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Follar y morir

LA FAMILIA ES un sorteo, una Primitiva de dos euros generada automáticamente por una máquina. Se diferencia de la otra familia, los amigos, porque en este caso es uno mismo el que selecciona los números que no van a tocar. Los premios gordos son una rareza improbable. Para los que hemos sido más afortunados, la familia es un reintegro que anima a seguir jugando. Para los que ni eso, resignación y fe ciega en el azar. Aunque igual eso era antes, un mito viejuno que se ha quedado desfasado ante la pluralidad de nuevas formas de familia que se han ido incorporando a esta sociedad desconcertada. No sé muy bien dónde situar, por ejemplo, a la Familia Arcoiris, que anda estos días de celebraciones en algún lugar perdido de la Sierra de la Demanda, en La Rioja.

Son como doscientos, de todas las edades, condiciones, tamaños y nacionalidades, y se van desplazando por el mundo de descampado a descampado siguiendo un mapa de estrellas y fases lunares. La única norma es la búsqueda de la felicidad y la satisfacción de grupo, que al parecer encuentran sobre todo en el sexo libre y constante, aunque esto de constante dependerá de las posibilidades de cada uno y no solo de la voluntad de dar y recibir felicidad.

La Guardia Civil ha visitado varias veces el campamento, tampoco sé muy bien para qué. Los uniformes y las pistolas deben de quedar muy fuera de lugar en una acampada de personas libres en pelotas que alivian sus tensiones sociales como los bonobos, los únicos primates conocidos hasta ahora que arreglan todos sus conflictos follando y el grupo de convivencia animal menos violento que se ha descrito, incluida la propia Guardia Civil.

Supongo que para romper la incomodidad de la situación sin tener que desnudarse, los agentes aprovecharon para hacer registros: no encontraron, reconocieron, ni una sola droga, solo cantidades llamativas de Viagra. Normal, ya hemos quedado en que en ciertas circunstancias la voluntad no basta.

Me da rabia, no creo que pudiera ser un miembro útil de la Familia Arcoiris. Pienso en mí mismo en pelotas en aquellos páramos y entre aquellas gentes y no les podría reprochar que me expulsaran por romper la armonía de la naturaleza, emborronar el aura del grupo o ser directamente un insulto a la Pachamama. El típico cuñado al que nadie aguanta y que veinte años después de ingresar en la familia sigue estando fuera de lugar, sigue siendo ese elemento extraño que se encontraron en la calle y al que nadie llama por su cumpleaños porque ninguno se acuerda siquiera de qué día cumple.

Natural, no cualquiera vale para cualquier familia, la cosa no va así. Me quedé con las ganas de saber si Maripaz se consideró afortunada o no con la familia que le tocó en suerte o con la que se fue haciendo a poquitos. Maripaz se murió el miércoles. Su esquela apareció publicada el jueves en El Progreso: "Siguiendo mis principios y mi particular manera de ver las cosas, dispongo que: ya que hace mucho que mi familia no es de sangre, impongo mi última voluntad para que solo se deje asistir a mi funeral, en el tanatorio, iglesia y cementerio, a las personas que menciono a continuación...".

Le seguía una lista con 15 nombres, algunos de ellos señalados solo por el nombre de pila, por lo que se puede deducir que fueron informados por Maripaz personalmente, en algún momento antes de morirse. Hay que sentirse muy familia de una persona, sentirla más adentro que cerca, para pensar en ella de esa forma cuando estás organizando tu propia muerte.

Quizás al final la suerte sea solo eso, haber sabido identificar a un puñado de personas, las llames primo, hermano, colega, padre o amigo, con quienes buscar la felicidad en pelotas en cualquier prado, a quienes poder pedir que te recuerden cuando estés muerto. El modelo de familia perfecto, una donde el azar solo sea un cuñado sinsustancia que encontraron por la calle.

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