentario del partido.

Simone de Beauvoir: Que durante los últimos años de su vida un hombre no sea más que un desecho prueba el fracaso de nuestra civilización

Esa lectura me permitió ganar en información y en el propio conocimiento. Benjamin decía que ser feliz radica en la capacidad de ser consciente de uno mismo sin miedos. Hay artículos en el dossier realmente interesantes que ayudan a tal fin, tanto en la visión de la vejez desde el avance de ciencia y la medicina como desde la economía o la ética. Cuestión ética será ocuparse del deterioro cognitivo y el maltrato o, por el lado contrario, del incordio que representa el viejo lúcido. Victoria Camps titula Una cuestión silenciada, en donde yo vería el diagnóstico o el grito, la denuncia, que Simone de Beauvoir escribió ya en 1970 con La vejez. La compañera de Sartre hablaba ya de que solo se trataba en silencio. Hay quien sostiene que en esta sociedad del maquillaje en la que vivimos está más oculta la vejez -lo que la agrava- que la muerte que nos censuraron o nos censuramos como espectadores durante los meses más duros de la pandemia. Algunas de las experiencias que hemos conocido de muerte de ancianos en las residencias piden gritar contra el silencio y recordar las promesas de cambio de modelo que hicieron los políticos. No iba desencaminada Simone de Beauvoir cuando habló de fracaso de una civilización que trata a los viejos como desecho.

Luego, cerrada la revista, seguí preguntándome, sin miedo pero consciente de que formo parte del sándwich que gráficamente decía El País en la estrategia de la vacunación, cuándo nos llamarán para vacunarnos a estos 6,5 millones de nacidos entre 1942 y 1956.

Opté por escribirle a usted esta carta como una forma más de romper el silencio sobre ese tramo de la vejez, ahora mismo en territorio de nadie. Corresponde al período que arranca cuando uno pasa a la condición de pensionista y el eufemismo lo sitúa en la tercera edad. O sea, en la vejez. En ese momento del retiro, hoy le auguran quince o veinte años por delante, de los que también le anuncian que la mitad estará marcada por problemas de salud.

Y le escribo también como una sugerencia de reflexión que necesitamos -todos seremos viejos en algún momento- a partir de algunos de los artículos que publica el último número de La Maleta. Hay que afrontar y entender el envejecimiento sobre todo cuando la sociedad que viene presenta significativo crecimiento de la población de viejos. No podremos seguir aplicándole el silencio a esa realidad.

De usted, s.s.s.

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