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Señales del sur

Una cosa es que las elecciones andaluzas no sean extrapolables al conjunto de España y otra distinta es que no dejen ningún recado
Juanma Moreno celebra su histórica mayoría absoluta saludando a sus simpatizantes JUAN MANUEL VIDAL
photo_camera Juanma Moreno celebra su histórica mayoría absoluta saludando a sus simpatizantes JUAN MANUEL VIDAL

El giro histórico que se produjo en las elecciones de Andalucía del pasado domingo 18 da un vuelco importante al tablero político. De momento solo en esa comunidad, pero parece difícil que las réplicas del terremono no se extiendan por el resto del mapa nacional. Sobre todo si, como parece, todos se empeñan en obviar algunas de las señales que envió el electorado.

→ Señalar a un culpable

Los carburantes están a más de dos euros el litro, el precio de la luz disparado y los alimentos o la vivienda inalcanzables. Lo más normal es que un tsunami económico de esta magnitud se lleve por delante a cualquier gobierno. Lo admitió esta misma semana Gabriel Rufián en el Congreso y así se lo hizo saber a Pedro Sánchez. Sin embargo, las elecciones andaluzas dejaron muy clara una cosa: la gente responsabiliza directamente de la situación al Gobierno central. Si no fuera así, Juanma Moreno hubiese pagado en las urnas el cabreo generalizado de la gente con esta espiral inflacionista.

El hecho de que se responsabilice al Ejecutivo central de lo que ocurre y no a los gobiernos autonómicos es una lección relevante, porque significa que el relato de la derecha ganó por goleada. Y aunque es cierto que es la Administración central la que tiene más competencias en materia de energía o carburantes, también lo es que su margen de maniobra en medio del actual temporal es poco. Pero eso a los votantes les da igual. En las crisis siempre se busca un culpable y, en esta, parece que ya lo han encontrado. Un escenario que recuerda mucho al de la última época de Rodríguez Zapatero en La Moncloa.

→ Hablar de lo cercano

Hubo otra conclusión importante de las elecciones andaluzas: ganó el mensaje político más cercano. La diferencia fundamental para el PP entre las elecciones de Castilla y León, las últimas antes de las andaluzas, y estas fue el planteamiento. En la campaña del 14 de febrero Pablo Casado planteó una estrategia en clave nacional, para su mayor gloria. Es cierto que Mañueco parece un aprendiz al lado de Moreno, pero si encima lo pones a hablar de política estatal, peor.

En Andalucía, Alberto Núñez Feijóo aplicó dos recetas que le funcionaron bien en Galicia: darle el barniz autonomista al PP y ocultar al máximo las siglas para centrarlas en el candidato y el mensaje. Hablar de Andalucía. Funcionó. Y lo hizo especialmente por otra razón: porque esta vez fue el PSOE quien planteó la campaña en clave estatal, para mayor gloria de Sánchez.

El PSOE arrastra un problema que va camino de cronificarse: cada vez es más Moncloa y menos Ferraz. En las comunidades donde gobierna esa anomalía no se evidencia tanto, porque tiene el aparato y la inercia de los gobiernos. Pero en territorios donde es oposición sí salen a la luz esas carencias de falta de estructura y, sobre todo, de ausencia de mensaje propio. Pasó en Galicia, donde la filosofía sucursalista no le sirvió de nada a Gonzalo Caballero. Así que Formoso debe tomar nota. Eso sí, esta estrategia del PSOE tiene una ventaja: permitirá a Sánchez aguantar mejor a nivel nacional de lo esperado.

→ Cambiar de estrategia

A la izquierda le toca buscar revulsivos más allá de la rebaja cosmética del Iva de la luz en un 5%. Tanto el PSOE como Podemos basaron su estrategia en agitar el miedo a Vox y la ultraderecha, que funcionó a la perfección en los últimos años pero parece agotarse. Especialmente tras cometer lo que muchos consideran el gran error de la legislatura: no abstenerse para que el PP pudiese gobernar Castilla y León sin tener que meter a Vox en el Gobierno. Ante esta realidad, muchos votantes dedujeron que la mejor fórmula para sacar a los de Abascal de las instituciones era darle mayoría suficiente al PP al no poder confiar en que PSOE y UP pusiesen algo de su parte, aunque solo fuese una abstención, para hacer ese trabajo.

El adiós de Antón Sánchez y Anova

La renuncia de Antón Sánchez a la portavocía nacional de Anova pone fin a una aventura política iniciada por Xosé Manuel Beiras hace ahora diez años, tras saltar por los aires el BNG en Amio. El exdiputado autonómico y exconcejal de Bergondo fue quien sostuvo a la formación nacionalista desde que en 2020 quedó fuera de las instituciones, junto a los alcaldes de Sada y Teo. Pero su salida supone finiquitar una aventura para la que no hay relevo a la vista. Beiras cumplió en abril 82 años y Martiño Noriega volvió a la medicina, que ejerce como médico de familia en el centro de salud compostelano de Fontiñas. Oriana Méndez se hizo cargo de la FPG y, fuera de esos perfiles, no aparece nadie capaz de resucitar Anova. El gran beneficiado será el BNG, que ya lleva meses nutriéndose de las deserciones de Anova a título individual, toda vez que nunca se llegó a un acuerdo de integración. Y nunca se llegará.

El papel de Cs en las municipales

La desaparición de Ciudadanos del mapa político estatal es una realidad. Da igual que se esté produciendo por entregas, como todo buen serial, porque al final el efecto será el mismo: la irrelevancia política de quien llegó a ser tercera fuerza del país hace dos días. El golpe en Andalucía puede tener también repercusiones en Galicia de cara a las municipales. Si en algún concello había proyectos naranjas en el aire, seguro que desaparecen. A día de hoy parece que aguantará Olga Louzao en Lugo y poco más, ya que ni siquiera el futuro del exPP Pepe Araújo en Ourense parece confirmado.

Que Ciudadanos tenga más o menos candidaturas en las locales de mayo de 2023 es importante porque el PP perdió algunas alcaldías en 2019 por la presencia naranja, como las de Lugo o Ferrol. Además, se está constatando que todo el voto de Cs se trasvasa a los populares y no al PSOE, que en su día alimentó a los de Rivera.