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Grandes epidemias de la historia de Pontevedra, la lepra y la peste (II)

En épocas muy diferentes las epidemias atemorizaron a los pontevedreses tanto como ahora y muchas diezmaron la población de la ciudad, en este caso lepra y la temida peste hoy prácticamente erradicadas.
Plaza en la Edad Media. GELLINGER / CCO 1.0
photo_camera Plaza en la Edad Media. GELLINGER / CCO 1.0

LAS EPIDEMIAS  se expandían por las malas cosechas después de fenómenos meteorológicos catastróficos que provocaban escasez de alimentos. Los más devastadores, desencadenantes de epidemias, fueron las sequías que arruinaban los productos del campo, el ganado y eran las causantes de hambrunas. Si sumamos a estos factores las precarias medidas de higiene los brotes epidémicos, de virus o bacterias, hacían el resto.

En Pontevedra a lo largo de la historia se sucedieron diferentes epidemias, las más temidas producidas por bacterias fueron las de lepra y la peste. Para paliar sus efectos ya en el s. XIII existen referencias de la leprosería del Gafos, que debe su nombre a un hospitalillo a la orilla del río dedicado a aislar a los contagiados por lepra que vivían aquí o llegaban a la ciudad. Muchos son los testimonios de caridad hacia los que padecían esta enfermedad y en 1384 el Concello de Pontevedra "hacía entrega de unas medidas de sal destinadas al mantenimiento de los lazarados del santuario de la Virxe do Camiño". En 1427 doña Dominga Fernández, enferma de lepra, donaba "para obra e lume de Santa María do Camiño de dita villa de Pontevedra des mrs. de moeda vella". Dos años más tarde don Iohan de Bouça, también enfermo del Gafos, donaba para "o lume e obra da dita yrmida de Santa María do Camino o meu moyo da Bouça" y en 1473 Fernán García Barba de Figueroa donaba en su testamento a la leprosería "a ismolda de dogentos pares de brancas da boa e branca moeda". Como para costear los gastos sanitarios hacía falta liquidez, el Concello dictó una resolución en 1487 por la que los enfermos sin hijos debían donar sus bienes a la capilla del lazareto pontevedrés. Los enfermos de lepra aterrorizaban a la población y no ayudaban mucho las marcas que la enfermedad dejaba en forma de tremendas ulceraciones, daños neurológicos en brazos y piernas que los hacía caminar con muletas, protuberancias deformantes y falta de sensibilidad. En aquellos tiempos ya se tomaban medidas de aislamiento para evitar el contagio como en la actualidad. Un ejemplo lo tenemos en el templo Virxe do Camiño, al que acudían los gafos (leprosos) por una segunda puerta habilitada a tal fin, para que así cumplieran con sus obligaciones religiosas sin mezclarse ni ser vistos por los feligreses sanos. A finales de la Edad Media se ha determinado que una de cada treinta personas estaba infectada.

La peste negra o muerte negra devastó el mundo en el s. XIV y estimaciones actuales calculan en torno a los 25 millones de personas fallecidas sólo en Europa. El siglo XVI se conoce como La pequeña Era glacial; un siglo de malas cosechas que propició que la peste se expandiera por Galicia.

En 1515, un brote en Pontevedra dio origen al Voto a San Sebastián con la esperanza de librase de la epidemia. En 1520, cuando la ciudad fue diezmada una vez más por una epidemia de peste, el franciscano Fray Juan de Navarrete prometió en uno de sus sermones: "Yo os prometo de parte de Dios, que cesará la epidemia; y que por cuarenta años no la habrá en esta Villa, si se hiciese una Cofradía, en memoria de la Pasión de nuestro Redentor Jesucristo". Lo cierto es que la epidemia desapareció y muchos lo atribuyeron a un milagro producto de sus oraciones; además, la siguiente epidemia no llegó a la ciudad hasta el año 1569. En 1566 se inició un brote de peste bubónica en O Grove y tres años más tarde afectó a Pontevedra. Fue un año de malas cosechas en Galicia, que se prolongaron hasta 1576, a lo que se sumó la hambruna producida por la desaparición de la sardina. Un nuevo gran episodio de peste se produjo en 1598 y dejó un registro de 6.000 muertos en Santiago, Tui casi despoblado y en Pontevedra se tapiaron las salidas en la calle A Rúa Cega, actual calle de San Sebastián, para dejar a los enfermos dentro y aislarlos del resto de la ciudad.

Las enfermedades viajaron con la colonización de nuevos territorios en las dos direcciones y se empezaron construir lazaretos en las islas cercanas, como el de Tambo o San Simón, para cumplir con la cuarentena. El de Tambo se clausuró por la oposición de la población costera ante la cercanía de las instalaciones y el miedo al contagio.

Hace pocas semanas dediqué una página al médico Ángel Cobián Areal cuya especialidad fueron las enfermedades infecciosas a finales del s. XIX y principios del s. XX. Cobián creó un Instituto Antirrábico en Pontevedra que fue uno de los pioneros en la vacunación preventiva y el tratamiento de los casos de rabia, difteria y el tratamiento de la tuberculosis, afecciones todas ellas que provocaron un número elevado de muertes el siglo pasado. El Instituto Antirrábico publicaba partes trimestrales en la prensa, como sucede hoy con el Covid-19, sobre el número de personas habían sido tratadas en él. Por ejemplo, uno de los partes en el año 1900 informaba que habían ingresado 36 personas, de las cuales 24 eran de Pontevedra, 8 de A Coruña, 3 de Ourense y 2 de Lugo.

En 1897 Cobián fue comisionado por el Ministerio de Fomento y viajó a los Laboratorios Pasteur de París, de Koch en Berlín (Alemania) y Ferrán en Barcelona. En 1898 solicitó tres meses de licencia al alcalde para ausentarse de su puesto y viajar a Alemania y Francia para hacer unos cursos de especialización sobre los tratamientos de la peste. Viajó también, comisionado por el Gobierno Civil de Pontevedra, a Oporto para estudiar más de cerca el importante brote de peste bubónica de 1899. Cobián que no creía que llegase a España pero aconsejó adoptar las medidas preventivas necesarias. En 1899 compró en París cien frascos de suero contra la peste Yersin que trajo a Pontevedra. La preocupación era tal, que la Diputación de Pontevedra acordó "autorizar al Sr. Gobernador civil para que pueda disponer el pago de los gastos de servicio general que ocasione la epidemia, con cargo a los fondos provinciales, en el caso de que a ellos no atienda como procede el poder central, en concepto de anticipo a éste y para su reintegro a las cajas de la provincia".

Estas son algunas de las fechas importantes para ilustrar las epidemias más importantes de la ciudad y lo que queda claro es que entre las medidas para contener la propagación es necesario mantener la distancia de seguridad, el aislamiento y la higiene.

Ánimo a todos, que ya falta menos: #YoMeQuedoEnCasa.

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