Blogue | El portalón

La externalización

Hay cosas que, por vaga que seas, no se pueden delegar

Como he propiciado el amor entre dos amigos esos mismos amigos me están buscando novio. Ja. A mí inicialmente me pareció un planazo porque vaga como soy siempre aprecio que el trabajo recaiga en otras espaldas y no en las mías. Pero he tenido varias pistas, minucias, que han dejado en evidencia que es esa una labor que no se puede externalizar. Lleva mi madre toda la vida diciéndome de casi todo, ya fueran becas, trabajos o novios, si creo que "me van a venir a buscar a casa" y yo el mismo tiempo pensando en silencio "mira, ojalá". Quiero decir con esto que estoy feliz de delegar tareas ingratas o farragosas, de las que siempre pienso qué hermoso sería que sucedieran con cero búsqueda activa.

Por ejemplo, el trabajo. ¿Hay algo más tedioso y coñazo que la vaina esa de la marca personal? El periodista tiene que hacer lo de siempre y, además, crear una marca personal, ser su propio medio, trabajarse una audiencia, ser publicista de su trabajo. "¿Quién lo va a defender mejor que tú?", nos preguntan a los periodistas vagos los gurús del marcapersonalismo. Pues, hijos míos, cualquiera. Cualquiera lo hace mejor que nosotros, que somos unos mantas. Yo no quiero escribir y luego promocionarme. No quiero pedir a la gente que me lea, insistir, repetir, volver sobre las andadas. No quiero convencerte, ganarte por perseverancia. No quiero hablarte a ti, lector, quiero hablarme solo a mí y quiero que a ti te diga algo lo que a mí tengo que decirme. En fin, que así me va.

MX Joven Perimetrada fue la primera en dar con un candidato, un pobre hombre que nunca supo nada de sus aviesas intenciones. Empezó a hablarme de ese compañero de trabajo soltando lindezas aquí y allí. Por ejemplo, que si va en bicicleta. Por ejemplo, que si sabe hacer cocido. Por ejemplo, que si "tiene intereses" que en nuestro idioma amistoso significa que no es un muermo monumental. Tras varias de estas declaraciones llegaron las disculpas. Se había dado cuenta, después de charlar con él unos dos millones de veces, de que estaba casado, que ya buscaría a otro. Es muy observadora mi amiga, está al lorísimo.

De esto iba yo hablando con Soltero con Gato el otro día camino del exterior de un restaurante porque yo ya hace un año que no me relaciono en interior, todo pasa fuera, en calles y parques, como si tuviera cinco años. Me cruzo con un joven que conozco. Ya digo desde aquí que no es joven, sino de mediana edad, pero me ha dado por llamar joven a todo el mundo porque noto que la gente se alegra cuando lo hago y aquí estoy yo para servir. Una admiradora, una amiga, una esclava, una sierva.

Me paro a hablar dos minutos, que si cuánto tiempo, que si qué tal va todo, que si qué rollo, que si cuándo se acabará la pandemia, que si adiós, adiós. Literalmente dos minutos, lo juro. Soltero con Gato ve el cielo abierto. "¿Y qué me dices de este joven?" (sigamos con la farsa de lo juvenil) "Parece muy majo, yo creo que le gustas". Le digo que no, que como se está convirtiendo en asocial pandémico ya no se entera y le confunde la cortesía. Él insiste, quiere colocarme al joven, ya que ha tenido a bien cruzarse en nuestro camino, no necesita más. "Se nota que es muy agradable", reitera. Yo le digo que sí, que claro, pero que, según tengo entendido, también le gusta bastante drogarse, no de forma puntualísima sino regular, que es un adicto, en resumen, y que eso complica muchísimo todo.

No va el tío entonces y suelta un resoplido como de hartazgo, como de esto ya pasa de castaño oscuro, como de lo que hay que aguantar. Y después de esa elocuente declaración de intenciones, por si quedaba alguna duda, no va y me dice con todo su cuajo: "María, es que si no pueden ser ni casados ni drogadictos a ver qué nos queda". Y, nada, que yo novio no, pero amigos nuevos sí que estoy buscando por si saben de alguien. 

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