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Paredes, cien años de historia de la prensa

Fue el primer kiosco de prensa de Pontevedra y mantiene su actividad ininterrumpida desde hace más de cien años que comenzó Enrique Paredes, continuó su hijo Luis y hoy Rosario, en la tercera generación

El quiosco de Enrique Paredes en la Herrería. JOSEP THOMAS. SERVIZO DE PATRIMONIO DB DE LA DEPO
photo_camera El quiosco de Enrique Paredes en la Herrería. JOSEP THOMAS. SERVIZO DE PATRIMONIO DB DE LA DEPO

Uno de los negocios más emblemáticos de nuestra ciudad es sin lugar a dudas el de Paredes ubicado desde hace muchos años frente a la Casa do Alcade, hoy la Domus Zúñiga. El negocio familiar sigue regentado ciento trece años después por una de las nietas del fundador y en atención al público por Manolo Lorenzo.

Su fundador Enrique Paredes Caramés nació en Sanxenxo en 1885 en el seno de una familia acomodada. Cuando tenía catorce años se quedó huérfano y se fue a vivir con un tío suyo pero decidió trasladarse a la ciudad de Pontevedra para trabajar. Se casó con Carmen Rey Lores y tuvieron siete hijos, entre ellos: Julio, maestro de Ventosela; Carmen, que tenía un kiosco en García Camba al lado de Capri; o Luis, que era maestro y siguió con el negocio familiar. Enrique también era pariente de Manolo que tenía un puesto de venta de periódicos de la calle de A Oliva.

Enrique empezó vendiendo periódicos por la calle hacia el año 1904, que era lo normal en esa época junto con las suscripciones directas a cada rotativo. Se instaló en una vivienda del número 4 de la antigua calle Comercio, hoy Manuel Quiroga, y la venta de periódicos se hacía en el portal de la casa. Entre los periódicos vendía el Sol, más tarde el ABC y tenía un trato muy estrecho con El Pueblo Gallego. En el verano de 1909 Enrique, con José María Bueno, hace pública su protesta por no poder vender periódicos en la estación de trenes de Pontevedra a favor del kiosco de Landín que, ubicado en los andenes de la misma, sí podía hacerlo.

Como el negocio iba bien, tuvo la oportunidad de dar el salto a la plaza de la Herrería y solicitó hacia el año 1912 (o 13) la licencia al Concello. En dicha plaza ya había otro kiosco de venta de tabaco propiedad de Manuela García. Pero no es hasta 1921 cuando se le concede la autorización pertinente y el azar pone en su camino a un arquitecto que diseña un precioso kiosco de madera y hierro forjado. Como anécdota comentar que en 1926, ante la expectación suscitada por el encuentro de fútbol entre el Celta y la Real Sociedad en San Sebastián, se instaló una pizarra en el kiosco que mantuvo a numerosísimo público pendiente de los goles.

En el kiosco se vendía prensa, revista, comics, postales de la ciudad, era punto de información para compra-venta y se despachaban billetes para excursiones a la playa. Como la autorización del kiosco en la plaza era temporal, después de la Guerra Civil el alcalde Remigio Hevia decidió reordenar la plaza y trasladar los dos kioscos a otro lugar. Este proyecto coincidió con la donación por parte de los padres franciscanos de parte de la huerta del convento, en concreto el antiguo gallinero, para instalar unos urinarios públicos: "El Sr. Alcalde Manifiesta que como consecuencia de concesión de fecha 13 de Septiembre de 1.937, el Ayuntamiento ha realizado obras para construir un evacuatorio subterráneo público en la parte baja del paredón que sostiene el terreno denominado 'El Gallinero', perteneciente a la Iglesia Conventual de los Padres Franciscanos", y dice el Acta que se acordó "el cambio de destino de los locales habilitados", para alojar el kiosco y el estanco. La cuestión es que aceptaron el realojo de los dos kioscos en dichos terrenos (Benito Corbal nº1), y desde abril de 1941 es donde han permanecido hasta hoy.

En la década de los cuarenta se vendían, comics, novelas por fascículos y colecciones de cromos como: Juan Centella, el defensor de la humanidad; los comics Jorge y Fernando, Roberto Alcázar y Pedrin; la novela por fascículos de La Sombra de Maxwell Grant, Doc Savage de Kenneth Robeson; o las "Aventuras en el Aire" del piloto Bill Barnes.

Antiguamente la prensa se contrataba a través de suscripciones directamente con el periódico o se creaba una cuenta mensual en los kioscos. Eran clientes asiduos Antonio Puig, Encinas Diéguez o Bernardo López Abadín, un incondicional de toda la vida que a fecha de hoy compra la prensa allí todos los días. En una época en que no existían tanto entretenimiento, hablamos de los años cincuenta, el nuevo local por las tardes era lugar de reunión de animadas tertulias sobre unos taburetes a las que asistían el marqués de Riestra, Manolo Quiroga, Cimadevila o el médico Claudio Losada. En los años 50 otros puntos de venta de periódicos en la ciudad eran: Manuel Fariña en San Roque 33; Viuda de Blanco en Plaza Peregrina; o la Biblioteca de la Estación. Enrique trabajó mucho durante toda su vida, siete días a la semana, porque hasta los años 80 los lunes también abría para despachar La Hoja del Lunes. Paredes tuvo repartidores y cobradores de prensa entre los que se encontraba el popular Arturo Blanco "Neno", que de vez en cuando y con mucha gracia sisaba algunos duros de la cuenta.

El hijo que continuó con el negocio fue Luis Paredes Rey, ya la segunda generación. Nació el 25 de febrero de 1920, era maestro destinado en Ourense, Soutelo de Montes y al final terminó en Villaverde (Pontevedra), pero compaginó la docencia con el negocio de su padre. Se casó en enero de 1946 en la basílica de Santa María con María del Rosario Pazos Vilas, hija de Ramón Pazos, marinero de A Moureira y de Catalina Vilas, con la que tuvo dos hijas: María del Rosario y María Luisa.

La abuela, Carmen Rey Lores, falleció en mayo de 1955, Enrique en marzo de 1969, su nuera María del Rosario Pazos Vilas el 25 de septiembre de 1989 y su hijo Luis el 25 de febrero de 2012. Enrique, el fundador, recibió numerosas distinciones y reconocimientos por parte de la prensa como Decano de la ciudad de Pontevedra, entre ellas la de Faro de Vigo.

Desde el fallecimiento de Luis, regenta el negocio Rosario Paredes Pazos, la tercera generación, con ayuda detrás del mostrador de su cuñado Manolo Lorenzo Fernández. Todavía se hacen pequeñas tertulias y el trato familiar con los clientes se mantiene a la antigua usanza e impera el sentido del humor. Gracias a José Lorenzo Fernández y la familia Paredes por mantener vivo y sin reformar un pedazo de la historia de Pontevedra.

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