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Sexo estepario

La única reserva genética que le queda al españolísimo está en manos de independentistas contumaces, vaya palo

Nuevos genes. EFE
photo_camera Nuevos genes. EFE

Y A SABÍAMOS que una de las pocas verdades incontrovertidas mantenidas a lo largo de la historia de este país, y que persevera en la actualidad más allá de idelogías, genéros y opiniones, es que en Euskadi no se folla. O, si se quiere, que se folla poco. Iba a escribir que se folla lo justo, pero a lo mejor ni eso. Yo no acaba de creerlo, hasta que viví allí cinco años, los que me costó hacer la carrera, en lo mejor de mis hormonas. Primero pensé que era solo otro mito euskaldún creado por Sabino Arana y su integrismo religioso, una especie de "ni te molestes en intentarlo" para refrenar las tentaciones y los apretones.

Luego pensé que sería por mí, que en realidad no es que en Euskadi se follara poco, es que no follaba yo; pero dado que en otros territorios más o menos históricos con otras parejas con el RH menos exigido me iba defendiendo, siempre dentro de mis limitadas posibilidades, tampoco encontraba por ese lado satisfacción a mis dudas. Ni a mis calores, claro. Que no encontraba satisfacción alguna, vamos.

Así que al final, a base de preguntar y compartir lamentos a esas horas de la madrugada en las que en Euskadi lo único que se lame son las heridas dejadas por los fracasos de las horas anteriores, asumí no solo la realidad de esta regla incuestionable, sino también su asentada tradición y su anclaje en la historia y la evolución del pueblo vasco. Me ayudaron también bastante los gamberros de Vaya semanita (probablemente el mejor y más valiente programa de humor y críen España) y a su Biblia contada a los vascos. Está aún en la red, la recomiendo, sobre todo para comprender la relación entre el mus, el levantamiento de piedras, las cuadrillas de amigos, el matriarcado, el pintxo pote y, en general, todas las circunstancias evolutivas e históricas que han configurado la escasez de sexo, al menos prematrimonial, como rasgo indisociable del ser vasco.

Al menos los vascos con los que compartía barra y lamentos tenían la ventaja de ser vascos, así que podían refugiarse en que si no follaban más era porque no querían, no porque no pudieran, pero yo ni eso. Lo explicaba muy bien Eduardo Madina en una entrevista muy reciente en el Papel de El Mundo en la que le preguntaban por este mito: "¿Con qué frecuencia practica sexo?", le preguntan: "Con la que los vascos tenemos determinada por ley en nuestro Estatuto de Autonomía", responde.

Además de la convicción y la evolución, los vascos ahora tienen de su parte a la ciencia. Una investigación que acaba de ser publicada, con la participación de notables expertos nacionales e internacionales e ingente acumulación de datos, ha venido a determinar que la vasca es la comunidad autóctona que ha recibido menos aportación genética de personas de otros lugares. Básicamente, sus cromosomas siguen siendo los mismos que ya tenían tantos problemas para transmitir en la Edad de Hierro.

Esa misma investigación determina, sin embargo, que hace unos 4.000 años el cromosoma masculino Y de la mayor parte de las poblaciones de la Península Ibérica desapareció y fue sustituido por el de las tribus de las estepas que se extendían por Rusia y Ucrania.

El femenino se mantiene, pero el masculino desaparece prácticamente en su totalidad en apenas 400 años, lo que evidencia que las mujeres íberas y los jinetes esteparios se cayeron muy bien y enseguida se pusieron a encajar por todos los ribazos-. También se han encontrado restos de que hace 4.000 años ya había norteafricanos intercambiando sonrisas, chismes y fluidos por lo que ahora es el Madrid de la España grande y una, en lo que debe ser el primer efecto llamada por las medidas gubernamentales de la historia local.

En Euskadi, no obstante, ningún pueblo tuvo tan fácil eso de las relacciones, ni siquiera los propios vascos. Así que, en estos momentos de exaltación de gen rojigualda, resulta que nuestra reserva espiritual de ADN está en manos de independentistas contumaces, vaya palo.

Debe de ser por eso que Vox y el PP están abogando ahora por ampliar la exitosa estrategia vasca a todo el país, impidiendo que invasores de otras estepas pueden venir aquí a cabalgar, comer, trabajar, reír, parir, follar o vivir en general. La gran diferencia es que mientras que los guerreros íberos de Vox quieren echarlos a todos, los comerciantes del PP quieren quedarse con los niños, para educarlos como buenos cristianos. Unos piensan que follamos poco, los otros que follamos con quien no debemos. Y en eso andan, a jodernos.

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