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La fe mueve contratos

El Banco de España ha pasado de ser un supervisor técnico a una congregación para la doctrina del ultraliberalismo

RECONOZCO QUE TENGO un problema de falta de fe. En mí mismo, sobre todo, pero que me ha gangrenado de tal manera el ánimo que se me va extendiendo a todo, a lo mejor por rencor. Será que la crisis existencial permanente se me mezcla con la crisis económica interminable y dudo por encima de mis posibilidades. Solo me permito el lujo de la certeza en las ganas de mandarlos a todos a tomar por saco. 

Por ejemplo, al gobernador del Banco de España, Luis María Linde, que es a la situación económica lo mismo que el cardenal Antonio Cañizares a los derechos sociales. Uno se cree en la misión divina de luchar contra "el imperio gay" igual que el otro se ha convertido en el guardián de la doctrina ultraliberal que está destrozando el Estado de Bienestar. En ambos casos, se exige fe ciega para seguirlos ante la ausencia de evidencias.

Al contrario, una de las evidencias que la crisis ha dejado al descubierto es precisamente el error de haber elevado al altar de las ciencias exactas, de las verdades matemáticas y físicas, una disciplina como la economía, cuando nunca debió abandonar el campo de las humanidades. Estos años de castigo y penitencia nos han ayudado a los demás a empezar a ver a los economistas como lo que son realmente, simples seguidores de unas escuelas de pensamiento generalmente enfrentadas entre sí, sacerdotes de unas religiones con dioses y santos propios para los que el resultado de las cuentas varía en función de la interpretación que cada uno haga de sus textos sagrados, de tal modo que uno más uno nunca suele ser dos. 

Son oráculos leyendo curvas de empleo e índices de beneficios como si escrutaran las vísceras de un animal muerto, de tal manera que cada uno de ellos convierte su lectura en la verdad única que trata de imponer a los demás, a todos. El problema es que las vísceras que están escrutando desde hace años son las nuestras.

Será que la crisis existencial permanente se mezcla con la crisis económica interminable y dudo por encima de mis posibilidades

Hay que tener mucha fe para aceptar el último evangelio que nos ha leído el Banco de España, el órgano que debería haber ejercido la principal labor de supervisión para evitar del desastre y que se convirtió, sin embargo, en uno de los principales causantes del mismo. Debemos agradecer a sus sacerdotes que el sistema bancario español que estaban encargados de vigilar se haya comido ya más de cien mil millones de euros de todos los españoles, amparado en una doctrina económica que todavía defienden como inmutable. Aún quieren convencernos de que ha sido por nuestro bien, de que nos han traído la salvación, como nos iban a salvar con las preferentes y subordinadas cuya venta fomentaron como el maná celestial y que resultó ser una condena al infierno. 

El sumo sacerdote Linde llega ahora con su nueva lectura del Apocalipsis patrio, todo azufre y crujir de dientes. En su informe anual, el gobernador del Banco de España no ve otra salida para este largo vagar por el desierto que seguir caminando en dirección a ninguna parte. No es que su lectura de nuestras vísceras pueda estar equivocada, sino que necesitamos más penitencia. 

Después de años de brutales recortes sociales, de una dramática devaluación vía reducción de salarios y de una reforma laboral que se ha llevado por delante varias décadas de derechos de los trabajadores, la doctrina de Linde propone ir más allá y abaratar todavía más el despido, con especial castigo para los que todavía adoren el becerro de oro del contrato fijo o la negociación colectiva.

El sumo sacerdote Linde llega ahora con su nueva lectura del Apocalipsis patrio, todo azufre y crujir de dientes

Los líderes de la secta exigen el suicidio en masa para mantener su pureza de creencias, no solo basadas en meras conjeturas, sino evidentemente contra los datos y la realidad. Porque la realidad dice que las medidas económicas y la reforma laboral llevadas a cabo en los últimos años no han funcionado. No solo eso, sino que cada vez son más las voces, también de otros sumos sacerdotes de la economía, que se alzan para señalar esas medidas como causantes de que la crisis se esté prolongando de esta manera y de que sus efectos estén siendo tan devastadores. 

Son esas medidas, por ejemplo, las que han conseguido que miles y miles de españoles vivan en el umbral de la pobreza pese a tener un trabajo, acercando este concepto más al de la esclavitud que al derecho garantizado por nuestra Constitución. Lo que dice la realidad, los datos que no son interpretables, es que la reforma laboral aplicada no ha servido para crear empleo, sino para reducir el mercado laboral a un mercadeo de miseria, y que las facilidades para la contratación y el despido no han sido aprovechadas por las grandes y medianas empresas para dinamizarse, invertir y crecer, sino para aumentar beneficios por el único método de la reducción de los costes laborales. El resultado es el empobrecimiento de los trabajadores y de la clase media en favor de una elite cada vez más rica, lo que ha situado al país al frente de las listas de mayor desigualdad de toda la Unión Europea. 

No es cuestión de fe, sino de evidencia, asumir que España tiene muchos problemas, y no es uno de los menores unos organismos de supervisión que han dejado de funcionar con criterios técnicos en beneficio de todos para pasar a imponer la doctrina de unos cuantos. Critica también ese mismo informe anual del Banco de España que nuestros directivos y gestores carecen de la formación y la profesionalización del empresariado de otros países, por lo que nuestra productividad es de risa. A lo mejor hay que empezar por el propio Banco de España como primer paso para poder recuperar la fe en nosotros mismos.

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