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Culpables y responsables

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photo_camera Culpables. SEBAS SENANDE

Me van a perdonar, pero estoy hasta las pelotas de tanta responsabilidad individual. Incluso sin que me perdonen, para el caso me da lo mismo. He sido más responsable en los últimos meses que lo que recuerdo haber sido en toda mi vida, y tampoco puedo decir que me vaya mucho mejor.

Estoy harto de sentirme culpable por todo. Si me confino, destruyo el comercio y la hostelería y atiborro las filas del hambre. Si no, mato a mis familiares y a mis vecinos y atiborro las camas Uci. Y todo ello sin dejar de ser individualmente responsable ni un segundo, da lo mismo lo que haga, la culpa siempre es mía.

En la sangrienta guerra que libran desde hace un año políticos contra expertos, ambos parecen haber encontrado en la matraca de la responsabilidad personal la excusa perfecta para que la responsabilidad nunca sea suya. Suba o baje la curva de contagios, suba o baje la curva del PIB, el señalado siempre es el ciudadano. Que de acuerdo que habrá de todo, pero yo veo que por regla general, quien más y quien menos está mostrando un sentido común bastante notable. Aunque solo sea por egoísmo, porque a nadie le viene bien morirse, ni en este momento ni en ningún otro.

En algún momento he llegado a pensar que los responsables de gestionar la cosa pública nos trataban como a niños, como si la sociedad no hubiera demostrado ya en múltiples ocasiones que, en su conjunto, es mucho más adulta y capaz que la mayor parte de sus dirigentes. Pero no, ya sé que no nos tratan como a niños, nos tratan como a imbéciles. Y a lo mejor hasta nos lo merecemos por momentos, pero esto es ya ensañamiento.

Nos ordenaron confinarnos, y lo hicimos. Nos ordenaron volver a las calles, los comercios, los bares, los trabajos... y lo hicimos. Entonces nos culparon de una nueva ola de infecciones por haber hecho exactamente lo que nos indicaban, intentar salvar el verano. Como castigo regresaron las restricciones y los ciudadanos seguimos cumpliendo, hasta que se les ocurrió que había que salvar la campaña de Navidad y la de rebajas. Ahora nos señalan por nuestra supuesta irresponsabilidad por haber provocado una nueva ola, ya ni llevo la cuenta de las que van, cuando todos, y ellos más que nadie, éramos conscientes de que con la relajación de las medidas la curva volvería a suspicos máximos.

Mientras, hemos de confiar en que los que están actuando con responsabilidad son ellos. Pero hasta el momento no hemos visto más que una pelea de niños malcriados en el patio de un colegio. Primero porque el Gobierno central mandaba mucho, ahora porque manda poco. Luego los dirigentes autonómicos se han lanzado a una demencial carrera por demostrar quién prohíbe más y mejor, para empezar después otra a ver quién desconfina más rápido, unos con cierres por ciudades, otros por distritos, otros por población, otros por sectores, otros por horas... Un carrusel de medidas tomadas al tuntún que no sirven más que para desconcertar a los ciudadanos y hacer que ninguna de ellas, ni siquiera las más racionales, parezcan sensatas.

Nadie dice que sea fácil, perocreo que a estas alturas ya hemos asumido todos el modelo que se ha elegido para lidiar con esta pandemia: la convivencia con el virus, aunque este provoque muertes. Va siendo hora de que tengan el valor de hablarnos claro, como si no fuéramos imbéciles, porque eso es lo que indican las decisiones que se están tomando. Habrá quien esté de acuerdo y quien no, pero es así.

Lo que cansa es soportar todo esto cuando las personas en las que la ciudadanía debe confiar en momentos de crisis no tienen ni la valentía ni el decoro de reconocer la situación para reconocerse como parte del problema, el primer paso para cambiar el rumbo. Eso es responsabilidad individual, porque muchos ya estamos hartos de sentirnos culpables hagamos lo que hagamos. Y no es fatiga de pandemia, es cabreo puro y duro.