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El abismo

Mientras nuestros dirigentes debaten sobre un guardia civil, la industria desaparece y empuja a España a vivir del turismo

LO DE ESTA semana en España no tiene nombre ni justificación. Bueno, lo de la semana pasada tampoco. Ni lo de la anterior... Pero esta nos hemos superado. Toda la maquinaria de nuestro poder ejecutivo, legislativo y judicial —además del mediático— estuvo entretenida con la destitución de un guardia civil, con el pasado del padre del vicepresidente del Gobierno y con la rama aristocrática del Partido Popular. Sin duda todos ellos asuntos capitales en este momento para el país. Hasta el ingreso mínimo vital, un avance histórico en España, pasó casi desaprecibido en medio de debates de tanto calado.

Al mismo tiempo, a nuestro alrededor, Merkel negociaba la letra pequeña para salvar Lufthansa y Macron apretaba para relocalizar en Francia parte de su industria de la automoción, en concreto el gran grupo encabezado por Renault. ¿Ven la diferencia?

→ Alcoa, el ejemplo de lo que viene


El anuncio de Alcoa de despedir a 535 empleados de la planta de San Cibrao, lo que equivale a cerrar el área de aluminio excepto parte de la fundición, es un golpe letal para A Mariña en particular y para Lugo en general. Pero que nadie se engañe si piensa que esta decisión no tendrá repercusión en toda Galicia o en España. Es solo la punta del iceberg, el anuncio de lo que viene. España se encamina hacia un modelo económico dependiente del turismo, en el que cambiamos fábricas por bares.

No es una ocurrencia mía, es lo que dicen los datos. El peso de la industria en nuestra economía rozaba el 19% en 2000, mientras que ahora apenas llega al 16%. Europa fijaba como objetivo que en 2020 este índice alcanzase el 20%. Aunque en toda la UE el peso industrial fue cayendo en los últimos años, en Alemania supera el 24% y en Italia el 23%, por citar algunos ejemplos.

De forma paralela, el peso del turismo se dispara y ya supera el 12,3%. No falta mucho para que ambos indicadores se igualen.

→ El problema energético


El problema en Alcoa no es industrial, es energético. Es bueno saberlo. Como también lo es dejar bien claro que aunque se salve San Cibrao —¡ojalá!— por la vía de la nacionalización, la venta o los milagros de Amil, el problema seguirá ahí. Se habrá puesto un parche en A Mariña, pero aparecerá otro roto pronto en cualquier otra punta de Galicia o de España. Porque hay muchas industrias, electrointensivas o no, que están siendo fuertemente penalizadas por el precio de la luz y, sobre todo, por la falta de una política energética clara. En este país, si hay que nacionalizar algo, tienen que ser las eléctricas.

Para ilustrar mejor esta reflexión se puede recurrir a Noruega, el país donde Alcoa conserva más fábricas de aluminio primario, con dos. Los costes laborales noruegos son infinitamente superiores a los españoles y los logísticos no son más baratos. Sin embargo, el Gobierno noruego es el dueño de la compañía eléctrica Statkraft, la tercera mayor de todo el norte europeo. Noruega protege a su industria rebajándole el precio de la luz. Allí Alcoa no cierra. Aquí sí, mientras nuestras eléctricas amasan cantidades insultantes de beneficios. Para que después digan que un país se gestiona solo.

→ Una situación política alarmante


La pandemia del Covid-19 sacó a relucir lo que somos y lo que tenemos. Lo de esta semana en las Cortes fue demencial. El espectáculo del Gobierno y de la oposición fue bochornoso. Y lo peor es que no es nuevo. Llevamos así demasiado tiempo. Hay un desgobierno absoluto que, para colmo, está controlado por una oposición totalmente desnortada. Por eso, las palabras de Núñez Feijóo fueron tan sorprendentes e insólitas como acertadas. ¡Basta ya!, vino a decir. Y es que, en este contexto, hay que reconocer que las aportaciones más aprovechables están llegando desde las autonomías y los ayuntamientos. Hasta el vilipendiado Torra mostró más sensatez y sentido de estado durante la desescalada que muchos.

Alcoa desaparece. Por desgracia, no es la primera ni será la última industria en apuros en este país si no cambiamos el chip. No podemos seguir convirtiendo las Cortes en ‘Sálvame’ ni seguir frivolizando con el pan de la gente. A Mariña se asoma al abismo. El mismo que separa al inoperante Gobierno central y su delirante oposición de la España real y los problemas de la gente. Y ese abismo nunca fue tan grande.

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